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Opinión

Borges y yo

Columna destacada

El tema del otro en tanto un doble, como un extraño, alguien que se distingue de uno mismo, es muy frecuente en la literatura. Borges tiene al menos dos cuentos breves que nos hablan del asunto: “Borges y yo” (El Hacedor, 1960) y “El otro” (El libro de arena, 1975); en este último cita a Dostoievski en la novela “El doble”, que se refiere al mismo asunto. En “La metamorfosis”, Kafka habla de un extraño, un ser ajeno al mismo personaje, que es el personaje, un desconocido para él mismo y para su entorno al adquirir la forma de un insecto. También la sicología tiene una clasificación específica para quien siente un desdoblamiento en su personalidad. Pero aquí se trata de una patología que no hunde raíces en la búsqueda de significado para el sentido de la vida. Las inquietudes ligadas a la literatura son una interpelación, con componentes filosóficos, a nuestra identidad, nuestra perdurabilidad en el tiempo. Es una consideración acerca de nuestra libertad, de la construcción de nuestra única identidad.

En el cuento “El otro”, Borges dialoga consigo mismo como con un extraño al que descubre ser él mismo e intercambian opiniones de lecturas, de escritos, discuten sobre temas vinculados a las letras y a la vez se descubren desconocidos. Borges joven le pregunta al Borges viejo cómo no recuerda haberse encontrado con un hombre mayor -él mismo-cincuenta años antes; simplemente lo ha olvidado. También yo soy resultado de mis olvidos. La memoria es aristocrática y deja fuera de las fronteras de sí misma muchos hechos que no clasifican como recuerdos. “Medio siglo no pasa en vano. Bajo nuestra conversación de personas de miscelánea lectura y gustos diversos, comprendí que no podíamos entendernos. Éramos demasiado distintos y demasiado parecidos. No podíamos engañarnos, lo cual hace difícil el diálogo. Cada uno de los dos era el remedo caricaturesco del otro. La situación era harto anormal para durar mucho más tiempo. Aconsejar o discutir era inútil, porque su inevitable destino era ser el que soy.” Así concluye Borges, el viejo. Hay aquí varios temas referidos. La continuidad de la identidad está dada; a la vez, hay una ruptura que llega al desconocimiento del otro, que es él mismo. No pueden entenderse, aunque fuera el mismo yo en distintos tiempos. Ese extrañamiento respecto de otro momento de la misma identidad desestabiliza quién es o quien soy. Pero en virtud de la continuidad del yo no hay lugar al engaño, y aclara: lo cual hace difícil el diálogo. Inquietante consigna, oscura, al menos. Es permeable a múltiples interpretaciones.

En este texto hay reminiscencia de pensadores presocráticos resueltos en la tensión entre la identidad del sujeto en el tiempo y el cambio permanente del mismo, con el paso del tiempo.

En el cuento “Borges y yo” hay un desplazamiento de la autoría de los textos del Borges que narra, al otro Borges que ha escrito. Y plantea hostilidad entre uno y otro Borges, como seres que se excluyen entre sí, que viven vidas diferentes, que se molestan. “Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro”.

Cada uno puede pensar sobre sí mismo si se reconoce en muchas decisiones tomadas años atrás; si se identifica con acciones, respuestas, posiciones frente a otros. O los diferentes momentos nos colocan en lugares diferentes por el simple paso del tiempo y la maduración humana que sucede en él. Podemos concluir con los cuentos de Borges que siendo los mismos somos otros, nos hemos complementado con nosotros mismos, podemos divergir con aquel que habiendo sido continúo siendo.

No es lo mismo considerar al otro que somos con la construcción de la duplicidad. Esta condición habla del componente moral de alguien; de la intencionalidad para construir otra identidad, u otras identidades, a partir de lo que quiero transmitir de mí mismo.  La simplicidad es la contracara y quiere decir que no hay reservas, que lo que se muestra es lo mismo que lo que no se ve. Entiendo que los interrogantes que nos suscitan los textos de Borges tienen por finalidad planteos de otro orden, no morales. Dice Jesús al llamar a Natanael: “Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez”. Lo que Jesús dice de Bartolomé (Natanael) lo entendemos fácilmente, nos dice que es un hombre auténtico, un hombre honesto.

