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Política

El club de la acrobacia que alegra las calles de San Fernando

Por Rodrigo L. Ovejero *

De vez en cuando la monotonía del tránsito catamarqueño se rompe, y uno es capaz de admirar un acto circense, de una capacidad física prodigiosa, cuando advierte entre las calles una moto transportando a cuatro o cinco personas. Resulta maravilloso ver el perfecto equilibrio y coordinación que requiere un acto de esta naturaleza, y el optimismo con el cual cuatro o cinco pasajeros emprenden una travesía en un vehículo pensado para dos. Pero dejemos de lado por   un momento los aspectos físicos y mecánicos, para centrarnos en las posibles causas de estos desafíos viales.

Quizás se trate de una competencia secreta, consistente en acumular pasajeros, llevada a cabo por grupos clandestinos cuya existencia y magnitud desconocemos, quizás los conductores se miran unos a otros con el espíritu desafiante, dispuestos a sumar un pasajero para no quedarse atrás. Me gusta pensar que en tal caso se conocen en secreto con un nombre elegante y misterioso, tal como “La cofradía Zanella”, “El club de la acrobacia”  o, por qué no, “Los funambulistas del asfalto”, y que se reúnen en templos secretos, con un manubrio en el altar.

Vale señalar que no solo participan personas de estas competencias, sino que a veces se suman perros debidamente adiestrados, canes que a fuerza de hociquear el pavimento se han concientizado sobre la importancia de mantener el equilibrio.

¿Contarán como un pasajero completo o como medio, en tal caso? Los caniches, por ejemplo, que suelen participar de estas proezas. Porque el caniche es muy de andar en moto, dado que la evolución lo ha llevado a aceptar cualquier medio de transporte con tal de no apartarse de su dueño, sabiendo que se ha alejado tanto del lobo original que no sobreviviría un día sin alimento balanceado y un almohadón mullido.

Caniches al margen, el equilibrio y la coordinación que requieren estos actos es digno de aplaudir. Ni los acróbatas chinos, con su proverbial habilidad para desafiar la muerte en las peripecias más estrambóticas, podrían llevar a cabo un número similar. Mucho menos si se tiene en cuenta la cantidad y calidad de los baches catamarqueños, traicioneros y nómades, que elevan el virtuosismo de estos temerarios en dos ruedas.

Una variante consiste en restar pasajeros pero sumar un artefacto de improbable traslado en moto, como podría ser una cocina, un inodoro o, en los casos más osados, una heladera. En tales casos quien viaja detrás del objeto en cuestión realiza un verdadero salto de fe, consistente en confiar ciegamente (literalmente no ve nada hacia adelante) en el conductor. Hasta donde él sabe, su vida puede terminar en cualquier instante, pero lo que importa es la heladera.

Un observador atento podrá comprobar, además, la jerarquía de existencias entre los pasajeros del vehículo, pues es muy raro que haya tantos cascos como personas, y por eso se puede advertir en esas circunstancias la vida de cuál es más importante, de acuerdo a quienes usan la protección disponible. Casi como una repartija de botes salvavidas en el constante naufragio que muchas veces es el tránsito catamarqueño.

 

* Rodrigo L. Ovejero es abogado y escritor, autor de «Chessmaster y otros relatos», «Tres días en el bar» y «Spaghetti Zombie y otros relatos». Conduce «El Café de Las Bermudas», por FM Universidad 100.7, los martes de 21:30 a 24:00 hs.–

san fernando SFVC

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