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Columnistas

¿Dónde está lo popular?

Por Pablo Zubiaurre (*)

Estamos ante una situación electoral verdaderamente atípica. Ya presentadas todas las listas y candidatos, nos encontramos con un panorama que claramente no es el que comúnmente hemos visto hasta aquí. Hay cuatro candidatos que en las encuestas son la opción de la gran mayoría de los encuestados, los que llegan con alguna posibilidad. Luego hay alguna opción intrascendente y la izquierda, con su histórica dispersión y la adhesión de sectores que todo indica no variarán demasiado de lo que ha ocurrido en el pasado. Dispersa y minoritaria. Sueldo mínimo de $ 500.000 y una recurrente comprobación del Teorema de Baglini.

Esas cuatro opciones que llegan con una teórica posibilidad de alcanzar un triunfo, son opciones que claramente se alinean en el panorama ideológico, del Centro a la derecha. Sacando esa vigésima parte que vota a la izquierda, parece ser que esta vez habrá un porcentaje absolutamente mayoritario que votará opciones alejadas de las tradicionales opciones progresistas. ¿Qué ha pasado?

El peronismo, representado por Massa, el hombre al que Cristina Fernández definió como el “elegido del círculo rojo” en alguna oportunidad, no promete esta vez ninguna política de centro izquierda. Si lo hiciera, pocos le creerían porque lo ven gobernar y nada de eso ocurre. La inflación es demasiado consistente para que la borre ningún relato esperanzador, y la sufren más los que menos tienen.

Milei y sus libertarios aparecen como una opción antisistema, dentro del sistema, lo que de por sí es raro. Propuestas ubicadas en la minimización del Estado y la instalación de una economía plenamente liberal, y de libertades que harían dudar de su equidad al mismísimo Adam Smith, desde el mercado de órganos hasta la libre portación de armas con lo que, seguramente, pretende disminuir el rol de la policía para que cada uno haga justicia a su forma. Final impredecible. Claro que para modificar todo lo que quiere modificar, no tiene un solo Senador, con lo cual su proyecto solo cierra desde el modelo Fujimori, que no fue demasiado exitoso.

Rodríguez Larreta intenta aparecer como un equilibrado centrista que tiene lugar para todos los pensamientos, pero a poco de raspar la pintura, sus candidatos son Pichetto, Espert, Cintia Hutton y compañía, con quienes su estadía en el centro derecha está asegurada. La mezcla que cree indispensable para ganar la elección promete tormenta si tuviera que llevarse a cabo un gobierno compuesto por gente que piensa tan pero tan diferente. Por último, Patricia Bullrich prefirió no escandalizarse por que la ubiquen en la centroderecha, y puso su prioridad en una formación en la que no hay intenciones de vender otra cosa.

Lo cierto es que esta vez, seguramente el noventa por ciento de los votos positivos, o un porcentaje similar, votarán a la centroderecha, más o menos encubierta. No había pasado, nunca.

¿El pueblo se derechizó? Dicho de otra forma, ¿el pueblo se hizo antipopular? Cuatro candidatos acaparan el voto de la gente, claramente ubicados en algún sitio del centro a la derecha. ¿O será que la situación, la historia, la realidad y su interpretación, lleva a ubicar los objetivos deseables en otro lugar? ¿Será que mucha gente ha dejado de creer en propuestas tan mágicas como ineficientes? ¿Será que hoy lo popular, entendido como lo deseado por la mayor parte de la gente, es otra cosa que lo que había sido? ¿Será que los viejos discursos ya no enamoran? ¿Será que para enamorar hay que primero poner blanco sobre negro? ¿Será que la inseguridad en muchos lugares ya no tolera más esperas?, ¿Será que las ayudas sociales no pueden ser la solución definitiva, sitio en el que están estancadas, con una burocracia ventajera que hará lo posible por hacernos creer eso?, ¿Será que se acabó el tiempo para relatos que no pueden corroborarse en la realidad diaria? Por algo las fuerzas políticas buscan desde otra parte.

Quizás hoy lo popular sea un gobierno que pelee seriamente contra la inflación, que atienda las necesidades de la seguridad, que ponga los números en caja para que Argentina pueda ser un país creíble y logre crecer, que reforme la política impositiva para que se pueda producir, que tenga leyes laborales razonables para que haya más trabajo, pues como se ha dicho, para que haya empleo debe haber empleadores. Quizás ser popular sea evitar los excesos en el Estado para que pueda poner sus recursos donde debe hacerlo, tener una educación confiable, pensar que la escuela pública es una opción para todos los sectores sociales; en fin, quizás lo popular se parezca hoy mucho a lo esencial. O así lo vean muchos.

La política, esta vez, debe dar respuestas a una sociedad que quiere otra cosa, y pide con sentido.

(*) Profesor de Historia - escritor - Director de la Editorial Libros del Espinillo

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