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Opinión

Ajustando términos

El llamado “lenguaje inclusivo” se ha transformado en el último tiempo en una fuente de debates y discusiones de distinto tenor.  La utilización de la letra “E” como forma de neutralizar el género, abriendo la posibilidad de introducir una forma de expresión que nos aleje de entender los géneros en forma binaria, es seguramente su expresión más habitual. Esta forma de hablar se ha generalizado en los grupos más comprometidos con la lucha por la cuestión de géneros, y si bien particularmente no me agrada su uso permanente e indiscriminado, puedo entenderle perfectamente el sentido. Ese sentido es que no debiera entenderse a los géneros de forma binaria, pues no hay sólo dos, y el uso de la “E” abre las puertas a que se incluyan otras decisiones de vida con respecto al género. Está claro que su uso puede resultar agresivo para muchos, e incluso dificultoso para algunos partidarios que a la hora de hablar deben concentrarse tanto en las formas, que se olvidan del contenido de sus palabras. Me ha tocado presenciar esta situación en muchas oportunidades.  Pero más allá de gusto y aceptaciones, se entiende su sentido.

Ahora bien, como toda lucha, existen los cruzados a los que nada les alcanza. Dejo hoy un par de observaciones en relación a la mención de ciertos cargos y adjetivos a los que se utiliza, a mi juicio, muy mal. Por ejemplo,  funciones o cargos cuya denominación finaliza con “L”, como “Concejal” o “Principal”, por ejemplo. En estos casos, el género lo indica el artículo que los precede, pues su mención no denota definición alguna en relación al género. En estos casos, se debe hablar de “EL Concejal” o de “LA Concejal”, y no de Concejalos y Concejalas.  Idéntico caso ocurre con los cargos o adjetivos finalizados en “E”, que también dejan abierta su definición de género al artículo precedente. Es “EL o LA Presidente”, “EL o LA Intendente”. Justamente, la “E” finalizando las palabras es la forma utilizada por los militantes para determinar la apertura a la cuestión de géneros. ¿Cómo puede ser que aquí no se respete? Entender Intendente o Presidente por masculino, es un error que no radica en el idioma sino en nuestro mal uso. No hay Presidentos ni Presidentas, sino solo Presidentes a los que se puede sumar el género con LOS, LAS y, si se quisiera, LES. Pero no cambiando la palabra. El género lo da siempre el artículo precedente. Nadie es “Resiliento” o “Resilienta”, es “Resiliente” precedido del artículo que corresponda.

Por último, una aberración que últimamente escucho mucho y en ocasiones me hace perder el sueño. Hay una persona que tiene la función de hacer pública la palabra del Presidente de la Nación. Su cargo es el de “Portavoz”; explicado, “el que lleva la voz”. Puede ser “El o La” Portavoz. Pero muchos periodistas (trabajadores del idioma y la palabra) insisten en nombrarla “PORTAVOZA”. Muchachos, ya bastante complicado es escucharla a Cerruti como para que además haya que sumarle este espanto. Incluso si se analiza, es un término femenino, pues “porta” (de portar, llevar) es raíz de un verbo, y “Voz” es femenino, “la voz”.  Gabriela Cerruti, además de muchas otras cosas, es “la Portavoz” del Presidente.  El artículo hace innecesario, redundante e incorrecto cualquier otro agregado.

En tiempos de tanta confusión, un pequeño aporte para evitar equivocaciones que son fácilmente evitables.

 

 

(*) El autor de la columna es Profesor de Historia

pablozubiaurre@yahoo.com.ar

 

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