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Columnistas

Nuestro patrimonio cultural

La historia se refleja en la cultura y a cada paso de nuestro caminar por la ciudad. Pero apreciamos ese patrimonio como sociedad.
Dr. Ricardo López Göttig

Por Dr. Ricardo López Göttig

Es notable cómo, cuando viajamos al exterior, visitamos museos y antiguos palacios, viejas casonas y venerables templos que son testimonio de tiempos pasados. Y sin embargo, esa buena costumbre la perdemos al retornar a nuestro hogar, como si nuestro patrimonio cultural no fuese lo suficientemente interesante o, quizás, por la certeza de que siempre estará allí cerca y que lo podremos visitar en cualquier momento.

La Cultura es una gran ausente en cualquier programa de gobierno, y luego el patrimonio cultural pasa a ser el gran ausente en las políticas de los ministerios de Cultura. Si los presupuestos asignados tienen la elocuencia suficiente, basta con observar que es magro lo que se les asigna a los museos, archivos, bibliotecas y teatros, mientras el grueso va para la espectacularidad de los festivales, como si no hubiera suficiente oferta en el mercado de conciertos de artistas taquilleros y comerciales.

Lo cierto es que esos museos, archivos, edificios históricos, monumentos y sitios emblemáticos, tienen objetos o son por sí mismos los soportes materiales de nuestra cosmovisión, de un pasado más o menos lejano, y que nos ayudan a aproximarnos a quiénes somos como nación y, más aún, como humanidad. Son parte de un subsistema que se concatena con la educación y la ciencia, lugares de formación continua no sólo para la niñez que concurre a una excursión organizada por la escuela, sino también para los jóvenes y adultos que ya han pasado por las aulas. La conservación del patrimonio cultural genera más y mejores empleos de calidad en cada localidad, así como es un imán para un nicho del mercado turístico, tanto interno como externo, que suele ser altamente exigente.

Hay países como España y Francia, por ejemplo, que reciben anualmente como turistas a la misma cantidad o más que la población que tienen, y que recorren con interés los distintos puntos de su rico patrimonio cultural.

La inversión en el patrimonio cultural es, pues, un motor de desarrollo económico local, por lo que una buena estrategia que coordine al sector público con el privado, así como con los diferentes niveles de los gobiernos, puede abrir caminos hacia otro sector que le brinde dinamismo y crecimiento a nuestra economía.

Así como hay cada vez más conciencia de la enorme importancia del cuidado y la preservación de nuestro medio ambiente, es urgente actuar para el largo plazo y comenzar a debatir la necesaria preservación de nuestro patrimonio cultural, tanto material como inmaterial, para iniciar un ciclo virtuoso de mejor calidad de vida.

patrimonio Cultura

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