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Opinión

Improvisan con el futuro de todo un país

Columna destacada

La historia del ser humano, tomado en general, se desarrolla desequilibradamente, según las distintas regiones y culturas que coexisten. Mientras la lucha por la dignidad de la mujer en Irán se cobró esta semana la vida de Masha Amini por el uso incorrecto de la hijab, en esta parte del mundo -llamémosle occidente, sin más especificaciones- se libran otro tipo de batallas que rozan lo absurdo; la guerra abierta contra la “O”. Una lengua, la que hablamos, no es el resultado de ninguna convención ni encuentro de grupos de personas que deciden crearla, como el esperanto; es el resultado del habla de una comunidad que, poseyéndola como un valor común, la emplea en el uso cotidiano para su comunicación. Por lo que modificar una lengua tampoco puede ser el resultado de un acuerdo de circunstancia, sino el hablar cotidiano que lentamente introduce sus cambios. En el caso del castellano, la primera gramática es del siglo XV, escrita por un señor llamado Nebrija que fijó, canonizó las reglas del idioma, permitiendo una normativa que rigidizó la lengua, es decir, la hizo conforme a reglas. A tal punto que si se lee “El Cantar del Mío Cid” se encontrarán más diferencias con, por ejemplo: San Juan de la Cruz, o Santa Teresa de Ávila que éstos con el castellano actual, aunque pasó menos tiempo entre el primero y los segundos que entre éstos y nosotros.

A la vez, la lengua es mucho más que el modo con el que hablamos; es el recurso inconsciente que formatea, estructura nuestra mente a niveles impensables. Claro que el griego clásico ya no se habla; no obstante, sigue vivo en muchas lenguas que son habladas hoy; la nuestra, sin necesitar ir más lejos; y gran parte de las habladas en esta parte del mundo tienen como sustrato el griego y el latín. Pero quiero detenerme un momento en el griego porque es el espejo en el que se lee el origen de la cultura global de occidente; es la lengua que estructuró la mente de occidente. Previo a considerarla como lengua madre –junto al latín- de las hoy habladas, el griego fue la lengua que lentamente forjó la estructura de la mente occidental.

La egipcia y la fenicia, sobre todo esta última, fueron las lenguas que subyacen al griego; pero la genialidad griega introducirá un cambio revolucionario: creó las vocales. La lengua fenicia no las tenía. Existían fonéticamente, es decir hablaban pronunciándolas, pero era un complejo de combinaciones que exigía la escritura de la lengua debido a la ausencia de la grafía de la vocal. El griego creó un sistema de signos –las letras- que se correspondían con los sonidos que simplificaron definitivamente la escritura; son hoy las “letras” con las que escribimos y los sonidos con los que hablamos. La síntesis lograda en los veintitantos signos que construyen la posibilidad de toda la literatura. Y las vocales son las letras fuertes, las que llaman, por eso vocales (de “voco”, en latín llamar; está presente en provocar, convocar, etc.); son las que arrastran a las consonantes porque son más fuertes. Y consonantes porque no pueden sonar solas, necesitan de otros (las vocales), con-suenan.

Esta simplificación en los signos que nos permiten dar cuenta, por la escritura, de toda la literatura, tuvo sus efectos en la estructura de conocer el mundo e interactuar en y con él. Este juego de combinaciones infinitas entre las letras, las mismas letras para todo, nos empujan a componer y descomponer constantemente; nuestra cabeza está entrenada para bucear en la composición y descomposición, en el análisis de las posibilidades, en la aislación de la unidad –la letra-, de la partícula, a partir de la que construimos un mundo de letras. Tuve un profesor que nos decía que el desarrollo del cálculo infinitesimal, como la exploración del mundo microscópico, o la descomposición del átomo y la curiosidad por las posibilidades de las ciencias, era resultado de la estructura de la lengua que heredamos de los griegos. El juego de componer y descomponer con la lengua es el mismo que el de hundirse en el mundo de posibilidades que nos ofrece la materia, y la ciencia con ella.

Frente a esta historia inconmensurable de fecundidad en el vivir, de tratarnos, no solo de escribir, nos encontramos que, entrando por la ventana, quieren matar la O. Esta semana me llegó una circular de la carrera de Letras que hablaba con la “x” y me pareció ofensivo, ridículo, un destrato a la historia de la lengua e insultante a los correctos usos del leguaje. Que lo escriban los chicos, es el juego de la rebeldía, ¿pero de la facultad de Letras?, es pretender modificar los mil años del castellano por decreto de necesidad y urgencia desde la casa donde se enseña literatura. Soy consciente de que detrás de este modo en el habla cotidiana, hay una pretensión reivindicatoria de la mujer porque el genérico se expresa en masculino: decir todos incluye a las mujeres, decir todos es también decir todas.

