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Columnistas

Pensar este momento

No es la idea reivindicar nada. No es la idea escribir un reclamo nostálgico de lo que era y no es. Se trata de situarnos en este momento tan complejo, y tanto más complejo para quienes menos recursos tienen; con un dólar que no forma parte de sus vidas pero que sí forma parte de sus vidas.
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¿Hay un gobierno en funciones? ¿Sí? ¿En serio?
Pablo Zubiaurre

Por Pablo Zubiaurre

En este momento de inflación galopante en el que el mes próximo tendremos seguramente la inflación que va a tener Brasil en los próximos doce años. En este momento en que los empleadores, tanto privados como estatales, no pueden equiparar la velocidad de esa inflación, aunque lo quieran hacer.

Un tiempo en el que las obras sociales dejan de cubrir lo que cubrían, en que los combustibles aumentan de precio y se llevan a todos los precios con la suba; Se trata de este momento que todos estamos viviendo y sabemos perfectamente lo difícil que es de sobrellevar.

Este tiempo en que hasta los sindicalistas que estuvieron callados los primeros cuatro meses del año han salido con sus reclamos, que con seguridad serán otorgados para los que presionen con la fuerza y la amenaza de parar el país, como siempre. Para los otros será correrla de atrás. Apenas tibios reclamos sin medidas de fuerza de los gremios docentes que tantas clases han paralizado. Notable. Y no porque les sobre nada.

La pregunta es si hoy, en esta situación desesperante, existe un gobierno. ¿Hay un gobierno en funciones? ¿Sí? ¿En serio? El Presidente no es Presidente porque no puede, la Vicepresidente no es Vicepresidente porque no quiere, el Ministro de Economía no influye sobre la economía porque no sabe. Así y todo, pretenden seguir y se proponen como la solución. ¿En serio alguien cree que las actuales autoridades nominales pueden cambiar esta realidad?

Mi reflexión es sobre cómo reaccionamos ante esta realidad; se necesitan cambios pensados y adecuados con la situación. Ante un estado ineficiente no será solución la destrucción y desguace del estado sin pensar en los verdaderos excesos, aquellos sobre los que hay que ir.

La explosión del estado será negocio para algunos y caos para muchos, y sin dudas el caos de muchos se va a convertir en un problema de todos. No es cuestión de pensar que será problema “de otros”. Los mensajes facilistas e histriónicos, pueden ser tan atractivos como peligrosos.

Ya vivimos mal pero hay un riesgo de vivir peor, si no se evalúa la seriedad de los proyectos. Hay que achicar el estado; sí. Hay que cortar los gastos de la política, sí. Hay que enfocar de otra forma el tema de los planes sociales; sí. Hay que atacar de frente el problema de la inseguridad; sí. Hay que mejorar los sistemas de salud y educativo; sí. Hay que adecuar el régimen fiscal; sí. Pero no se hace con dinamita sino con estudio y planificación. Si el combustible de este proceso es la bronca, será improbable que sea exitoso. La pregunta insoslayable para cada candidato es el ¿Cómo lo hará?

No será evitando la tarea de ciencia y tecnología, ni despreocupándonos del cuidado del medio ambiente que llegarán las soluciones. No será amontonando ministerios que se alinearán las finanzas del país. Cuidado con el péndulo, aunque sea atractivo. Creo que la idea de que no se puede estar peor, es falsa.

Como cada vez que nos encontramos en peligro, tratar de pensar fríamente, evaluar con criterio de realidad, meditar sobre la factibilidad de lo que se propone, parecen ser el camino más adecuado; manejarse impulsados por el enojo, en la política como en la vida, es con seguridad una vía para profundizar todo lo malo que pasa.

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