Así, sin más: ¡Burrada! De qué otra manera calificar esta expresión de barbarie, de falta de inteligencia y sensibilidad. Accionar torpe e injustificado. Justo en un tema que en los últimos años viene adquiriendo notoriedad, protagonismo y alta visibilidad. Porque una empresa quiere estar cerca de la ruta y cerca del tendido eléctrico, hay que desmontar impiadosamente unas cuantas hectáreas, sacrificando hermosos ejemplares de una especie que caracteriza a nuestro lugar. Sin compasión, sin ningún respeto elemental, sin el mínimo sentido común, a lo bestia.

Me refiero claro a la tala salvaje de algarrobos a la vera de la Ruta 60, en la entrada sur de Tinogasta, con el propósito de instalar allí un parque solar. ¡Cómo si no hubiera centenares de otros lugares en que ubicar las pantallas! Y encima con el auspicio de la Municipalidad a través de los funcionarios que autorizaron el atropello.

Después de la salvajada, el repudio de la comunidad pensante, las denuncias mediáticas, una vez atenuado el escándalo, continuarán los irresponsables, seguro, hablando a boca llena (de asado) de Capital alterna, de grandes proyectos e inversiones, pero ya será imposible borrar la mancha irreparable de la desaprensión y la incompetencia ambiental demostrada.

Y seremos motivo (otra vez) de sorna e ironía en el ánimo de aquellos que desde afuera contemplan a una Tinogasta siempre dócil y obediente a las ocurrencias del gobernador y sus ministros, que son los que en realidad deciden en la jurisdicción. Porque todo lo que pasa en nuestro pueblo se cocina previamente en San Fernando del Valle y llega bajo la forma de propuesta imperativa a la que solo resta decir: “Sí, como no. Sí señor. De acuerdo, Señor”.

Detrás de cada obra se esconde un negocio o un negociado, una avivada de alguien que procura sacar una tajada de la circunstancia. Algún pícaro proveedor, algún “empresario” de medio pelo, algún funcionario que está metiendo la mano en la lata de los indefensos dinerillos públicos. Así funciona la cosa, y así funcionará mientras tengamos a cargo gente de poca monta y cortas miras. Sin carácter y sin visión propia.

Este que comentamos es un excelente ejemplo: Hay que poner otro parque solar. Muy bien. Hay que ponerlo junto a la ruta, a la entrada. Muy bien. Hay que atropellar cien árboles. Muy bien. Hay que pasarse la Ley N° 5311 de Bosques Nativos por la cola. Muy bien. Cuando salte el reclamo social hay que hacerse los boludos. Muy bien… Y así hasta el infinito. Podrán pasar años y años y estaremos más o menos en la misma historieta. Porque mientras Tinogasta no desarrolle una mentalidad autónoma, propia, independiente dentro del contexto, casas más o casas menos, obra más u obra menos, seguiremos siendo lo mismo. Y nos seguirán tomando para el churrete los que toman decisiones desde afuera.

Si conoceremos a los que desde hace 10 años ocupan siempre en forma rotativa los cargos expectantes del Estado. Son los de siempre. Los mismos apellidos, la misma voracidad, la misma (falta) de ética. Acomodando parientes de a montones, comprando a la prensa de manera impúdica, apretando al que no esté de acuerdo, mandando patotear o reprimir opositores. En fin, no por algo Catamarca se encuentra en la ubicación que se encuentra, entre las últimas del ranking, cuando se consideran los indicadores sociales más elementales y la calidad de vida de sus habitantes.

Pero ya vendrán tiempos mejores. Tiempos en los que veremos que el árbol se respeta y se cuida, porque en él se sintetiza la fuerza viva que sostiene a la Naturaleza en su sitio. El árbol, que es el símbolo fundamental de la tierra florecida. El árbol, amigo del agua y los hombres y los pájaros. El árbol, del que dijera con tanta justicia Luis Franco: “Leguas brutas de campo en tu sombra se entienden”. Así fue, así debe ser. El árbol inicial, desde el comienzo de los tiempos hasta el último día, objeto de nuestra reverencia y cuidado. Por siempre intocado, intocable, ¡sagrado!