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Política

Músicos callejeros: cada ciudad tiene los suyos, también Catamarca

Por Rodrigo L. Ovejero *

Al igual que muchas ciudades, Catamarca también tiene su cuota de músicos callejeros, artistas itinerantes que ofrecen su canto a voluntad, dejando sobre el suelo algún sombrero o estuche de instrumento, para que el público ocasional colabore con sus finanzas. Usualmente su naturaleza ambulante hace que no persistan demasiado en el recuerdo de su público, que en las pocas veces que los recuerda lo hace por ubicación antes que nombre. "El que cantaba en La Alameda", rememoran, sin dato alguno sobre su identidad.

Yo, por ejemplo, recuerdo a uno que solía atormentar a quienes caminaban por la plaza principal de nuestra ciudad con versiones sentidas, pero técnicamente reprochables, de grandes clásicos latinos. Incluso a veces se animaba a composiciones en inglés, por desgracia. Apostaba, quizás, por el sentimiento antes que la entonación. Apostaba y perdía, como perdíamos todos los que teníamos la desgracia de escucharlo. Qué difícil era cruzar la plaza sin taparse los oídos.

De Titanic al sikus

También hubo una época en la que un conjunto de aborígenes de origen confuso -tenían características de varias civilizaciones diferentes, abarcando América de sur a norte por completo-, hacían música con instrumentos de viento y bases electrónicas. Me permito dudar de su pertenencia a pueblos originarios, quizás de prejuicioso que soy, quizás porque vi números similares en otras ciudades, a la manera de sucursales. Uno caminaba por la Rivadavia y se encontraba con una tribu imposible de identificar que tocaba el tema de Titanic una y otra vez con quenas y sikus. Si eso no es la globalización, yo no sé qué es. Al día de hoy no puedo ver morirse a Di Caprio sin que suene en mi cabeza un sikus.

Sin embargo, en esta ocasión quiero hacer mención a uno en particular, con quien he tenido funestos encuentros en los últimos tiempos. Ya van dos veces que lo escucho cantar, a la salida de un cajero electrónico, "Sobreviviendo", de Víctor Heredia ¿Cómo pretende que uno le de parte de su sueldo si va a estar cantando ese tema? ¿No quiere cantar, ya que estamos, Coche Viejo, de Os Paralamas, o alguna otra canción que me recuerde mis dificultades para subsistir? ¿Acaso cree que recordándome mi pobreza voy a decidir compartir mis pocos pesos? Es urgente que reflexione sobre su repertorio, pues en otras ocasiones también lo escuché cantar canciones que no inspiran en absoluto a la gente a desprenderse de su dinero. No soy experto en el tema, pero tal vez consiga mayores beneficios tocando algo más festivo. No voy a emitir juicio sobre su calidad como intérprete ni sobre su entusiasmo, pero dudo de lo acertado de sus decisiones. Es como ir a cantar una serenata y tocar "No se puede vivir del amor" de Calamaro o ir al servicio penitenciario a cantar "Libre" de Nino Bravo, no es exactamente una buena combinación.

Reflexiones al margen, ayudemos a los cantantes callejeros, siempre es bueno que la ciudad tenga expresiones artísticas en sus espacios públicos. Si son buenos, les demos dinero para apoyarlos. Si son malos, siempre podemos pagarles por callarse.

* Rodrigo L. Ovejero es abogado y escritor, autor de «Chessmaster y otros relatos», «Tres días en el bar» y «Spaghetti Zombie y otros relatos». Conduce «El Café de Las Bermudas», por FM Universidad 100.7, los martes de 21:30 a 24:00 hs.–

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