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Opinión

Coyuntura política Argentina: Desde halcones y palomas al hegemónico fascismo criollo

El nuevo gobierno nacional evoca ansia masiva de que logre revertir la postración de amplios sectores de la población. No obstante, existe un abismo entre desear auge y poder concretar ese anhelo. Siendo el contexto institucional en exceso aciago, para abrigar esperanza viable de prosperidad resulta indispensable revertir la normativa político-económica que ha propiciado el desquicio que se proclama querer subsanar.Veamos los hechos:

Para comenzar, Argentina es el único país post-moderno del globo. En efecto, el apogeo de nuestra Nación se retrotrae al año 1927, cuando el valor de nuestra moneda eclipsaba a la libra británica y al dólar USA, y Argentina había alcanzado el 70% de la producción industrial de toda Sudamérica (estadística de la CEPAL).

Noventa y dos años de decadencia serial es un hito tan inédito como bochornoso. La contracara de tamaña degradación fue el robustecimiento del tándem político/militar que, operando arbitrariamente, causaron retrocesos y depredación.

La reforma constitucional de 1994 fue el réquiem de nuestro equilibrio institucional, pues la inserción del tercer senador (doble privilegio al ganador) cimentó una hegemonía sobre la designación y remoción de jueces, rompiendo terminalmente la separación de poderes. Por cierto, “hegemonía” equivale a “anti-democracia” por la injusta marginación de las minorías.

La cínica “viveza criolla” trascendió la dicotomía Palomas versus Halcones pues, desde 1994 las “palomas” serían elemento decorativo en el Senado Nacional, sojuzgando el imprescindible debate legislativo por relegamiento numérico: “The winner takes it all”, el ganador se lleva todo. ¿Fortaleza Institucional? Ni por asomo, sino tiranías hegemónicas donde el Estado soy Yo, claro Fascismo Criollo con empoderamiento inverso: Tú me empoderas para que Yo haga lo que quiero contigo bajo la cínica prédica que Yo he empoderado a mi Pueblo.

Las consecuencias de un Estado Benefactor convertido en Estado Depredador por acción (y omisión) de la plebe política y su coyuntura, son catastróficas: Aniquilación de la Salud Pública desde 1966, desguace de la Educación Pública, liquidación de las empresas del Estado (YPF, YCF, Gas del Estado, ENTEL, OSN, ELMA, Correo Argentino, Aerolíneas Argentinas, Ferrocarriles, etc.) en los años 90, con pulverización del valor de nuestra moneda.

Así, comparativamente, una nación -Canadá- con inferior riqueza por habitante que Argentina, actualmente tiene un PBI anual per cápita de U$S 52.000, un 520% superior al nuestro (U$S 10.000). Semejante degradación es posible por el contraste entre autócratas mesiánicos y genuinos demócratas: la ignominia de los golpes de estado, la arenga“Síganme, no los voy a defraudar” del Flautista de Hamelin criollo, o el más explícito Vamos por Todo, en franca discordancia con la actitud del autor de la primera Acta de Declaración de Independencia de Occidente (1776): “Pues sobre el Altar de Dios he jurado eterna hostilidad contra toda forma de tiranía sobre la mente del hombre…” (Thomas Jefferson, vicepresidente de la Unión, septiembre 23, 1800, luego electo presidente desde 1801 a 1809).

Ponderando lo calamitoso de la situación socio-económica actual de nuestro país, surge la fatídica pregunta: ¿podría ser reversible semejante desmadre? A primera vista, parece altamente improbable que los mismos depredadores por milagro se tornasen reparadores. Pero en última instancia, el filósofo madrileño Jorge Santayana (1863-1952) aportó un sensato paradigma: “Aquellos que no llegan a conocer su pasado, están condenados a repetirlo”.

 

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