La honestidad, la simplicidad, entendida como lo opuesto a la duplicidad, guarda relación directa con los valores que somos capaces de considerar como tales. Hay algunos de estos valores que no permiten ser dispensados. Los afectos, por ejemplo. Los afectos no pueden impostarse. Cuanto más importante es alguien afectivamente menos lugar existe para el disimulo. Los afectos reales no se disimulan. Por eso se dice que a mayor intimidad afectiva mayor honestidad. No se miente el amor por los hijos, por ejemplo. En otro tipo de relaciones las formas construyen el marco de un encuentro.

Estos días vimos en el diario que la primera ministra de Finlandia, Sanna Marin, fue duramente criticada por estar bailando desprejuiciadamente en un lugar público con amigos. Tuvo que aclarar que ese fin de semana no tenía agenda preestablecida. Desconozco las implicancias de este tipo de pasatiempos en Finlandia; tiene 36 años, además; tuvo que dar explicaciones. Hasta donde entendí, no era un delito, era improcedente para una funcionaria de su nivel. Qué deberíamos decir de Lázaro Báez, conforme a lo que dijo el fiscal Luciani esta semana: Báez tiene el equivalente a la superficie de veinte ciudades de Buenos Aires en estancias, solo en Santa Cruz. El secretario de Cristina Kirchner, asesinado hace un par de años, poseía una fortuna importante: 36 inmuebles, unos 30 automóviles; fue a quien López, el de los bolsos con 9 millones de dólares, señaló como quien le dio la orden de llevar esos bolsos. El secretario de Néstor Kirchner, Daniel Muñoz, muerto hace algunos años, poseía varios departamentos, uno en Nueva York valuado en varios millones de dólares. Rudy Ulloa, de profesión chofer, poseedor de una fortuna importante en medios de comunicación; solo basta con ver la casa que tiene en las Lomas de San Isidro, en la calle Onelli.  Estos son algunos, los que no tenían rango importante en la función pública. Los que sí tuvieron, y confesos, hay varios.

Cuando hablamos del doble, del otro yo, en este caso no hablamos de inquietudes llevadas por los intereses existenciales, filosóficos, o de búsqueda de respuestas al sentido de la vida; hablamos de gente investigada, sospechada y varios ya condenados por la justicia.

El doble en esta acepción es el que construye una identidad que fragua la otra, la genuina; es el que construye una nueva identidad para justificar, por ejemplo, su nivel de patrimonio. Fue muy claro Rudy Ulloa: “no me perdonan el éxito”; así justifica su incremento patrimonial.

El otro, la otra identidad, se construye también a través del discurso. Es crear una identidad, o pretenderlo, al menos, que justifique una acción. Esa identidad puede ser una decisión política, por ejemplo. Es la construcción de una ficción o el disimulo de una identidad inconveniente de ser conocida crudamente. En este caso el otro (el que anuncia) o lo otro (lo anunciado) se reduce a la condición de duplicidad, es decir: tiene una valoración moral; no busca respuestas al sentido de la vida sino a crear las condiciones para decir algo que de otro modo sería inconveniente; por ejemplo: “no me perdonan el éxito”; o descalificar al tribunal o al fiscal porque argumenta de modo inconveniente. De qué otra manera puede llamarse al argumento de la titular de Aysa cuando dijo que no era un aumento de tarifas sino una redistribución del subsidio.

Tal vez en nuestro país seamos muy tolerantes con la mentira de los funcionarios o las instituciones débiles que no controlan adecuadamente, o demasiado cargadas ideológicamente. Frente al caso Vialidad que se instruye en estos momentos, solo quedó el Ministerio Público acusando; ni la OA, ni la UIF son querellantes. Eso es crear condiciones para que los que tienen poder generen situaciones que perjudican al país a lo largo de tantos años. Báez fue empresario desde mayo de 2003 hasta diciembre de 2015 cobrando puntualmente hasta lo que no hizo. No subestimen nuestra inteligencia, que ya de origen es bastante modesta.

 

(*) El autor de la columna es Licenciado en Teología (UCA) y Licenciado en Letras (UBA)

 

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