Tras un prolongado lapso en el que había disfrutado de los beneficios de una cuenta bancaria de sembrado admirable (todo un profesional y un guerrero, el Chino de Margarita), algo cambió en sus fuentes de interés y jamás, al parecer, recobró la firmeza de su decisión de colgar los guantes.

Ni siquiera cuando en enero de 2019 volvió de Las Vegas tras un periodo de entrenamiento que se suponía lo llevaría a una segunda etapa de su brillante campaña y no bien bajó del avión en Ezeiza declaró que no habría vuelta atrás.

En realidad no quedó demasiado claro entonces el motivo primordial de su declinación: si diferencias con los empresarios que lo habían convocado o el registro de limitaciones insalvables para la alta competencia.

Como quiera que haya sido, quedó flotando la sensación de que más tarde o más temprano pulsaría en Maidana esa especie de mandato que pulsa en los boxeadores en general y en los que se retiran jóvenes en particular sin haber dado con un sustituto de motivación más o menos plausible: volver a pelear, prometerse un regreso pleno, por qué no glorioso.

Tal vez en ese contexto volvió a atravesar la fragua del gimnasio, bajar 30 kilos y dar forma a un compromiso público a manos enguantadas, aunque por cierto por una vía atípica, susceptible de ser confundida con una mera búsqueda de show y notoriedad: en abril iba a afrontar un regreso informal, una suerte de exhibición ante Jorge Cali, “Acero”, una figura emblemática del kickboxing argentino.

Por tratarse de alguien entrañable como el Chino que estuvo 24 rounds cara a cara con el mismísimo Floyd Mayweather y en algunos fragmentos le mostró cuántos pares son tres botines, es justo que se le conceda asidero cuando afirma que su experimentación con un luchador de las artes marciales no dejará de representar una medida que tienda a una causa superior.

Pandemia de por medio, todo está por verse y vaya a saberse cuándo se verá, pero descontado que en el mejor de los casos al Maidana boxeador de mañana le serán ajenos los fulgores de su juventud, y que la dimensión de su eventual retorno es un intangible, un interrogante en el vacío, dispone del apreciable capital de no haber recibido un castigo excesivo.

Entretanto, el Chino Maidana y uno de sus rivales más encarnizados, el estadounidense de origen mexicano Víctor Ortiz, que lo tuvo tres veces por el piso en junio de 2009, acaban de escribir una bellísima página vía Instagram Live en la que se deslizó el augurio de una revancha que no por lejana empañará lo que fue un verdadero canto a la nobleza del boxeo.