Saltar menú de navegación Teclas de acceso rápido
{{dayName}} {{day}} de {{monthName}} de {{year}} - {{hour}}:{{minute}} hs.
Dólar (BNA): $857,00 / $897,00
Dólar Blue: $1.020,00 / $1.040,00
Dólar CCL: $ / $
Dólar MEP: $1.064,85 / $1.065,38
Peso Chileno: $92,80 / $92,97
Opinión

Para no ser libre, prefirió morir

Columna destacada

Hace muchos años el Papa Juan Pablo II le preguntó a un grupo de obispos argentinos, a quienes había invitado a almorzar, acerca del peronismo; qué era el peronismo. Esto me lo contó un obispo amigo que participó del encuentro. No recuerdo las respuestas que le dieron. Algo parecido me pasó a mí en un viaje en tren desde París a Pau. Era un coche dormitorio con seis literas. Iba completo. En el transcurso del viaje fueron bajando las pasajeras y quedamos una mujer de algo más de sesenta años y yo. Íbamos al mismo lugar por lo que nos entretuvimos conversando. Era una alemana casada con un francés que viajaba a visitar a su hija que vivía cerca de Pau. Una mujer instruida que había enseñado historia toda su vida. Le hice algunas preguntas sobre su experiencia durante la segunda guerra mundial y cosas por el estilo. Recuerdo que la conversación era muy animada. En un momento me hizo la misma pregunta que refiero antes; me pidió que le dijera qué es el peronismo. La mujer había leído un libro sobre el asunto y tenía información precisa sobre muchos datos y acciones de los gobiernos de Perón. Me encontré ante una pregunta que se presentaba como sencilla, aunque revestida de una complejidad que dudo haber resuelto bien. Apelé a un ejemplo poco feliz, pero lo recuerdo fielmente: es un hombre flaco y gordo, rubio y moreno, varón y mujer, y todo a la vez. Hasta ese momento habíamos tenido tres gobiernos peronistas que no compartían nada entre sí: Perón, Cámpora y Menem (la conversación fue durante la presidencia de Menem). Le expliqué brevemente las características de cada uno; el resultado fue que quedó más perpleja que antes de preguntar.

Algo así entendí que pasó el miércoles en el CCK. Mientras Cristina Elizabeth Fernández hablaba, la popular animaba con la batucada recurrente: “vamos a volver, a volver....”. Pero cómo van a volver si son los que están ahora, pensé, como recurso analítico. Son los que están; los mismos que han gobernado casi todo lo que va del siglo; cómo que van a volver. Entonces recordé a la germano-francesa del tren de hace treinta años: el peronismo es eso, todo eso; esa masa confusa de identidades mutuamente excluyentes que conviven mientras alguien sea el líder que encolumne a la masa.

El concepto de masa es, a priori, muy antipático; nadie quiere ser masa, todos tenemos un nombre y queremos ser reconocidos de ese modo. Pero la masa (hay mucha literatura sobre el tema a lo largo del siglo XX, porque en él nace) tiene como rasgo propio la no diferenciación; hoy se habla de tribu, de las diferentes tribus que conforman un tejido social más amplio. El concepto de masa tiene un sesgo negativo; sin embargo es un rasgo muy ligado a las estructuras democráticas, al acceso de más hombres a los bienes y servicios que ofrece el desarrollo de la sociedad. En la idea de masa hay una autopercepción de pertenecer, una idea de lo gregario de su condición. En la marcha peronista que entonan en los actos partidarios incluye el concepto de masa con tres características propias: que la masa es un todo, es el pueblo “la gran masa del pueblo”, “conquistada”, la idea de un líder que convoca y ordena y por último “que combate el capital”. Claro que el tiempo fue limando sutilmente asperezas y, como un ebanista, construyendo un entramado diferente, sutil, adecuado a los tiempos.

El capital, según el discurso del miércoles, fue la razón del desarrollo de los pueblos; ese rasgo queda afuera. Ya no expresa el pensamiento aggiornado de los tiempos que corren. Los otros dos son componentes de un mismo objeto inmaterial: la idea de masa y la de conquista. La masa es conquistada por un líder que construye un sueño que está más allá, que alberga un futuro promisorio en el que se realizarán los deseos postergados por aquellos que no interpretan las demandas de la masa. La conquista del líder cohesiona la masa que se convierte en tal en tanto existe una causa que los nuclea.

El líder es también una construcción cultural; es una persona que amasó una esfinge de sí misma con características de elegido para el rol. Se lo endiosa aportándole condiciones de una divinidad, envuelta en el misterio, que suscita respuestas proporcionadas a su condición. Esto es común a muchos líderes que se asoman a su pueblo como iluminados y mesiánicos. El vocabulario no es inocente en estos asuntos. Hay, en las masas, en los grupos de pertenencia, códigos lingüísticos propios; hoy los radicales no se llaman correligionarios, pero era el modo de referirse entre sí. Y qué es correligionario sino pertenecer a una misma religión. Cuando H. Yrigoyen agonizaba en la calle Brasil, se expresaban los devotos radicales en procesión de rodillas ante su domicilio pidiendo por la salud del líder. Los peronistas son compañeros, lo que comparten el pan, los que se alimentan de una misma fuente nutricia, que los hermana y le habilita un destino común. Otro tanto los camaradas que evocan la intimidad del espacio compartido, de la cámara, de la comunión de vidas. El lenguaje que refiere a las masas goza de notas religiosas porque la masa necesita un líder que sea visto distinto, que no tenga un destino como el de los que lo siguen. El líder debe poseer una nota de misterio en su vida, porque no es del todo de este mundo, es más, puede más, nació diferente.

