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Opinión

La diáspora peronista

Esto ocurrió por dos causas. En primer lugar, los dirigentes se ven perdiendo el poder a corto plazo y están corriendo a los botes, atropellándose entre ellos; en segundo lugar, carecen de conducción. El historiador José Luis Romero decía que el peronismo tiene mentalidad de estado mayor. Hoy la tropa está amotinada y no hay quien la encuadre.

Alberto Fernández hizo una gestión pésima y los peronistas lo consideran el principal responsable de la próxima derrota en las presidenciales. El fracaso lo desautorizó y lo debilitó hasta el punto de obligarlo a ceder el manejo de la economía.

Los actos, por lo tanto, se hicieron sin su presencia. Nadie lo invitó y él juzgó prudente no asistir. De haberse subido al palco de la Plaza de Mayo habría pasado un mal momento.

Pero el Presidente es irrelevante para el oficialismo. Es una suerte de general sin tropa; un militar de escritorio.

La batalla real es entre tres fuerzas desparejas, pero que pretenden quedarse con la franquicia peronista: la CGT, el kirchnerismo y los piqueteros que gerencian multitudes de pobres en el conurbano. Un ejército de ocupación de las calles porteñas financiados con monumentales fondos del Estado.

Las imputaciones que se cruzaron fueron el inicio de las internas de 2023. El sindicalismo lanzó una agrupación para competir por cargos electivos. Llamaron a los kirchneristas "peronistas disfrazados", falsos peronistas; los verdaderos serían los caciques gremiales. Un viejo pasatiempo peronista: quiénes los son y quiénes lo simulan. El problema es que hoy no está Perón para separar a los réprobos de los elegidos.

Los kirchneristas, por su parte, usaron otra vieja estrategia peronista: llamar traidores a quienes no se pliegan a su voluntad. Les reprocharon, además, pelearse por cargos en medio de la presente crisis como si ellos, los kirchneristas, no estuvieran en el gobierno y no tuvieran la responsabilidad de resolverla. Pidieron control de precios, ley de medios y Cristina Presidente. En suma, volver a empezar como en 2003.

Hubo además expresiones que sólo pueden ser tomadas como humoradas como la del sindicalista Yasky llamando "parásitos" a los empresarios. Yasky, un sindicalista de empleados públicos.

La tercera facción de la interna que armó un acto fue la de los piqueteros. Quieren que no se suspendan las PASO, ya que cuentan con muchos cargos electivos y ahora van por más. Quieren controlar la capital del peronismo: La Matanza. Hablan de "limpiar" el partido. También dicen que no pueden vivir más en situación de abandono en que se encuentran. Habría que avisarles que La Matanza viene siendo gobernada desde hace casi cuatro décadas ininterrumpidamente por el peronismo. En síntesis, el oficialismo se divide, se desentiende del Presidente y de la crisis y usa el 17 de octubre para que quede claro que el Frente de Todos es agua pasada.

Sergio Crivelli

Twitter: @CrivelliSergio

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