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Columnistas

Se acelera el deterioro del gobierno y del oficialismo

Se acumulan las señales de la desconexión del presidente con la crisis así como de las tensiones dentro de la coalición peronista y de las nulas posibilidades de bajar la inflación.

El año electoral imprimió un ritmo más rápido del esperado al que ya era un fenomenal desgaste del presidente, de la coalición que lo llevó al poder y de las variables macroeconómicas. Podría definírselo como un deterioro interconectado. La única conexión que parece funcionar en este momento.

El deterioro de la figura presidencial alcanzó niveles inéditos en el Congreso, al que Fernández concurrió para abrir el período de sesiones ordinarias. Su discurso apuntaba a dos objetivos contradictorios: defender su gestión para apoyar un supuesto proyecto reeleccionista y congraciarse con Cristina Kirchner, que quiere que renuncie ya a esa pretensión. Así funciona la lógica de un presidente que deambula mareado por el ring.

El autoelogio de su desempeño causó hilaridad en la oposición y disgusto en el kirchnerismo que ve como Fernández lo lleva derecho a un desastre electoral. Reivindicó una performance que despierta un 70% de rechazos. Sus voceros dicen a los medios que va por la reelección (y los medios lo repiten) cuando tiene sólo un 8% de imagen positiva y una intención de voto del 12%.

El intento de acercarse a la vice llegó en la segunda parte del discurso y no le fue mejor. Atacó a la ciudad de Buenos Aires, en este punto la oposición dejó de reírse y empezó a aullar, y a la Corte Suprema.

Del inédito episodio pudieron extraerse por lo menos dos conclusiones. La primera, que los ministros del más alto tribunal del país fueron emboscados por el oficialismo en la mayor vejación institucional que se recuerde. Pero como los jueces se mantuvieron impasibles mientras el presidente los descalificaba a los gritos, terminaron ocupando el lugar de víctimas.

Entretanto la vicepresidente, supuesta beneficiaria de la maniobra, también permanecía impasible. De allí que la segunda conclusión sea que, si Fernández cree que su insólita maniobra lo va a congraciar políticamente con ella, no es un negacionista; simplemente vive en alguna dimensión paralela.

Después de retirarse del Congreso las cosas no le fueron mejor. Había dicho ante los legisladores que Argentina es la energía que el mundo necesita y a las tres horas se produjo un apagón que dejó a 20 millones de personas sin electricidad.

Pero el despiste que pinta de cuerpo entero su estado de desorientación fue la respuesta a la balacera contra un comercio de la familia política de Messi (“algo habrá que hacer”). La remató su ministro de Seguridad: “Ganaron los narcos”. El deterioro es irreversible.

Esta situación ha provocado la diáspora peronista. No sólo la vice le quitó cualquier respaldo al presidente, sino también los gobernadores e intendentes le huyen. Esto desató puja de todos contra todos. Los gobernadores sólo apuntan a salvar el poder en sus provincias, mientras que piqueteros e intendentes se disputan el voto más seguro, el del conurbano.

Los piqueteros Pérsico y Navarro tienen sus propios proyectos electorales contra los que gobiernan dos grandes bastiones K: La Matanza y Lomas de Zamora. La mayoría de los jefes comunales tampoco quiere que Kicillof sea candidato a la reelección; lo prefieren candidato a presidente. Por eso el gobernador, a quien espanta esa idea, se fotografía con Grabois que fundó un partido propio de perfil clasista. En síntesis, un rompecabezas que nadie puede armar por el momento. Habrá que ver si lo consigue Cristina Kirchner que es quien tiene los votos en esa zona.

De todas maneras la causa principal de que la alianza oficialista se haya convertido en un laberinto no es política, sino económica. Sergio Massa no ha conseguido reducir la inflación y en el “establishment” ya nadie cree que lo consiga.

El miércoles en el Congreso se lo vio serio y lejos del palco de los ministros “albertistas”. Prefirió ubicarse en un palco del otro lado del recinto y adoptó un bajísimo perfil ante los medios.

Se espera que la inflación de febrero supere cómodamente los 5 puntos, lo que proyectaría la anual por encima del 100%. El crecimiento del precio de los alimentos ha sido vertical.

Marzo también ofrece complicaciones por los aumentos de gas, prepagas y transporte. Una presión alcista que no sólo lima los ingresos de trabajadores, jubilados y planeros, sino que se acerca a niveles de riesgo. De persistir la actual tendencia se dibuja en el horizonte niveles inflacionarios cercanos a los de 1991.

En este marco Massa puede conseguir que el FMI le perdone los incumplimientos y evitar el “default”; lo que no puede es recuperar el nivel de actividad que para 2023 se estima que no superará más del 2% del PBI. La alta inflación termina convirtiéndose en recesión y genera un escenario electoral impredecible, pero seguramente adverso al oficialismo.

Sergio Crivelli

Twitter: @CrivelliSergio

LA PRENSA

Año electoral Alberto y Cristina elecciones 2023

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