[{adj:52312 size-medium}]Étienne de la Boétie (siglo XVI) fue un jurista que escribió un famoso discurso a los 18 años y suscitó la admiración de de Montaigne: “Discurso de la servidumbre voluntaria”, en el que plantea algunos conceptos revolucionarios para la época y de una vigencia ardiente en nuestros días; no solo en Argentina, sino en varios lugares del mundo. (Debo agradecer a un lector, a quien no conozco, que me hizo llegar la inquietud acerca de mi opinión sobre el texto). Tan cautivante es que lo leí tres veces esta semana; lo había leído hace muchos años sin producirme el efecto que hizo en esta ocasión. Se lo presenta como un antecedente del anarquismo por su defensa de la naturaleza humana en su comportamiento. No había llegado aún ni Rousseau ni los románticos que aportaron lo propio. En su Discurso nos plantea el tema de la libertad, la renuncia a ella por parte de los hombres que se dejan cautivar por el tirano. Se presenta la idea de la brutalidad con la que el tirano somete al pueblo; y lo hace con la oferta de distracción, de dádivas, de recreación. Pone el ejemplo del rey Persa Ciro, que promulgó una ley por la que obligaba a los Lidios (de aquí viene la palabra lúdico) que habían hecho un intento de sublevación, a concurrir a tabernas, burdeles y juegos públicos; hay dos componentes aquí: quien ofrece es la autoridad y lo que ofrece es puro regalo, sin esfuerzo, sin trabajo. Eso hace el tirano para someter, para dominar: regala lo que primero quita. Qué es la desbordante inflación que conocimos esta semana –y tantas otras- sino imprimir, licuar lo que tengo en el bolsillo y después dármelo como gesto de generosidad, como regalo, como expresión de afecto hacia los que menos tienen, que son los más expuestos.

El tirano crea dependencia. Construye una especie de pirámide Ponzi al revés: distribuye entre algunos, sus cercanos, sus hombres de confianza, su círculo; estos a su vez distribuyen hacia abajo parte de lo que reciben, bienes, dinero, puestos, parcelas de poder, cada uno en proporción a su rango. Y estos replican nuevamente y forman otro grupo más y van estableciendo incondicionales por lo que reciben. Lo importante es generar dependencia, la idea de que todo lo reciben de allí, de esa fuente que si se pierde se pierde todo. Y qué otra cosa es el festival de subsidios que reciben millones de personas que no salen a trabajar. Es la esclavitud de la que nos habla La Boétie. El líder compra con el dinero que pertenece al mismo que luego le da; pero no se ve, o la comodidad, o quién será capaz de romper el hechizo y enfrentar al líder con los riesgos de perder su parcela de poder. En el Discurso nos habla de tres modos de llegar al poder: por la elección del pueblo, por la victoria en la guerra con el sometimiento del vencido y por la casta, la herencia. ¿No es eso lo que sucede en sindicatos, en provincias, en intendencias? ¿Y para qué?, ¿para servir bien a su pueblo o para prolongar la posición de poder? Y ejercer ese poder sin resguardo del bien común o con fines de enriquecimiento personal. Los Moyano comenzaron a disputar la herencia, se conoció esta semana.

Lo que las instituciones generan es libertad. Es fortaleza de los roles, no de las personas. Es la garantía de los débiles, de que serán escuchados, defendidos conforme a justicia.

El tirano se rodea de los propios, de los que le aseguran la sobrevivencia, aunque, dice La Boétie, es generalmente de donde vienen las traiciones. El estadista intercambia visiones con los diferentes, el líder mesiánico arenga, estimula pasiones, promueve el culto a su persona. El miércoles Cristina Elizabeth Fernández comenzó su discurso hablando de sí durante varios minutos. Es eso, el líder mesiánico vive en la autoreferenciación porque es desde ahí desde donde se construye; poco importa si lo que dice es valioso, lo importante es quién lo dice.

Cuenta Plutarco en Vidas Paralelas que Catón de Útica, Catón el joven, se arrojó sobre su espada para no vivir en la tierra gobernada por César, para no vivir en una tierra en la que se conculcara la libertad, pero falló, no tuvo éxito en su acción; luego de ser curado se arrancó las vendas y se extrajo los intestinos. Para no ser libre prefirió morir.

 

 

 

Catón de Útica

                                                                           Ramón de Campoamor

 

   Rasga su pecho el «último romano»                    

y exclama, deshonrando su memoria:                    

- Sueño es la libertad, humo la gloria,                    

y la austera virtud un nombre vano.-                      

 

   Detén, Catón, la temeraria mano,            

que en huir del dolor nunca hay victoria;                

fiel a ese pueblo, mártir de la historia,                   

muere, si hay que morir, cara al tirano.                 

 

   Torna a ganar la libertad perdida;           

vuelve hacia Roma, y cuando hieran, hiere;                       

si cae la virtud, caiga vencida.                     

 

   ¿Quién su deshonra a su dolor prefiere?             

En las batallas de la humana vida               

sólo se mata el vil; el noble muere.             

 

(*) El autor de la columna es Licencia en Teología (UCA) y Licenciado en Letras (UBA)

 

Argentina Cristina Kirchner opinión peronismo San Juan Pablo II

Comentarios

Te puede interesar

Teclas de acceso