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El viento sopla y desparrama coplas

La copla es una composición poética, con versos breves y orales. Normalmente, compuesta por cuatro versos octosílabos de rima romanceada. Su origen es hispánico (siglo V) y tiene gran desarrollo en el noroeste argentino.

De acuerdo con el docente, investigador y muséólogo Claudio Bertonatti, el folclorólogo Félix Coluccio recordaba que la palabra copla deviene del latín “cópula”, porque es la unión o enlace de versos que forman cuartetas de diferente extensión silábica (según los casos, penta, hexa y octosilábicas). Tiene gran difusión en la cultura campesina tradicional y se interpretan declamando, cantando o intercalando canto y declamación.

Se expresa como letra de distinto tipo de canciones ejecutadas individual o colectivamente, con o sin acompañamiento musical. Muchas veces, al ritmo de un tamborcito: la “caja”, “vidalera” o “bagualera”, según el paraje. En soledad o intimidad, con simpleza y profundidad. Eso es lo que hace, dicen, "retumbar el corazón".

El titánico recopilador de coplas de Hispanoamérica, Juan Alfonso Carrizo, escuchó y transcribió una enorme cantidad. Algunas son estas, que recordamos en su homenaje:

¡Amalhaya quién tuviera

un caballito de viento,

para dar un galopito

ande está mi pensamiento!

Amarguras he tomado,

y hasta la hiel he bebido,

y no hay cosa más amarga:

querer y no ser querido.

Cuando quiero, quiero mucho;

cuando olvido, olvido luego;

cuando me quieren dejar,

antes que me dejen, dejo.

De lejos te estoy queriendo,

de cerca, con más razón;

el rato que no te veo,

se me parte el corazón.

Si tus brazos fueran cárcel

y tu pecho calabozo,

y yo fuera prisionero,

¡qué prisionero dichoso!

Ninguno cante victoria,

aunque en el estribo esté,

que muchos, en el estribo,

se suelen quedar a pie.

Un diablo se cayó al agua,

otro diablo lo sacó,

y otro diablo le decía:

¿cómo diablos se cayó?

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