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Opinión

Neurociencia: Los Frankenstein modernos

                “La buena salud de la población atenta contra el progreso de la medicina” era el sarcasmo predilecto de un director de la CEPAL. Para propio beneficio, los médicos nos prefieren enfermos, mientras que psiquiatras y psicólogos nos prefieren bastante estúpidos y sumisos al engendro moderno llamado “Neurociencia”, perversa ficción que amerita analizarla en detalle.

Emulando la creación de la británica Mary Shelley que, de vacaciones en Suiza,en 1816ideó la terríficaficción “Frankenstein”, una astuta caterva de psiquiatras y psicólogos decidió auto-erigirse en la cúspide del Olimpo moderno, bajo una máscara tan presuntuosa como ridícula: Neurociencia.

Abordando las entidades Cerebro, Psique, Alma, y Espíritu, se advierte que el primer elemento –el cerebro- es material, mientras que los tres restantes son Intrínsecamente inmateriales. No obstante, neurólogos, psicólogos, y psiquiatras niegan rigurosamente que psique, alma, o espíritu tengan existencia autónoma, enfatizando que esos “entes” son subproductos generados por la actividad cerebral del humano. No dan explicación sobre de qué manera nuestras neuronas pueden –o podrían- por sí mismas producir“bajadas de línea” en auto-comandancia sediciosa, pero… ¿deberíamos creerles? Gran controversia aquí.

Adviértase que seele (alma) y mynde (intelecto) son estados antagónicos en el ser interior del individuo. Si el seele (alma) es espíritu puro, sería inmutable y, por ende, un absoluto reinante en el presente continuo, es decir, en la Eternidad. Contrariamente, el intelecto (mente) es en extremo volátil, inconteniblemente dinámico, pues en milisegundos se proyecta hacia el pasado y, eludiendo al tiempo presente, evalúa aquél pasado tal cual fue, o lo altera a gusto (empeorado o mejorado), y asimismo se proyecta instantáneamente hacia el futuro, imaginándolo lúgubre o prometedor según mejor o peor estado de ánimo del individuo. En tal contexto, desequilibrio mental o caos mentalson expresiones redundantes, pues intelecto es lala mente misma, una entidad caótica e ingobernable. Separando la harina de la paja, puede llegar a comprenderse por qué el Budismo Zen sostiene que adentrarse en la No-Mente(i.e., no-intelecto) es el único estado asequible de plenitud, paz, y serenidad.

 

Inmiscuido en éste terreno inmaterial, el Dr. Sigmund Freud no la tuvo fácil:psicópata sexual, adicto a los alcaloides, y plagiario serial a su archienemigo Paul EugenBleuler, a su colega Carl G. Jung, y a su terapeuta Sandor Ferenczi. No obstante, como buen neurólogo, Freud no era ingenuo, pues, para referir a la actividad volitiva humana, usaba el vocablo germano “seele” (soul, en inglés, alma, en castellano). Pero sus émulos americanos fueron más astutos: desechando el seele (alma) freudiano, usaron el comodín mind (mente), del Inglés Antiguo mynd y gemynd, que significa memoria, recuerdo, acción intelectual. Así distantes hasta del mismo Freud, el ultra-polivalente término mind (mente) abrió ancha avenida para la irrupción del Conductismo Americano (Watson, Skinner, Thorndike, etc.) para dominar el escenario.

En este novedoso contexto, la porfía de los autoproclamados científicos (Neurociencia) afirma que son nuestras neuronas las que construyen una psique como subproducto cerebral, y que, por ende, nada atemporal mora en nosotros. Para sustentar su postura, nos apabullan con realidades muy obvias tales como que hay electricidad dentro de las neuronas y que se producen varias reacciones químicas en las sinapsis que las vinculan, afirmando que a veces nuestro cerebro nos traiciona esporádicamente cuando nos “pone” ansiosos, depresivos, hipertensivos, o furiosos, y nos traiciona terminalmente cuando nos “sentencia” con patologías como el Parkinson’s o el Alzheimer’s.

¿Acaso seremos víctimas de Inquisición Neuronalauto-infringida?

¿Podría existir una insólita “anarquía cerebral”?

En suma, ¿estaremos partidos al medio con un cuerpo biológico y un cerebro diabólico?

No; de ninguna manera.

