La frase—“roban pero hacen”—es casi un mantra en ciertos círculos políticos. En Catamarca, como en muchas provincias, se ha usado para justificar gestiones que combinan obra pública visible con denuncias de corrupción, cartelización y subfacturación. Pero cuando se rasca la superficie, el “hacer” muchas veces está inflado, mal ejecutado o diseñado para beneficiar a unos pocos.
🧱 Obras que se ven, pero no se auditan
Muchas veces se inauguran rutas, escuelas o plazas, pero:
• Los presupuestos están sobrefacturados.
• Las licitaciones favorecen a empresas amigas o carteles locales.
• No hay control técnico ni seguimiento de calidad.
• Se prioriza lo que da rédito electoral, no lo que resuelve problemas estructurales.
1. El relato oficial:
"Catamarca avanza con obras históricas que transforman la provincia.”
Pero cuando se revisan los pliegos, los presupuestos y los beneficiarios, aparece otra historia:
• Empresas repetidas en licitaciones.
• Presupuestos inflados hasta 3 veces el valor de mercado.
• Plazos incumplidos y obras inauguradas sin terminar.
2. ¿Quiénes ganan?
• Carteles de obra pública con vínculos políticos.
• Funcionarios que triangulan fondos vía cooperativas o empresas fantasmas.
• Medios que venden pauta para maquillar la gestión.
3. ¿Qué se pierde?
• Escuelas sin calefacción.
• Rutas que se rompen al año.
• Hospitales con quirófanos cerrados por falta de insumos.
Todo eso también es “hacer”, pero nadie lo muestra.
4. El costo del silencio:
Mientras se celebra una plaza con luces LED, se oculta:
• La subfacturación en minería.
• La falta de control ambiental.
• La precarización laboral en obras tercerizadas.
5. ¿Y el ciudadano?
Se le pide paciencia, se le vende épica, pero se le niega información.
La transparencia no es parte del relato.
La rendición de cuentas, menos.
El relato del “roban pero hacen” ya no convence. Cada obra sin control es una oportunidad perdida para construir futuro. Catamarca merece algo más que cemento con sobreprecio: merece instituciones que respondan, ciudadanos que exijan y una política que deje de actuar como si gobernar fuera montar una escenografía.
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