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Opinión

Sarmiento y la educación

Día del Maestro, en homenaje al aniversario del paso a la inmortalidad del Gran Maestro Argentino Domingo Faustino Sarmiento.

En la ciudad de Boston (EEUU), capital de la educación, sede de la mundialmente famosa Universidad de Harvard, en una de sus principales avenidas, la Av. Commonwelth, se encuentran, en los canteros centrales, en todo su recorrido, los monumentos de las personalidades destacadas de la educación del país y de la ciudad. Destacándose entre ellos está el monumento, homenaje a Domingo Faustino Sarmiento. Nuestro prócer fue admirador y discípulo del gran educador de Boston Horace Mann, a quien conocía por haber leído sus obras en Londres, y quedar sorprendido con los resultados de su proyecto educativo, basado en las ideas del pedagogo suizo Johann Heinrich Pestalozzi.

Sarmiento viaja a Europa y EEUU en 1845, cuando el presidente de Chile Manuel Montt Torres, donde estaba exiliado, le encomendó la tarea de estudiar los sistemas educativos de diferentes países del mundo. Llega a Francia, y luego recorre España, norte de África, Italia, Alemania, Suiza, Países Bajos, y finalmente Londres, donde conoce y se entusiasma con las obras y las ideas de Mann en educación.

Ya había aprendido antes, en forma autodidacta, Inglés, Francés y Alemán, idiomas que hablaba fluidamente. También de modo autodidacta estudió historia, derecho y pedagogía.

Una digresión: Recuérdese la conocida anécdota, de que siendo Senador, y encontrándose hablando en el Congreso de la Nación, citó a Shakespeare, nombrándolo como se escribe en español. Un opositor político gritó desde su banca -¡Como será de ignorante el sanjuanino que no sabe pronunciar el apellido en inglés!-. Su respuesta fue continuar con su alegato en fluido inglés hasta el final de la sesión.

En EE UU, con Mann y su esposa, también educadora, Mary, comienza a pergeñar su idea de educación para su patria.

El “proyecto pedagógico” de Sarmiento y Mary Mann, ya viuda, se concretó unos años después. Sarmiento es elegido Presidente de la nación en 1868. Entre 1869 y 1898 el gobierno argentino contrató a 61 maestras estadounidenses para trabajar en escuelas normales del interior del país. En muchos casos tuvieron directamente que fundarlas y en otras, ayudar a construirlas, como sucedería en Catamarca con Clara Janet Amstrong. Luego se sumaron otros, llegando a totalizar 75, de los que 4 fueron varones. Vinieron sin siquiera saber el idioma, que aprendieron en cuatro meses, para empezar a forjar maestras argentinas.

Evidentemente Sarmiento iba mucho más allá de lo estrictamente pedagógico en cuanto al proyecto de traer maestras para sembrar de saberes el territorio de la patria. Estaba inserto en el corazón de un proyecto de inmigración más vasto que será el que en sucesivas oleadas, 1870, 1880, primeras décadas del siglo XX- le terminarán por dar una fisonomía absolutamente distinta al país.

Sarmiento tenía claro que la única forma de engrandecer una nación es mediante la educación de sus habitantes.

Su proyecto educativo fue el generar una educación pública, gratuita, normalizada y para todos, sin distinción de sexo. (Recuérdese que en esa época la educación de las niñas no era la misma que la de los varones, y estaba casi exclusivamente a cargo de la Iglesia).

Durante su presidencia construyó más de 800 escuelas en todos los rincones de la patria, y la cantidad de alumnos pasó de 30 mil a 100 mil, en un país, entonces, de 2 millones de habitantes.

Sarmiento pasó décadas dándole forma a su idea de educación pública para la Argentina, desde ese primer contacto con los esposos Horace y Mary Mann en EE UU, y lo fue llevando a la práctica desde los distintos cargos públicos que ocupó: Gobernador de San Juan, Senador Nacional, Presidente de la Nación, Director de escuelas, maestro rural, Jefe del departamento de escuelas de la provincia de Buenos Aires, Congresista constituyente, Profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Buenos Aires, Ministro de Gobierno y Relaciones exteriores, Ministro Plenipotenciario ante Chile y Perú, Director general de Escuelas de la provincia de Buenos Aires, Superintendente de escuelas del consejo nacional de Educación, etc.; incluso como periodista, desde los medios de comunicación, luchará y bregará por la educación.

Recordemos que él, de origen muy humilde, no tuvo posibilidades de recibir una buena formación, y lo hizo de forma autodidacta, a partir de su notable e incansable afición a la lectura. Con fervor y agradecimiento evocará siempre a sus maestros ocasionales, a su madre, y a los libros que lo guiaron en la senda del conocimiento.

En 1849 publica sus obras " Viajes por Europa, África y América" y "De la Educación popular." En este último

da a conocer diferentes aspectos de su amplio programa, a través de una educación popular que sería obligatoria, gratuita y laica para todos los niños y niñas entre seis y catorce años”.

También habla de los edificios escolares, con la luz y ventilación adecuadas en las aulas, el mobiliario con pupitres cómodos, etc. sin dejar ningún detalle.

Durante su exilio en Chile, donde también fundó escuelas, y valoran su valía docente, escribe el libro "Método de lectura gradual" para la enseñanza de la lectura, que se declara obligatorio en todo el país.

Esta escuela común y pública de Sarmiento, fue una revolución cultural que generaría profundos cambios políticos y sociales. Allí comienza el gran desarrollo del sistema educativo argentino, que llegará a convertirse en el primero de América latina en las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX.

Lamentablemente después fue decayendo, como todos sabemos, para ocupar, hoy, en el último ranking elaborado en 2020, liderado por Dinamarca y Suiza, el puesto 71 de 79 países evaluados.

Admiro a Sarmiento, su intelecto superior, su fuerza, su empuje, sus ideales, su lucha y su coraje para defender sus convicciones, desde que lo conocí, más allá de la escuela, cuando en quinto año del secundario en el histórico Colegio Nacional, me eligieron para pronunciar el discurso alusivo al 11 de septiembre. Lo pintan de cuerpo entero estos párrafos de su autobiografía: "...He labrado, pues, como las orugas mi tosco capullo, y, sin llegar a ser mariposa, me sobreviviré para ver que el hilo que depuse será utilizado por los que me sigan.

Nacido en la pobreza, criado en la lucha por la existencia, más que mía, de mi patria, endurecido a todas las fatigas, acometiendo todo que creí bueno, y coronada la perseverancia con el éxito, he recorrido todo lo que hay de civilizado en la tierra y toda la escala de los honores humanos, en la modesta proporción de mi país y de mi tiempo; he sido favorecido con la estimación de muchos de los grandes hombres de la tierra; he escrito algo bueno entre mucho indiferente; y sin fortuna, que nunca codicié porque era bagaje pesado para la incesante pugna, espero una buena muerte corporal...y no desee mejor que dejar por herencia millares en mejores condiciones intelectuales…"

Gloria y loor; honra sin par;

Para el grande entre los grandes,

Padre del aula, Sarmiento inmortal.

Feliz día, mi admiración y mi respeto, para todos aquellos que abrazan o han abrazado la noble tarea de educar. Y el recuerdo de mi madre, una docente de alma.

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