Dicen que los músicos y los escritores escriben mejor desde el desamor y la tristeza. Hoy, las palabras abundan en un mar de interrogantes y altibajos producto del encierro, y el enfrentamiento a una realidad que si bien nos iguala ante el mismo enemigo invisible, nos pega a cada uno diferente desde el lugar que estamos a nivel económico y social.

Y allí empiezan las comparaciones, entre quien goza de un jardín y quien no; quien debe seguir laburando todos los dias, por mas que las condiciones sean peligrosas, y quien puede hacerlo desde su casa; quien tuvo que cerrar su negocio y quien puede seguir manteniendolo; quien pasa la cuarentena solo y quien la pasa con su familia; y así infinitas diferencias.

Pero aún más, las comparaciones ensanchan en otro punto. La pandemia dividió al mundo en dos realidades: una para mi y otra para el, "que es más afortunado que yo", piensan muchos. Quizás, la realidad de alguno por momento se transforma más bien en un mecanismo de afrontamiento, el hecho de pensar “podría ser peor”.

El gobierno prohíbe actividades por no ser esenciales, pero permite que haya programas donde se sientan a almorzar/cenar sin barbijos, a lamentarse por la pandemia y hablar de una que otra cosa personal, mientras uno se prepara la sopa con un vino para hacer un poco más amena la situación y busca aunque sea “reirse” un poco más, pero eso sí, en soledad, porque no podes ver a tu familia ni amigos. 

Te das cuenta de lo que estás mirando y te frustras; mientras sostenes la copa de vino en una mano, con la otra agarras el celular y empezas a chusmear las redes sociales. Te enteras que vuelve Showmatch: “tenemos todo el protocolo preparado”, dice Tinelli y te indignas más todavía, porque sabes que es un programa donde hay aproximadamente 100 personas en el piso y el conductor es un tipo millonario. De repente, ese intento de alegría con el alcohol y la azúcar del vino en sangre, se transforma en una amargura por saber que tu negocio se está por fundir y no podes re activarlo. Como si fuera poco, lees que Susana Giménez se va en vuelo privado a Punta del Este y encima lees como un conductor va a la casa de los famosos a grabar su programa. 

Hay televisión que nos hace pensar, que nos lleva incluso a lugares que nunca visitaremos o que nos hace reflexionar sobre grandes dilemas, pero también está la televisión chatarra y hay programas que fomentan la incultura, solo buscan “entretener” para distraernos y no estar al pie del cañón. En este contexto de pandemia, sólo dan lugar a preguntarnos ¿Cuál es el verdadero mensaje?.

Casi 100.000 pymes a punto de cerrar, los obreros necesitan trabajar para alimentarse y darle de comer a su familia y así poder comprar el jabón y el acohol en gel para poder realizar el higiene necesario dentro del hogar. Los simples mortales no tienen ese lujo que ven al prender la pantalla. 

Intentas, solo intentas, bajo un profundo respiro terminar la copa de aquel vino que por momentos el paladar goza mientras lava las inquietudes y enjuaga el alma hasta llegar al fondo, mientras la sopa se enfría por la falta de apetito que genera al instante el darse cuenta de la realidad y de la manipulación que hay.

Estamos en cuarentena obligatoria hace 69 días y todavía las preguntas abundan. ¿Porque ellos si y yo no?