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Opinión

Maldad, cinismo e ineficiencia

Columna destacada

La leyenda convertida en tragedia por Eurípides bajo el nombre de Medea, narra las peripecias de Jasón huyendo con Medea, luego convertida en esposa, y las desventuras de su itinerario. En breve; Medea era una hechicera que cae enamorada de Jasón a cuyo servicio se coloca para ayudarlo en la huida de las tierras de su padre, Eetes. Luego de una serie de pruebas a las que el rey Eetes somete a Jasón para entregarle el vellocino de oro (como dato curioso, hoy el rey de España lleva en su blasón un símbolo del vellocino que representa aquél del que hablamos. Fue una tradición de varios siglos que sobrevivió como emblema de una orden a la que pertenece la casa de los Hausburgo) y Jasón cumple, con el auxilio de Medea, el rey desiste de su promesa, lo que desencadena en la sustracción del vellocino y la huida de Jasón con Medea. Entre ellos tuvieron dos hijos que son asesinados por su madre en revancha por la conducta de su marido al dejarla para casarse con la hija del rey de Corinto. Le reprocha Medea a Jasón que no fue ella la que mató a los hijos de ambos sino la traición de éste al compromiso nupcial.

Esta tragedia de Eurípides tal vez sea la mejor construida por su carga emocional y su potencia simbólica. La obra transcurre con varias posibilidades de lecturas, pero la que me interesa señalar es cuál es la capacidad humana de daño al costo de ser daño autoinfligido o, de otra manera, cuál es el dolor que soy capaz de soportar con tal de producir dolor a otro u otros. Es lo mismo que decir: “si no es para mí, no será para nadie”. Algo parecido al deseo de la mujer que habiendo muerto su hijo quiere que la otra mujer no tenga al suyo; es el juicio que dirime Salomón y narra el primer libro de Reyes, en el Antiguo Testamento. Es desear el fracaso del que ocupa el mismo puesto en el turno posterior, después. Aunque el mal sufrido por un tercero me perjudique.

Cuando nosotros hablamos de cínico, cuando calificamos a alguien de ser cínico, lo que estamos diciendo es que se trata de alguien descarado, procaz, irreverente e irónico; pero por uso corriente del lenguaje decimos también que se trata de alguien con indiferencia antes los efectos o impactos de sus decisiones. De hecho, la escuela cínica nace en la Grecia antigua, después de las lumbreras de los grandes filósofos, e instala un pensamiento que está seguido por una conducta de vida. Diógenes de Sinope es el más célebre de los cínicos; pero hubo una pareja formada por Crates e Hiparquía, la segunda discípula del primero, que contrajeron matrimonio. Él le impuso vivir con el desparpajo y la indiferencia que promovía la escuela cínica que incluía vivir sin comodidad alguna, sin refugio permanente, y con total independencia frente a las costumbres sociales del decoro. De hecho, hacían sus necesidades en la calle, tenían relaciones sexuales a plena luz del día en lugar público, y prescindían de cualquier forma de comportamiento social. La vida de los cínicos era la asimilación a los animales como crítica a las costumbres sociales.

Hoy ser cínico no guarda relación con costumbres de vida, sino con actitudes sociales. Es el uso de descalificaciones, de ironías, de indiferencia frente a los otros; el significado fue mutando, aunque conserva cierto parentesco con su valor original.

La historia de algunos políticos de nuestro país (en los últimos tiempos, por lo menos) tiene ciertas características que sintetizan la maldad, el cinismo, con la incapacidad y la ineficiencia.

Ha sido una semana compleja para el mundo; continua la guerra en Ucrania, renunció el primer ministro británico por corrupto, básicamente por fiestas, como las de aquí, en mayor cantidad de las que conocemos celebradas en Olivos; asesinaron a una personalidad pública en Japón, país pacífico y previsible en el que prácticamente no hay asesinatos. Una semana muy compleja. Cada país tiene su problemática. Nosotros la nuestra.

Efectivamente nuestra semana fue difícil. Nada tan grave como los problemas mencionados arriba, pero permanentes y de tan persistentes insolubles; con una insolubilidad que carcome lentamente las estructuras sociales, familiares, laborales, que van minando de manera permanente los ánimos colectivos. Tomados por separado cada uno de los hechos mencionados en Inglaterra, Ucrania y Japón son más graves, pero los nuestros son permanentes.

