Por Jorge Dimuro

Es necesario que cada uno de nosotros y desde su situación personal debemos esforzarnos por separar el trigo de la paja. Muchos de nosotros hemos aportado más de 40 años y como jubilado, tengo la prioridad y el derecho y más aún que nos permita acorde a la situación que estamos viviendo, de poder recibir una jubilación digna que nos alcance para vivir como nos merecemos los 30 días del mes y no como ocurre, que con las migajas que recibimos, solo apenas nos alcanza a 10 días, que nos arrastra a unas de las mayores ya no decimos pobreza, sino indigencias que tenemos que soportar a lo largo de nuestra vidas de existencia.

Pero no solamente me interesa la situación de nosotros los jubilados, sino la de todos los argentinos que también están sufriendo, padeciendo y soportando, esta tremenda situación a que nos han llevado la dirigencia política de las distintas gestiones que nos han gobernado. Me preocupa que no haya verdaderas políticas de Estado en educación, Salud, trabajo, seguridad para hacerles un poco más accesibles la vida a sus ciudadanos.

Comiencen de una vez por todas señores políticos en concretar el verdadero desarrollo que necesita el País, deberían esforzarse en realizar programas de políticas, para que el pueblo pueda escapar del hambre, de la miseria, de las enfermedades endémicas, de la ignorancia, para así encontrar una más amplia participación en los frutos y obtener una valoración más activa de sus cualidades humanas.

Señores políticos, deberían tomar conciencia de las dimensiones de estos graves problemas y ponerse a trabajar todos juntos en una acción solidaria al servicio del pueblo para ayudarles y producir el cambio, para salir de la asfixiante situación que ustedes mismo lo han llevado. Sepan que hoy el hecho más importante señores políticos del que todos ustedes deben tomar conciencia, es que la situación social en la Argentina ha tomado una grave dimensión y que un pueblo hambriento que clama al cielo de las enteras faltas de lo necesario, que viven en una tal dependencia que les impide toda iniciativa, lo mismo que toda posibilidad de promoción cultural y de participación en la vida social y política, es grande la tentación de rechazar con la violencia tan grandes injurias contra la dignidad humana.

Si tuvieran un poco más de amor y respondieran al llamado de sus ciudadanos, que quieren verse libres de la miseria, de tener y hallar con más seguridad la propia subsistencia, la salud, una estable ocupación, más participación. Basta de ofender nuestra dignidad de hombres y darnos la oportunidad de ser más instruidos, en una palabra, hacer, conocer y tener más para ser más que es la aspiración de los hombres de hoy, mientras vemos que muchos de ellos se ven condenados a vivir en condiciones que hacen perder las ilusiones para poder acceder a éste legítimo deseo.

Sepan que nosotros los ciudadanos sentimos la necesidad de vivir en un País que tenga un crecimiento digno, social y no menos que económico, a fin de asegurar a sus ciudadanos su pleno desarrollo humano y ocupar el puesto que les corresponde en el concierto de las naciones porque ésa es la meta a la que hay que llegar. Por eso le reclamamos que se pongan a trabajar en la construcción de un País mejor, más respetuoso de los derechos y de la vocación de cada uno. Este clamor es legítimo señores políticos; a la responsabilidad de cada uno de ustedes queda el escucharlo y el responder a él.