Veamos la cuestión más de cerca:

Nuestro cerebro recepta estímulos generados por billones de sensores en todo el cuerpo, y reacciona coherentemente. Para ver, nuestra retina actúa químicamente, y ese estímulo químico es convertido en electricidad conducida por “cables” nerviosos a los centros de la visión (lóbulo occipital), donde éste “lee” esa información eléctrica y la “reconvierte” en la imagen cromática que la retina estuviese captando.

Pero, mientras que los animales ven directamente, nosotros “interpretamos” aquello que vemos, por lo que cada uno “ve” a su manera, y ya no hay objetividad, pues la “imagen final” resulta subjetiva, altamente subjetiva, adecuada a voluntad propia.

¿Por qué ocurre esto?¿Quién es ése “intérprete” que distorsiona a gusto una simple imagen?Más concretamente, ¿hay algún “comando exterior” actuando sobre nuestro cerebro, generando “voluntades” disonantes con la realidad?O, por lo contrario, ¿es nomás una “función cerebral” la que crea distorsiones mentales, tal como la Neurociencia Afirma?

Veamos que ocurre con las puntas contrapuestas en tal disyuntiva, usando la metodología matemática de “resolución por el absurdo”.

Según la Neurociencia embustera, deberíamos admitir que realmente existen aberraciones “volitivas” –subversión biológica- en nuestras neuronas, pues a algunas se les antoja extenuarse ante incertidumbres(Ansiedad), cuando otras toman rumbo inverso: imbuirse de amargo escepticismo (Depresión), las neuronas vecinas pueden preferir alternar su acción en dos bandos, uno eufórico y otro depresivo (Manía Bipolar), mientras que centros más anárquicos de nuestra Neo-córtex (corteza cerebral) pueden elegir tomar partido en media docena de equipos a la misma vez(Esquizofrenia), paralizarse temerosas hasta nuevo aviso (Crisis de Pánico), y hasta auto-esclavizarse en trabajo forzado las 24 horas del día (OCD, Obsessive-CompulsiveDisorder).

Con similar criterio de la Neurociencia, neuronas más audaces de nuestra corteza pueden instar huelga de hambre(Anorexia); fingir estar situadas en algún cerebro ajeno (Paranoia); elegir vivir más felices refugiándose en un pasado placentero (Melancolía), o tal vez irse al extremo opuesto, y hacerse infelices repudiando algún pasado ingrato (Fobias).

Tanto absurdo parecería un juego fantasioso de niños, pero no lo es.

En realidad, es un perverso juego de Neurólogos y Psicólogos, cuya necedad no les permite advertir es que es la mente quien comanda a los centros neuronales, pero jamás al revés, tal como ellos insensatamente postulan.

El aspecto triste en la delirante Neurociencia es que, tan porfiadamente negando que alma y mente tengan existencia autónoma, se inhiben para tal vez poder abordar las enfermedades inmateriales:Ansiedad, Depresión, Angustia, Desesperación, Furia, Desolación, etc.Por cierto, ante cualquier desorden emocional, resulta demasiado fácil “echarle la culpa” a nuestras neuronas que, en realidad, son nada más que las víctimas de una psique excéntrica, nunca su “agente del desorden”, y menos aún “instigadoras” de desquicio alguno.

                 Con similar porfía de negar la autonomía de la psique, considerándola efecto y no causa, también se niega el constante “martilleo” mediante el cual la Neo-Córtex asedia al Hipotálamo (el temible proceso de somatización, tan insólitamente soslayado por la Neurología). La catástrofe se desata cuando esa excitación enla corteza cerebral trepida sobre el Hipotálamo (cerebro primario), un vigía con “encendido electrónico” siempre alerta para responder instantáneamente a los estímulos que le llegan.Pues bien, cuando estos estímulos son auto-inducidos, es decir, imaginarios, producen consecuencias drásticas a corto plazo (Ansiedad), a mediano plazo (Depresión), y letales a largo plazo (ACV, infarto, cáncer, Parkinson’s, Alzheimer’s, etc.). Veamos ejemplos de estos últimos:

Al detectar altísimos niveles de ansiedad, una y otra vez nuestro Hipotálamo ordena liberar torrentes de dopamina para tranquilizarnos. En el curso del tiempo, tanto derroche de dopamina termina por aniquilar los centros cerebrales que la producen, y entonces se llega a la “Enfermedad de Parkinson”, totalmente incurable.

