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Columnistas

Parece perro

Alguien dijo alguna vez que si uno se cruza con un animal que camina en cuatro patas, parece perro, y  ladra como perro, lo más seguro es que sea un perro. Lógica, que le llaman.
Pablo Zubiaurre

Por Pablo Zubiaurre

Sin embargo en nuestro querido país, la lógica social es mucho menos previsible que lo que debería ser, o lo que muchos desearíamos que fuera. Existe una opción por el exotismo, por la ilógica, por la magia, que nos hace un sitio particular. Entretenido.

Lo misterioso, lo secreto, no que no responde a aquello que se ve naturalmente, forman parte de lo nuestro. Desde los inicios mismos de nuestra historia, los espacios de decisión fueron en muchísimos casos diferentes “Sociedades secretas” o “Logias masónicas”, que actuaban consistentemente y con objetivos muy claros por debajo de las instituciones constituidas. No digo que hayan sido malas, en muchos casos se encuentran en la base de nuestra nacionalidad. Estos reductos se mantuvieron con fines muy plausibles a lo largo de nuestra vida como país, aunque fuera de la visibilidad de la gran mayoría de la población.

Tuvimos también elementos esotéricos participando de las grandes decisiones, entre los cuales el detestable influjo de José López Rega sobre la Presidente Estela Martínez sea quizás el ejemplo más conocido. Pero no el único.

Durante mucho tiempo, la Iglesia Católica tuvo tanto influjo –que en menor medida conserva- que muchas decisiones centrales podían llevarse adelante o mantenerse detenidas en el tiempo durante décadas según su veredicto. Un país con libertad de cultos donde sin embargo por muchos años la cúpula eclesiástica manejó a su antojo condiciones que debieron fijar otros ámbitos gubernativos. Qué decir del permiso militar o sindical, en ocasiones socios, decidiendo cuestiones en las que jamás deberían haber intervenido.

Muchos ejemplos confluyentes sean quizás los que nos hacen pensar que lo que se ve, no es lo que se ve. Y por otra parte, quizás sea este artificio que nos muestra como las grandes decisiones no surgen de los sitios de los que deberían, que nos hacen pensar en nuestro carácter mágico. Un golpe del destino puede salvarnos, siempre. Y aunque nunca lo haya hecho, la población sigue creyendo que puede pasar, y apuesta por eso. Creyó en el “Siganmé, no los voy a defraudar”, en el “Vuelve la alegría”, en el “Para poner el marcha al país solo hace falta levantar un interruptor, y listo” y en otras promesas similares. Quizás ahora este convencida que una imposible dolarización nos hará un país solvente.

Hoy leí un X (ex Twitter) de Juan José Campanella en el que trayendo a la memoria aquella extraordinaria parodia que Alberto Olmedo hacía de los dictadores “tropicales”, le advierte al periodismo complaciente que le está facilitando las cosas a un candidato, de lo que es probable que en el futuro tenga que arrepentirse: “Este tiranito de cartón troquelado viene montado en un Caballo de Troya transparente y con carteles luminosos. Periodismo, después no lloren como cobardes lo que no supieron defender como valientes.”

Es que desde la gestualidad, desde la actitud autoritaria que ya demuestra en el llano, desde su evidente agresividad con quienes lo contradicen, desde la concepción de sus propuestas que en nada piensan que más allá de los números existe gente, desde su descalificación permanente, desde su convicción manifiesta de pertenecer a un círculo elegido contra “la casta”, desde su intolerancia ideológica, desde su encasillamiento ridículo de los opositores, desde la seguridad de poder avanzar con sus medidas aunque cualquiera sabe que muy difícilmente pueda hacerlo mediante los mecanismos de la república, de su manifiesta convicción de superioridad, el encumbramiento de Javier Milei se asemeja muchísimo al surgimiento de tantísimos dictadores.

Es un Caballo de Troya transparente, como lo definió Campanella. “Si no se modera, no estamos para aguantar otro dictador”, dijo Eurnekian para quien Milei trabajó tantos años. Mucha gente lo votará en su buena fe, y claramente la voluntad popular es sagrada. Pero si un animal camina en cuatro patas, parece perro, y ladra como perro, lo más seguro es que sea un perro.

Ojalá la historia muestre esta vez otra cosa; ojalá la voluntad popular esta vez no acompañe a un candidato de estas características, ojalá así sea. Pero sepamos que estamos jugando con fuego sobre el falaz argumento de que “no se puede estar peor”. Ojalá muchos argentinos podamos ver esta vez que lo evidente es real. Que el riesgo es mayúsculo. Y votemos otra cosa.

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