Saltar menú de navegación Teclas de acceso rápido
{{dayName}} {{day}} de {{monthName}} de {{year}} - {{hour}}:{{minute}} hs.
Dólar (BNA): $865,50 / $905,50
Dólar Blue: $1.100,00 / $1.120,00
Dólar CCL: $ / $
Dólar MEP: $1.069,87 / $1.071,87
Peso Chileno: $99,34 / $99,84
Opinión

Columna destacada: Hacer lo que se debe

Alguna vez leí que ante la pregunta qué harías si tuvieras que morir en una hora, las respuestas variaron hasta que uno respondió: lo que estoy haciendo, lo mismo; porque cada cosa que hago la hago creyendo que es lo mejor y del mejor modo posible.

Eneas, ese legendario personaje de La Ilíada y de la Eneida, logró escapar de la guerra de Troya porque tenía un destino de gloria, según nos narra Virgilio. Efectivamente consigue escapar de la destruida Troya con su hijo y su padre, asistido por Afrodita (Venus) su madre. Y en el largo viaje desde Anatolia hasta Italia recala, con episodios interesantísimos, en Cartago, reino de  Dido. Una tormenta había destruido su flota  y permanece el tiempo necesario para que la reina  Dido, viuda fiel de Siqueo, cayera enamorada perdidamente de Eneas. Ardid pergeñado por Afrodita para que lo ayudara a reconstruir su flota dañada. Eneas también se enamora y dilata la partida hacia Italia. Es Zeus quien por Mercurio (Hermes) le recuerda que su destino era otro, que debía marchar a Italia para construir un destino glorioso que fundara la nueva dinastía. En el cuarto canto de La Eneida se cuenta con ribetes dramáticos la dolorosa decisión que debe tomar el protagonista por obediencia a las órdenes de los dioses. Hizo lo que tenía que hacer. Ni el llanto de Dido, ni su propio dolor, ni la complacencia a sus gustos lo distrajeron de sus deberes luego de la advertencia de Zeus.

Todos hemos escuchado alguna vez que los políticos en campaña dicen cosas diferentes a las que luego ejecutan. Algunas veces por los límites de la realidad, otras por conveniencias de circunstancias. La democracia representativa elige para funciones con fecha de salida. Es la oportunidad que tenemos los electores de corregir o convalidar a los representantes. No obstante los incumplimientos de las propuestas de campaña, por las que fueron elegidos para la función, la realidad impone situaciones impredecibles. Ejemplo de ello es la pandemia que corroe la vida normal. Todos entendemos que ante situaciones impredecibles se esperan respuestas del mismo tenor. Y demostrado quedó en el apoyo masivo que recibió el gobierno al comienzo de las restricciones impuestas frente a la urgencia e ignorancia de qué hacer con el problema instalado. Al pasar el tiempo comienzan a distinguirse los desaciertos por desconocimiento del virus y cómo manejarlo, de las conductas reprochables de los que toman decisiones. No es necesario saber de cada cosa para notar si se actúa bien o no. Hasta aquí una fijación de principios.

Cuando las preguntas son concretas las respuestas deberían estar en la misma línea. Levanta suspicacias que una pregunta simple no pueda tener una respuesta comprensible. Es sospechoso que no se entienda la respuesta  a la pregunta sobre qué pasó con Pfizer.  Por qué no se es claro con este tema. Por qué no terminamos de entender lo que pasó. Por qué no se muestran papeles, si los hay, como los fallidos contratos.

Un tema muy propio de este gobierno es el de los derechos humanos. Creo que ha sido el logro más importante desde el ochenta y tres a la fecha. Cualquier argentino tiene una sensibilidad desarrollada frente a este tema.  También es preciso decir que sensibilidad seccionada. Pareciera que los derechos humanos son diferentes según la posición ideológica de quien los enuncie. Nadie discute los atropellos de la dictadura del setenta. Pero han pasado casi cincuenta años desde entonces. Hemos retrocedido de una pobreza de cuatro por ciento a una de cuarenta y cinco por ciento. Hay regiones enteras postergadas, empobrecidas; hay etnias olvidadas; hay caudillos autoritarios en gobiernos provinciales que se eternizan en su poltrona. Si después de gobernar  más de veinte años  Formosa sigue teniendo los índices de pobreza que tiene, algo anda mal. Por qué cambiaría lo que no se modificó durante tantos años.

