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Opinión

Columna internacional: Las huellas de un arcángel humano, en honor a Mikis Theodorakis

Con la partida de Mikis Theodorakis, una de las personalidades más notables de la Grecia actual, el pueblo griego y el mundo entero quedan huérfanos, aunque con una gran herencia cultural: su música y su ejemplar actitud política. Si bien su obra artística es, en sí misma, un acto político debemos destacar su participativo compromiso por resguardar la democracia de su pueblo. Creía firmemente en los valores de libertad, paz y cultura, los cuales son esenciales para tener un mundo mejor. Fue perseguido, encarcelado, exiliado en su propio país[iii] y torturado; a lo que sumó ser traicionado y prohibido musicalmente en su misma tierra por defender con firmeza y sin prejuicios sus ideales, fundados en el bien común a través del diálogo abierto y el disenso. En la solidez de sus principios se verificaba su dignidad y su entusiasmo en el sentido literal del término[iv].

Escribió música para cine y teatro, óperas, oratorios, sinfonías y más de mil canciones. Ese es el fruto de su actividad artística. Pero como en un manzano, lo importante, más que el fruto, es la semilla. En la manzana, como fruto, no está su verdadero valor. El valor real en potencia lo tiene su semilla. La semilla, paradójicamente, genera la manzana, le envía todos sus jugos balsámicos, sus fuerzas vitales. En la semilla de una planta se hallan concentrados, de modo micrográfico, todas las esencias particulares que le darán su propia identidad. La simiente, en la obra de Theodorakis, proviene de sus vivencias familiares, culturales y políticas.

Es de singular importancia la musicalización que realizó sobre obras de poetas como: Pablo Neruda de Chile (Nobel 1971) “Canto General”, y entre los escritores de su país natal, mencionamos: Dionisios Solomós “Ánoixi”, Giánnis Rítsos “Epitafio”, Odysseas Elýtis (Nobel 1979) “Axion Estí”, Iákovos Kampanellis “Asma Asmáton” y “Mauthausen”, Giórgos Seféris (Nobel 1963) “Poesía”, y “Epifania”, Nikos Kazantzákis “Vida y aventuras de Alexis Zorbás”. De esta manera se convirtió en el compositor que emplazó la poesía musicalizada en la casa de cada ciudadano, del mismo modo que incorporó un instrumento popular como el “Buzúki” (Μπουζούκι) en la orquesta sinfónica. Detalles compositivos que demuestran la importancia que le concedía  al ser humano “anónimo” que trabaja silenciosamente y que con su labor cotidiana contribuye al engrandecimiento de su “topos”.

Varias de sus composiciones fueron interpretadas por artistas de notoriedad mundial: The Beatles, Shirley Bassey, Edith Piaf, Milva y Joan Baez.

La música de Mikis Theodorakis tiene en su esencia el ritmo repetitivo del baile cretense Pentozális (Πεντοζάλης) con ritmo continuo semejante a la consonancia de la armonía universal (συμπαντική αρμονία), como lo define él mismo, y que posee carácter, fuerza, insistencia, obstinación, resistencia.

La resistencia es algo característico de la influencia dórica que tiene la isla de Creta. No hemos de olvidar que fue el pueblo cretense quien, mientras Europa se rendía mansamente a las tropas nazis, se resistió de tal manera que hizo demorar la llegada de los alemanes a Rusia, y al ser ya invierno se les hizo imposible vencer al Ejército Rojo.

Aunque Mikis Theodorakis nació en la isla de Chios (Χίος), sus raíces son cretenses por parte de padre y del Asia Menor por la de su madre. En su persona se combinan la exquisita cultura jónica de Esmirna y la sencillez y fuerza dórica propia de los cretenses. Del mismo modo que en la Acrópolis de Atenas conviven el Erecteion jónico y el Partenón dórico.

“Zorba el Griego” (Ζορμπάς ο Έλληνας), una de sus obras musicales más reconocidas mundialmente, conjuga la fineza jónica con la austeridad dórica. Cuestión que podemos advertir en el baile llamado Syrtáki (Συρτάκι), coreografiado por Giórgos Proviás para la película homónima, baile compuesto por movimientos lentos y rápidos de otra danza popular griega: el hasápiko (χασάπικου[v]).

Níkos Katzantzákis, autor de la novela, y Mikis Theodorakis, de su musicalización, son dos personajes cretenses. En Creta lo dionisiaco y lo apolíneo se fusionan y de modo equilibrado ambos expresan en sus artes la historia del protagonista Giórgos Zorbás, bautizado Alexis por su gran amigo Katzantzakis. La vida agitada y turbulenta de Alexis, aunque no era de Creta, parece tocar una cuerda poética del escritor cretense por alguna sutil identificación con la exagerada libertad de aquel. No es casual que en la lápida de la tumba del escritor-ubicada en Herakleion (Creta)- se lea el epígrafe: “No espero nada. No le tengo miedo a nada. Soy libre[vi]. Y Mikis Theodorakis, cuya vida -en lo político- no fue menos alborotada que la de Alexis, atraído por la novela explota en “Zorba el griego” la fuerza dórica de su terruño con amplia libertad compositiva y logra una de las obras más significativas de su carrera. Nos animamos a decir que Katzantzakis y Theodorakis, cada uno a su manera, llevaban al personaje Zorba dentro de sí mismos.

