En Catamarca, el deterioro urbano dejó de ser una excepción para convertirse en norma. Las calles, la recolección de residuos, el alumbrado público y los servicios básicos muestran una ciudad que se desmorona en silencio, mientras la gestión pública parece mirar hacia otro lado.
🚧 Calles que no conducen a nada
Baches, grietas, veredas rotas y pavimento inexistente. Transitar por Catamarca es una experiencia de riesgo, especialmente para adultos mayores, personas con discapacidad y niños. La infraestructura vial no solo está colapsada: está invisibilizada por quienes deberían garantizar su mantenimiento.
🚮 Basura como paisaje cotidiano
La recolección de residuos es intermitente, desorganizada y, en muchos barrios, directamente ausente. Las bolsas se acumulan en esquinas, los contenedores desbordan y los vecinos improvisan soluciones frente a un servicio que debería ser esencial. ¿Dónde está el control? ¿Dónde está la planificación?
💡 Alumbrado público: la ciudad en penumbras
La oscuridad se ha vuelto parte del paisaje urbano. Farolas apagadas, luminarias rotas y zonas enteras sin iluminación favorecen la inseguridad y el aislamiento. El alumbrado público, lejos de ser una herramienta de protección, se ha convertido en otro símbolo del abandono.
🧱 Servicios básicos: una deuda estructural
Transporte público deficiente, agua con presión irregular, cloacas colapsadas y telefonía inestable. Los servicios esenciales están lejos de cumplir su función. La ciudadanía paga por prestaciones que no recibe, mientras los responsables acumulan excusas.
Catamarca no necesita promesas: necesita gestión. No necesita discursos: necesita obras. Cada calle rota, cada bolsa de basura sin recoger, cada farola apagada es un recordatorio de que el Estado está ausente donde más se lo necesita.
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