A juzgar por la muerte de la iraní a causa del detalle en el uso de la prenda que cubre el pelo, y los desvaríos reivindicatorios de occidente, y de nuestro país muy intensamente, vivimos urgencias diferentes. La muerte se cuela por la ventana en un caso, el absurdo en el otro. Entiendo que los derechos de la mujer, y la nivelación con el varón, deberían caminar por senderos más justificadores de la lucha.

Hablando de entrar por la ventana, como los cambios en el habla, de no respetar las formas convenientes, los tiempos propicios y sin considerar las consecuencias de alto riesgo para la democracia, la economía y los intereses que importan a la gente, esta semana se trató en el Senado la ampliación de la Corte Suprema de Justicia. La Corte, en los primeros cien años de vida no cambió. Tuvo una composición original de siete miembros, sancionada en la constitución de 1853, que cambió rápidamente (con la reforma de 1862) a cinco, quedando afuera de la normativa constitucional y dejando su composición a la consideración del Congreso Nacional. Frondizi la lleva siete, luego Onganía nuevamente a cinco y Menem a nueve miembros. La senadora Cristina Fernández promueve la ley para volver a cinco miembros; ahora la vicepresidente de la Nación y presidente del Senado, quiere veinticinco, o quince o a lo que dé, con tal de producir un espacio de resguardo para sus necesidades judiciales.  El número que hoy resulta escaso porque, en su versión, los ministros de la Corte manejan caprichosa y codiciosamente el país, es bajo; resultaba suficiente en 2006 y lo fue durante los cien años de historia de mayor prosperidad, estabilidad y desarrollo que conoció nuestro país. Distintas organizaciones como la Cámara argentino-americana de comercio y varias otras, advierten sobre los perjuicios por la inestabilidad e incertidumbre que genera en la previsibilidad de inversiones. Lo mismo pasó con los límites para la compra de divisas a los que liquidaron la soja con el dólar a 200$. Gran incertidumbre, borrar cualquier signo de previsibilidad, generar caos por el irrespeto a la normativa vigente. Ella bajó de nueve a cinco los miembros en 2006, y ella misma ahora quiere llevarla a 25 o 15, como una concesión; qué necesidad objetiva, qué urgencia tiene el país de ocuparse de esto. Lo que preocupa a la gente es otro temario, tiene otras urgencias, otra problemática. ¿A quién le importa la composición de la Corte? A ella; a sus necesidades personales, familiares, en la procura de impunidad. El país es una empresa a su servicio exclusivo.

Lo mismo respecto de las PASO. Personalmente creo que habría que eliminarlas, pero lejos de cualquier elección. Antes, la interna, se votaba en cada partido por un padrón de afiliados propio de cada fuerza. En 2009 se sancionó la ley de las PASO por conveniencias de los que gobernaban en ese momento, o sea: los Kirchner. Hoy la quieren eliminar porque las circunstancias no les favorece, ¿a quién? A los Kirchner. El argumento, claramente irónico: los altos costos de cada elección. Se debería votar por boleta única, entonces. Sin tapujos, y sin vergüenza, lo hacen porque piensan en la economía del país, argumentan. Tan incorporada tienen la mentira que se convirtió en una segunda naturaleza.

Otra vez el país es una ONG que se mueve al compás y ritmo que la mujer más poderosa y destructiva de lo que va del siglo, decide por conveniencias de parte, de la propia parte. La imagen que se ofrece es la de una inestabilidad, un juego de imprevisibilidad que solo satisface las conveniencias del kirchnerismo, o de la reina madre del kirchnerismo porque, además, es el gobierno de una sola, y si no pregúntenle al homónimo y okupa (Vallejos dixit) del antiguo fuerte de Buenos Aires.

No quiero terminar sin hacer una referencia a un hombre que alegró la vida de generaciones enteras con alegría simple, generosidad y la ternura de una madre: Carlitos Balá. Todos sabemos que a esa edad la muerte nos ronda, es lo natural; pero el viernes el mundo se entristeció, con la resignación conveniente; se apagó una luz que nos hizo felices. Me gusta imaginar que el mismo viernes, en el encuentro con el Señor Jesús habrá escuchado de Él lo de Mt. 25, 21: “Servidor bueno y fiel, porque has sido fiel en lo poco te confiaré mucho más, entra al banquete de tu Señor”.

 

 

(*) El autor de la columna es Licenciado en Teología (UCA) y Licenciado en Letras (UBA)

 

 

 

 

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