Se sabe que la democracia es el sistema de la discusión, debate, consensos y acuerdos. En Argentina no discuten los de diferentes partidos, que es lo corriente, lo normal, lo que sucede por visiones distintas de las soluciones; en Argentina no se ponen de acuerdo los del mismo partido; se vacían de poder, se descalifican verbal, gestual y públicamente. Hasta dónde llegará la ambición de alguien que es capaz de destruir la confianza, la previsibilidad, que se necesita para salir el lunes a trabajar con mínimas certezas.  Y lo más desconcertante es que hoy faltan diecisiete meses para que se vayan y no sabemos cómo los transitaremos. Han nombrado una ministra porque no había otra persona. Creí, honestamente creí el domingo pasado, que la presencia de Massa en Olivos obedecía a su compromiso en el poder ejecutivo y por ese vínculo el ingreso de Redrado en economía, o Álvarez Agis; me ilusioné; creí que se asumiría un rumbo con destino, con gente a la altura de los desafíos de las urgencias; guste o no, se trata de gente con formación para el desafío. Pensé que se iniciaba un camino de seriedad. Al enterarme de quién era la ministra, solo dije que continuaremos en lo mismo, en el desconcierto, la imprevisibilidad, las incertezas políticas, los parches de circunstancias, las restricciones, las prohibiciones; aguantar. Hoy se trata de aguantar, pero falta mucho todavía.

La semana comenzó sin precios en los productos de necesidad primaria; se toman decisiones para aumentar las prohibiciones; cuando no se sabe qué hacer se prohíbe. La gente que gana su dinero tiene derecho a hacer lo que quiera con él, pues no; se llega a prohibir ridiculeces como las compras en cuotas con tarjeta en un free shop; cuánta gente compra en un free shop, qué perjuicio puede significar para las arcas públicas esas compras. Pareciera que la restricción es lo que más cómodo les resulta como solución.

Cómo sigue esto, no lo sabemos. ¿Para qué nombró a un candidato a presidente si no tiene espacio de decisión? Por utilidad personal, por la necesidad de permanecer con poder para atender sus intereses. Qué necesidad hay de discutir la cantidad de miembros de la Corte Suprema; eso es interés absolutamente personal, es desprecio por las urgencias que tiene la sociedad, la producción, la seguridad, la educación y tantos desafíos que no toleran postergación. Es maldad, es mezquindad, es el cinismo que genera violencia.

Escuché muchas veces que los problemas de Argentina son políticos en primer grado, no económicos. Se habla de cientos de miles de millones de dólares de argentinos fuera del sistema productivo; ese es dinero generado por el trabajo de la gente que se defiende de ser estafada por la secuencia de gobiernos ineficientes que hemos tenido (con responsabilidades distintas; no es lo mismo haber gobernado dieciséis años y medio que cuatro). Las diferentes organizaciones sociales tienen su cuota de responsabilidad en la situación actual. Los gremialistas la suya: Barrionuevo, desde 1979, Viviani, desde 1983, Lingieri, desde 1985, Cavalieri, desde 1986, Moyano, desde 1987, Gerardo Martínez, desde 1990, por nombrar a los más conocidos. Hay políticos eternos: Moreau vive desempeñando roles en las distintas cámaras desde 1983; Cristina Elisabeth Fernández es empleada pública desde 1989; lo había sido antes durante su cursada en las carreras de sicología primero y abogacía después. Nombro a algunos de los que están vigentes actualmente; claro que hubo otros a los que les cabe el sayo, pero estos son responsables en parte nada despreciable de la ineficiencia en la administración de la cosa pública, en distintos grados.

Es urgente, por la descomposición social, por la degradación en los ingresos de la gente, por su seguridad cotidiana, por la básica planificación de la vida de las personas corrientes, que haya acuerdos, que formalicen prioridades de una sociedad harta de tanta maldad, cinismo e ineficiencia. Cuánto tiempo resistirá una sociedad que comienza a dudar de tener lo imprescindible para vivir decorosamente. No lamentemos lo que pudimos prevenir y los intereses personales o parciales no lo permitieron. Falta mucho para 2023.

 

 

(*) El autor de la columna es Licenciado en Teología (UCA) y Licenciado en Letras (UBA)

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