Es un derecho humano acceder a la educación de calidad. Aquí va mi testimonio. De adolecente viví, por trabajo de mis padres, en un pueblo de la provincia de Buenos Aires. Cuando llegó la edad de la universidad fui a estudiar a una universidad prestigiosa y demandada, con un examen de ingreso exigente. La formación pública me dio los elementos necesarios para permitirme ingresar. Estudié mucho, pero mis compañeros también. El deterioro de la escuela pública es un cercenamiento al derecho básico para el desarrollo de una persona. No cuestiono el derecho a huelga; cuestiono la defección a la obligación de enseñar.

Tampoco hay que ser especialista en política internacional para notar la tragedia venezolana. Solo caminar por las calles nos permite ver la cantidad de ciudadanos de Venezuela que huyeron corridos por el hambre, por la inseguridad, por la proscripción. ¿Qué pasa con esos derechos humanos no vistos desde aquí?

¿Es necesario ser economista o profesional de comercio exterior para darse cuenta de qué si se deja de vender se deja de ganar?  ¿Es necesario ser un estratega para alertar que si se abandonan mercados los cubren otros?

El texto que referí de La Eneida es muy descriptivo en cuanto al esfuerzo que debió hacer el protagonista por no torcer su destino, su deber. Es un texto cargado de detalles y muy bonito. Parafraseando a Borges, yo estoy orgulloso de lo que leo, no de lo que escribo, porque me permite ver y comprender la realidad de la que soy parte y recorro desde siempre. Me permite distinguir cuando alguien se equivoca porque hace, de alguien que no se equivoca sino que tuerce voluntariamente lo correcto. Y no es asumir un rol de juez sobre lo correcto y lo incorrecto, sino de seguir la misma lógica de los que tuercen esos destinos. Si defiendo los derechos humanos los defiendo siempre, no a veces. Si defiendo la propiedad privada la defiendo siempre, no a veces. Si defiendo la República la defiendo siempre, no a veces.  Cuando asistimos a los debates de los candidatos coincidimos más con unos que con otros porque  nos dicen sus propuestas. Nos dicen qué deben hacer, saben, con su propuesta, lo correcto, lo mejor. Y nosotros elegimos conforme a nuestras coincidencias y preferencias.  A juzgar por lo que vemos (y lo que nos dijeron) nos han mentido y no hacen lo que es su deber. Nos han mentido cuando dijeron volver mejores; nos han mentido cuando decían estar conformes con la Suprema Corte de Justicia; nos mintieron cuando decían querer parecerse a Alemania. Y tantas otras mentiras más. Ciertamente no hacen lo correcto. ¿No hacen lo que deben hacer y para lo qué los electores (¿los dioses? los que mandan?) los hemos elegido.

La leyenda, los mitos, son productos fantásticos, elaboraciones milenarias que buscaban el modo de explicarse el mundo y lo que hay en él. Podría decirse que un personaje legendario como Eneas cumple un rol teórico, que la realidad no es límite en la mitología; y algo de razón hay en eso; pero quienes crearon, leyeron, cantaron y repitieron esos textos desde la antigüedad veían en esos contenidos modelos de conducta humana que respondía a los deseos o la voluntad de los dioses. Y vivían conforme a ellos. Tantos años después seguimos leyéndolos como textos vivos, cargados de sentido. Es porque mediante la leyenda encontramos modelos  eternos de la conducta humana.

 

 

(*) Licenciado en Teología (UCA) - Licenciado en Letras (UBA)

Derechos Humanos Dido eneas Hacer lo que se debe las mentiras de campaña opinión Venus

Comentarios

Te puede interesar

Teclas de acceso