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"El mundo está diferente", siente Catamarca

Reunir colecciones de canciones y estudiar sus letras. A eso se dedicó entre otras cosas el investigador de la poesía oral Juan Alfonso Carrizo.

Organizar sentencias y experiencias para articular la música. Investigar. Juan Alfonso Carrizo (1895-1957) fue un investigador argentino de la poesía oral, uno de los más importantes de América. Combinó el trabajo de campo, o de recolección directa, con la investigación erudita. A continuación compartimos una de sus tantas canciones que sacó a a luz.

El mundo está diferente

El mundo está diferente

No está como se fundó,

Mayormente los vivientes

Como lo voy viendo yo,

No hay hermanos ni parientes

Ni amigos en la ocasión.

Si es pobre con más razón

Lo miran como a un estraño,

Miren que todo es engaño

Hoy somos, mañana, no.

Cuando a la presencia estamos

Demuestran que nos prefieren,

Y luego que ya nos vamos

Dicen ellos lo que quieren.

Hoy en día aquel que tiene,

Donde quiera es bien mirado,

Y el que es pobre es desgraciado.

Y en esta razón me fundo,

Que los seres despreciados

¿Para qué andan en el mundo?

Hoy en día por tener

Según me parece a mí,

Que todos quieren decir

«De esta agua no he de beber»

Y puede llegar a ser

Que andando el mundo quizá

De algún pobre precisar,

Porque el mundo vueltas da;

Y en alguna adversidad

Un pobre lo ha de salvar.

Bien pueden considerar

Lo que en un tiempo pasó,

De un pobre que adivinó

Lo que un rey vino a soñar;

Y lo vino a coronar

Porque eso le fué bastante,

No dude pues un instante

Aquel que caído se vé

Se levante por sus pies

Y vuelva a salir triunfante.

Como el que cáido se vé

En la cama padeciendo,

Así yo vivo sufriendo

Por la fuerza de mi mal.

Pues padezco un mal mortal

Herido de parte a parte,

Mas como soy ignorante

En esta razón me fundo,

Por las vueltas que da el mundo

Pueda ser que me levante.

El fin con que el hombre nace

Nadie lo puede saber,

Porque el tiempo en su correr

Le va cambiando las faces,

Y un hombre de un alta clase

Se vio de pronto caer.

Así deben comprender

Que los cáidos se levantan,

Y plantas que se quebrantan

Han vuelto a reverdecer.

Paul Groussac.
Paul Groussac.

Esta canción sentenciosa reproducida respetando la grafía y dicción original fue recopilada por Juan Alfonso Carrizo. En este rescate puntual acotó que la “cantaba en su vejez don José Elizalde, de Santa María, en 1907 ó 1909” y ya por entonces la suponía muy antigua. Este estudioso nació en San Antonio de Piedra Blanca (hoy, Fray Mamerto Esquiú). Su compendio de cancioneros populares vieron la luz de forma escalonada, dedicando un volumen a cada una de las provincias donde investigó: Catamarca (1926), Salta (1933), Jujuy (1935), Tucumán (1937) y La Rioja (1942). El de Santiago del Estero (1940) con comentarios y prólogos eruditos. Carrizo se convirtió a fuerza de trabajo en el mayor investigador de la poesía oral hispanoamericana. También en uno de los folklorólogos más respetados. Tras su muerte, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) adquirió su fabulosa biblioteca para conformar la que lleva su nombre en el Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (INAPL).

Paul Groussac escribió en 1904: “Creo que es necesario y urgente, antes que la rápida evolución del país acabe de borrar nuestras huellos originales, reunir en colección todos los elementos genuinamente argentinos de la antigua vida campestre, que se tornará muy pronto legendaria: hábitos, estilo, poesía, música -algunos de un sabor incomparable. Tal obra se ha realizado, total o fragmentariamente, en casi todas las naciones europeas y americanas -y hasta en el Brasil. Para nosotros la empresa sería relativamente fácil, si fuera colectiva. Una comisión central en Buenos Aires, -que podría constituirse en la Biblioteca- distribuyendo comisiones locales en todas las provincias y territorios, realizaría cumplidamente esta obra patriótica.

Al pronto, no se trataría de seleccionar; habría que pedir y agradecer la colaboración de todos los hombres de buena voluntad que tienen o han tenido contacto con la vida campestre (y ¿quién de nosotros no lo ha tenido?)”. Sus palabras nos llegan con vigencia y la necesidad de hace un siglo sigue en pie.

Quién canta sus penas las espanta.

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