Ante niveles desbordantes de obsesión, nuestro hígado y riñones se saturan para eliminar la cascada de adrenalina y desquicio hormonal –la “mala sangre”- en el sistema circulatorio. Nuestro corazón queda en estado crítico de sobreexcitación, y la hipertensión se va a las nubes, con peligro de ruptura vascular. La fisiología cerebral se resiente por el “recalentamiento” que la obsesión provoca, amén de las funciones digestiva, hepática y renal también comprometidas por el descalabro fisiológico originado por el caos obsesivo. Ante semejante callejón sin salida, ¿Qué hace el Hipotálamo? Toma una medida extrema, aparentemente muy cruel: ordena desconectar selectivamente a centros específicos en nuestro cerebro, para así cerrarle el paso a los mecanismos obsesivos de los que fuésemos prisioneros, cuya somatización estuviese liquidando a nuestros órganos vitales, especialmente el corazón.

Este proceso de desconexión inducida se llama Mal de Alzheimer, donde el cerebro queda funcionalmente “agujereado”, con vacíos gradualmente mayores. Así “borrada” gran parte de nuestra materia gris, aunque el ímpetu obsesivosubsiste, ya no puedeactuar dada la extinción selectiva de receptores neuronales que anteriormente le dieran cabida a la corriente obsesiva. Si bien el Alzheimer’s es irreversible, su acción des-conectiva otorga una sobrevida de hasta 12 años.

Las patologías terminales Parkinson’s y Alzheimer’s son evidencia de la canallesca “Neurociencia” que se adentra y dictaminar sobre cuestiones mentales sin saber qué es mente, menos aún cómo actúa, catastrófica negligencia que resulta inhumana y letal.

Por caso, la OMS pronostica que, en el presente año 2020, la Depresión sobrepasará a las dolencias Cardiovasculares como el mayor flagelo mundial en Salud. ¿Qué dice la Neurociencia al respecto? Nada dice sobre el tema, pero bien puede –y lo hace- medicar fármacos SSRI para “estirar” la exigua serotonina, echándole culpas a las neuronas (¿¿??) o a algún gen (Expresión Genética) en el cualLa Creación habría fracasado. Véase la demencial osadía de Psiquiatras, Psicólogos, y Neurólogos (la Neurociencia actual) que,desafiando la monumental evolución biológica que edifica al ser humano, postulan que en lugar del “vigor híbrido” por infinitos entrecruzamientos,esos dos mil millones de años de evolución genética produjeron cromosomas con ADN “fallado” cuya Expresión Genética nos “arroja a ser” depresivos, ansiosos, envidiosos, codiciosos, u obsesivos…

El fraude es burdo: mientras que Neurobiología, Neurofisiología, y Neurocirugía son ciencia pura, la Psiquiatría y Psicología nunca lo fueron ni lo podrían ser, pues en los 8 mil millones de seres humanos no existe ni siquiera dos perfiles psicológicos idénticos. Entonces, psicólogos y psiquiatras lucubraron el rótuloNeurociencia para usurpar categoría de “científicos” con finalidad abusiva. Entre sus faenas, se destaca el engendro TDAH (Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad), cuya sigla en inglés es ADHD. Arbitrariamente, se urde el diagnostico (TDAH) al niño para poder drogarse con sales de anfetaminas (preferentemente, MFD, metilfenidato, suerte de cocaína sintética). Actualmente, en los EE UU hay cinco millones y medio de niños entre 7 y 14 años drogados con metilfenidato “para que sean más obsecuentes con sus profesores”, i. e., Neurociencia Nazi-Fascista en su máxima expresión.

De tal modo, el ficticio monstruo Frankenstein de Mary Shelley aún pervive con cuerpo de psicólogo y psiquiatra pediátricos reales propiciando drogadicción infantil bajo el ficticio estigma TDAH, aberración que amerita la calificación de crimen de Lesa Humanidad.

Para vivir feliz, es mejor conocerse a sí mismo pues, para horrorizarse con estigmas antojadizos, abundan psicólogos y psiquiatras acechando bajo elegante disfraz de Neurociencia, los Prometeo del tercer milenio, conductistas inescrupulosos llegados para quedarse… hasta nuevo aviso.

(*) El autor es escritor, ensayista y Dr. en Ciencias Económicas

 

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