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Mapas, libros y diarios

En estos tiempos de vacaciones de invierno, también es propicio para pensar sobre aquello de lo que se habla muy poco y que resulta de importancia crucial para nuestra educación y cultura, como son los libros, los mapas, los diarios, las fotografías, la correspondencia. Todos, de algún modo, guardamos esos recuerdos de nuestra familia, infancia, adolescencia o profesión, y lo atesoramos. Lo mismo ocurre en cada sociedad que aspira a proyectarse hacia el porvenir.


Como están lejos de las cuestiones más urgentes y reciben exiguo presupuesto, es preciso rescatar la importancia de las bibliotecas, archivos y hemerotecas, auténticos faros de la cultura, para recordarnos que más allá de los avatares de la economía y la política, hay algo que somos y permanece a pesar de los cambios de gobierno. Son testimonio de otras voces y visiones, que forjaron un pretérito y que nos legaron mucho de lo que hoy somos y tenemos como nación. La cartografía del pasado nos permite descubrir los viejos límites de las provincias, el trazado de los caminos, el surgimiento de pueblos y ciudades con el correr de los años. Los diarios, cuidadosamente custodiados en las hemerotecas, nos esperan para contarnos aquello que fue noticia en su tiempo y rastrear cuestiones ya zanjadas y resueltas, y otras que esperan serlo en algún momento. La correspondencia, un género hoy ya perdido por la inmediatez de la comunicación en las redes sociales o whatsapp, nos ayudan a adentrarnos en el pensamiento y sentimiento íntimo de una persona que ya no está con nosotros, pero que hablaba de un presente que le resultaba azaroso y de un futuro que no lograba adivinar.


Las sociedades son un contrato entre las personas vivas, las muertas y las que están por nacer, decía Edmund Burke. Hay una correa de transmisión invisible a través de la palabra, la enseñanza, el ejemplo, la costumbre y los rituales que concatena a las generaciones unas con otras. Ser argentinos es infinitamente más que unirnos cada cuatro años en un Mundial de Fútbol, o que concurrir a las urnas a elegir a nuestras autoridades: es un largo y difícil camino en el que hay sueños, aspiraciones, decepciones, pesadillas, intrigas, acciones heroicas y nobles, pequeñeces y grandezas, como en cualquier ciclo vital.


Las bibliotecas, archivos y hemerotecas son instituciones fundamentales de nuestro patrimonio cultural, lugares que deberían ser protagónicos y encarados con visión federal, desperdigados por toda la geografía argentina. Son parte de nuestro sistema educativo, de promoción de la lectura y lugares de investigación para quienes no pueden trasladarse por largos períodos a Buenos Aires. Incorporarlos como parte de nuestro paisaje cotidiano es ir creando conciencia de la importancia de ese patrimonio cultural, tal como ha ido ocurriendo con el medio ambiente a lo largo de los últimos cinco o seis decenios. ¿Es necesario que ocurra una catástrofe, o que se pierda casi todo de lo que nos queda materialmente del pasado, para que le prestemos atención y cuidado?

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