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Opinión

Se disolvió el primer Triunvirato

Si alguien pensó que íbamos a recordar a Chiclana, Sarratea y Paso, integrantes del Primer Triunvirato Patrio, tenemos que comunicarles que éste triunvirato es otro, muy distinto a aquel que fue el continuador de los dos primeros intentos de gestionar la patria naciente luego de la Revolución de Mayo, como fueron la Primera Junta y de la Junta Grande.

Todo lo que sucede en el ámbito del AMBA, en el medio de ésta  pandemia, repercute para bien o para mal, en el resto del país. Al principio, cuando el presidente Alberto Fernández decidió conformar el triunvirato, compuesto por Axel Kicillof y Horacio Rodríguez Larreta para administrar la emergencia sanitaria, la opinión pública observó el fenómeno político con beneplácito y la imagen de los tres, mejoró. Se trató del clásico espejismo que cada tanto suelen provocar los políticos, algo así como tener mucha sed y divisar agua en el desierto, eso es lo que ellos nos producen.

Sin embargo, y por lo visto en las últimas semanas o mejor dicho, en las últimas extensiones de la cuarentena la convivencia política empezó a crujir hasta que el viernes pasado directamente se rompió y se disolvió, cuando Horacio Rodríguez Larreta se cansó de esperar al presidente e hizo sus anuncios en soledad. El Kirchnerismo no tolera un buen gobierno porque la grieta le cae mejor y es parte del relato.

Internamente no se habían puesto de acuerdo, porque Alberto Fernández no decide por él mismo, sino que recibe órdenes directas de la vice, siendo el vocero de la señora, el gobernador Kicillof. En esos intríngulis estaban cuando Horacio decidió la apertura de bares y restaurantes, presionado por los empresarios y gremios gastronómicos, desesperados por la caótica situación en la que están inmersos.  Obvio que Kicillof y Fernández están en desacuerdo, mejor dicho, Cristina y Axel.

Trabajar en forma mancomunada generó problemas internos a una fuerza que no está acostumbrada a compartir espacios de poder. Ser normales, les generó a los kirchneristas la sensación acertada de estar empoderando al enemigo. Y así fue. Del triunvirato disuelto, claramente salió airoso y con mejor imagen el Jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, que de tanto liderar en soledad cada día mejora en las encuestas y suben sus índices de popularidad, mientras que la imagen del Presidente y del Gobernador de Buenos Aires nunca dejan de caer, entonces volvió la zancadilla política, esa que tanto usaba el finado.

Entonces uno encuentra allí, la respuesta a la diatriba presidencial hablando de la opulencia de la Capital de la República, olvidándose que él mismo vivía en Puerto Madero, un barrio típicamente peronista de raigambre kirchnerista, sin olvidar que la Rosadita, la cueva donde el clan de los Kirchner, contaba los dólares de la corrupción con máquinas, estaba precisamente en Puerto Madero, la capital de la opulencia peronista creada por otro maestro, un tal Carlos Saúl Menem, un poroto al lado de estos.

Sólo nos queda la duda en saber si el presidente conoce además de las opulentas avenidas céntricas de Buenos Aires, otros barrios menos generosos, como el bajo Flores, Ciudad Oculta, o si alguna vez saco a pasear a Dylan por la Costanera del Riachuelo o quizás si alguna vez fue a pasear por Nueva Pompeya o se sentó a esperar el tren en Estación Buenos Aires, de noche.  Hay que escuchar tantas pavadas que finalmente la gente comienza a cansarse de los políticos y aparecen los primeros síntomas de hartazgo como ya ocurrió en el 2001.

 

 

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