En la vida y la obra de Mikis Theodorakis se verifica su ideal exaltado con tendencia a la elevación. Entre lo racional y la pasión se encuentra la síntesis (σύνθεση = composición). La tesis y la antítesis constituyen para él la síntesis, porque la antítesis es generadora de la esencia de la vida, y considera que una tesis sin antítesis es igual a la descomposición (aposíntesis = αποσύνθεση) y al caos.

Sus ideales musicales y políticos, además de ir juntos, son faros luminosos que apuntan a mejorar la democracia, a tener una sociedad más igualitaria y, en última instancia, un mundo más justo y humano. En la música, la política y la vida misma, este hombre de estirpe combinaba la imaginación con la experiencia. Y, en el templo dórico de su virtud heroica, se acerca a sus antepasados griegos Epicuro, Sócrates, Zenón o Epicteto, entre tantos filósofos griegos de la antigüedad.

Sus palabras duelen, hieren y hasta son hostiles porque dejan la realidad al desnudo, revelan las mentiras barnizadas de verdad que cubren hipocresías. En su decir y hacer condenaba la jerarquización de la nada representada por estrellas fugaces de un día. Sabía muy bien que la mediocridad adormece y aniquila. Sus reflexiones aun siguen incomodando porque su ejemplo de lucha y sufrimiento las corroboran, y en un autocrítico examen de conciencia advertimos lo distante que estamos de sus ejemplos e ideales. Su idealismo no era dogmático sino experimental, pues apuntaba a la renovación, a la evolución y a la perfección si se quiere en todos los ámbitos de la vida. Su sentido de justicia hacía que los políticos que lo rodeaban lo marginaran, fueran ellos de su partido o de la oposición. La fuerza de su idealismo, en su sincero afán de elevación, tenía como meta la virtud, la justicia y la igualdad, cuestiones que raramente se buscan con sinceridad en el mundo de la política. Si no fuera así, el mundo no estaría como está, colmado de injusticias, iniquidades, deslealtades y sectarismos.

Era un idealista cualitativo que sabía discernir entre lo malo que observaba y lo mejor que imaginaba. Por eso, a la hora de elegir entre la dictadura militar y la democracia de derecha no dudó en elegir la segunda, aun con el costo político que ello implicaba por ser comunista. “Acordar con el rival no significa cambiar de identidad”, solía decir al intentar unir a las corrientes de la izquierda griega por un lado y a todo su pueblo por el otro.

Su música fue escuchada en Grecia y fuera de su país, su palabra, sin embargo, fue ahogada, ocultada e ignorada. Las cerrazones de las ideologías no permiten ver más allá de sus límites. Mikis Theodorakis convertía los límites en bordes con el objetivo de negociar siempre lo más conveniente para la democracia de su país, sin pensar en sus intereses personales, sino más bien en los colectivos de todos sus conciudadanos.

Las duras lecciones de la realidad no mataron su idealismo, este partió con su cuerpo, pero su ejemplo queda vivo. Mikis Theodorakis fue un prócer, original en el campo artístico e imaginativo y rebelde en su medio social.

Su creatividad fue tan grande como su dedicación, su solidaridad tan excelsa como su corporeidad, su apertura mental tan amplia como su dignidad. La democracia y el bienestar social eran sus horizontes y la música, su estandarte. Cantaba con todas sus fuerzas, consecuencia, tal vez, de haber bailado tantas veces con la muerte debido a tantas persecuciones y torturas. A pesar de padecer una y otra vez, era tolerante, generoso y magnánimo, nunca manifestaba rencor, resentimiento ni venganza hacia aquellos que tanto lucharon por acallarlo. La nobleza de su espíritu estaba por encima de esos estados del alma.

Mikis Theodorakis, como el Partenón, es dórico, monumental e imperecedero símbolo de la cultura griega que incluye la democracia y por extensión, al igual que el gran templo consagrado a la Virgen Atenea de Fidias, ictino y Calícrates, es también patrimonio de la humanidad.

[1]  El título del presente escrito está Inspirado en el de su autobiografía “Οι δρόμοι του Αρχαγγέλου” = “Los caminos del Arcángel”. Los arcángeles son mensajeros de Dios. El arcángel Miguel, “Quien como Dios” es guerrero espiritual y el Jefe de los ejércitos de Dios según la tradición hebrea y cristiana.

[1]Mihaíl “Mikis” Theodorakis, Chios 29/07/1925 – Atenas 02/09/2021.

[iii] Mikis Theodorakis luego de la revolución denominada “Dekembrianá” fue detenido por las fuerzas policiales y exiliado en la isla de Icaria dos veces para luego será trasladado a la isla de Makrónisos, donde sufre duras torturas.

[iv] Entusiasmo del gr. Ενθουσιασμός = Εν + Θεός, que significa quien lleva la fuerza de Dios dentro de sí mismo.

[v] Las raíces de este baile se remontan a la época bizantina, y resultaba de una danza que imitaba una batalla con espada del gremio de los carniceros (Hasápis) griegos en Macedonia y Constantinopla.

[vi]Δεν ελπίζω τίποτα. Δεν Φοβάμαι τίποτα, Είμαι Ελεύθερος”.

 

 

(*)  Claudio D. Conenna nació en Tandil,  doctor en Arquitectura (Tesalónica, Grecia). Publicó varios libros y ensayos. El último: En 2020 “Morada de Sabiduría-La Capilla de Ronchamp-Le Corbusier

 

 

Argentina Claudio Connena Columna destacada honor Mikis Theodorakis

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