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Columnistas

The Black book

En esa enorme oportunidad que Netflix y otras plataformas nos otorgan en nuestras casas para dar, sin demasiado esfuerzo, una recorrida por diversos lugares del mundo, podemos asomarnos a sitios y culturas de las que poco sabemos.
Pablo Zubiaurre

Por Pablo Zubiaurre

Algunas, que han desarrollado una gran industria cinematográfica han logrado que sepamos muchas veces más de ellas que de nuestro propio país. Otras, llegan de vez en cuando con alguna producción que nos permite asomarnos a aquello que nos es absolutamente desconocido.

Tuve en esa tarea la ocasión de ver “La Libreta Negra” (The black book), una producción nigeriana que aborda una historia contemporánea que se desarrolla en ese país. Una buena película, con buena producción, lograda estéticamente y con alta calidad visual. Pero no soy crítico de cine y estos comentarios no superan el valor que el de un espectador más. Sin embargo, lo que allí se ve permite intentar algunas reflexiones sobre la realidad de ese país africano, que hace algún tiempo apareció en nuestros diarios cuando el Presidente del Banco Central habló de su situación y la consideró aceptable, al compararla con la tasa de inflación argentina. En efecto Nigeria tiene una inflación del 25 % anual, aproximadamente, que aparece como muy digna comparada con nuestro índice de tres cifras.

Claro que no todo es inflación en esta vida. La película muestra la vida en un país sin ninguna calidad ni estabilidad institucional y cómo, en él, la vida puede valer muy poco. La violencia y la corrupción elevadas a la máxima potencia y la fragilidad de los ciudadanos que alguna vez supo existir por aquí. Todo es relativo para quien no integra esa elite privilegiada. La violencia no necesita explicación o ella puede argumentarse con simples mentiras. No hay nada que hacer contra el poder constituido y viciado. Las instituciones no funcionan y el periodismo es débil ante esa fiereza de los poderosos. La libreta negra guarda muchos de los secretos de esa trama de corrupción y cualquier similitud con nuestra “Causa de los cuadernos” es solo casualidad. En todos lados a alguien se le da por anotar.

“La libreta negra”, sin proponérselo por supuesto, nos muestra como no es cierto que estamos en el fondo del pozo, que las cosas pueden ser mucho peor y que la concentración del poder en manos no respetuosas del orden institucional pueden generar dolor en medidas inconmensurables. Nos hemos olvidado de estas realidades, pues el fracaso en lo socio económico no se comparece con los avances en áreas tales como la institucionalidad o la vigencia de derechos. La libertad ha dejado de ser una preocupación para las nuevas generaciones que no la tienen entre sus prioridades y ni siquiera la consignan como un posible problema.

Al ver la realidad de otros sitios que recuerdan a una Argentina pretérita, se me ocurre pensar en la necesidad de centrar los esfuerzos en revertir lo que hay que revertir, sin poner en riesgo lo que se ha hecho bien. No es “romper todo”, sino transformar lo necesario. No es abandonar el barco, sino ordenar aquello que necesita ser ordenado; es no votar sin meditar el voto, en defensa propia. Es no creer que lo mejor es sufragar sin evaluar si lo que nos proponen es factible de ser llevado adelante. No creo que sea bueno pensar que lo mejor es no pensar, sólo reaccionar. Hay una enormidad de cosas por mejorar, y un abismo para seguir cayendo. En el borde, dirían nuestras madres, es cuando más cuidadosos debiéramos ser.

La libreta negra causa de los cuadernos opinión periodismo débil

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