Adjunto el prólogo realizado por el historiador Norberto Galasso: La pandemia, con su inevitable enclaustramiento, el frío del invierno y los inevitables achaques cuando ya se transitan los 86, se complotaron para provocarme cierto desánimo que era imposible disipar con los medios de comunicación –horribles en su mayoría- que nos gobiernan casi en su totalidad.
Pero, un día apareció un amigo- Matías Tripicchio con una carpeta que venía del lejano noroeste argentino donde se exaltaba la figura de un héroe olvidado: “Felipe Varela”. El ensayo lo firmaba Víctor Hugo Robledo, algunos de cuyos libros sobre historia yo conocía a través de militantes del campo nacional. Y ese aporte me reencendió el entusiasmo. Me alejó de los informes amenazantes del Covid, del encierro y del ataque sistemático de los medios de comunicación mitristas que abundan en esta ciudad.
Una vez más, el espíritu de la Patria Grande vino a redoblar esperanzas y ganas de pelea en estos pagos siempre atentos a mirar hacia el océano y rendirse ante las novedades exóticas, en vez de abrazarse a nuestras luchas populares, casi siempre sin recursos, pero con indetenible fe en el futuro de Liberación e igualdad social.
Usted, lector, recordará seguramente, como me ocurre a mí, la maniobra oligárquica que nos presentó a Varela como un facineroso, bandolero, sanguinario y además, traidor a la patria, más chileno, boliviano y paraguayo que argentino.
Seguramente, como me ocurrió a mí, habrán llegado a sus manos algunos intentos de rescatarlo en su verdadera dimensión popular y latinoamericana. Quizás el “Pepe” Rosa, cuando lo apodó a Varela el “Quijote de los Andes”, aunque su nacionalismo bonaerense lo llevó a omitir frases de Varela criticando a Rosas y al centralismo porteño.
También quizás pudo leer “Felipe Varela contra el Imperio británico” de esos militantes nacionales que fueron Ortega Peña y Duhalde, aunque también se equivocaron al suponerlo un ingenuo esperanzado en Urquiza y errado en su valoración de Rosas, a quien reconocerle la Vuelta de Obligado no debe significar el olvido sobre su control de las rentas de la Aduana porteña, ni el otorgamiento de tierras otorgadas a gente que sería luego nuestra oligarquía vendepatria.
Con más dificultad quizá usted llegó quizás a Fermín Chávez, argentino y latinoamericano, así como a algunos historiadores del noroeste, con pocas editoriales y escasa publicidad, para ir acercándose a la verdad sobre el caudillo catamarqueño.
En mi caso, con poca información, fui uno de esos que vituperó a la mentira mitrista y denunció que era falso aquello que “Felipe Varela matando viene y se va” que cantábamos los chicos de nuestras escuelas presuntamente apolíticas. Pero ahora viene Víctor Hugo Robledo a mostrarnos a Varela en su verdadera dimensión.
No sólo el enemigo del” tirano Mitre”, como lo señala Varela en sus proclamas, sino el caudillo popular inmenso en las luchas de la Patria Grande, el verdadero Varela no con consignas ni elogios a disgusto como ha sucedido en algunos casos, sino con una investigación seria, profunda, que recorre archivos, cartas perdidas, bibliotecas desconocidas para adentrarse en la verdadera condición del caudillo.
Robledo amplía su investigación al ámbito internacional y aborda la intención colonialista que prevalece, especialmente en Gran Bretaña y asimismo en España. El viejo colonialismo español reaparece en la invasión de las islas Chinchas cercanas a las costas del Perú, el naciente imperialismo británico se esfuerza por derrotar a los caudillos y consolidar su alianza con el mitrismo después de Pavón, radicando su red ferroviaria y la acción de sus Bancos, al mismo tiempo que pretende resolver su pérdida de las colonias de Norteamérica, especialmente en materia de algodón, con el sometimiento del Paraguay de los López, por entonces el país más desarrollado de América Latina.
Contra esa poderosa acción invasora se alza Varela jugándose junto a su Patria Grande por la libertad y el bienestar de su pueblo. Así declara “estar a punto” para pelear contra “esos malditos godos y salvajes unitarios” retomando los principios revolucionarios de San Martín y Bolívar.
Ante la invasión española, se ofrece a sumar fuerzas a Chile y a Perú. Ante la Triple Alianza con financiación británica se juega en la Revolución de Los Colorados alzando al noroeste (“Soy tan López” como el Paraguay) y enarbola la bandera de la Unión americana, como asimismo repudia la prepotencia francesa en Méjico.
A su vez, frente a la soberbia porteña de quedarse con el puerto y la aduana únicos en perjuicio del resto del país, unifica a las provincias del noroeste contra quien califica de “el tirano Mitre”. En esas luchas organiza sus fuerzas sumando soldados chilenos y bolivianos y no vacila en dar la vida ni jugarla en los combates, para logar la liberación con sus escasos recursos”.
Con los enemigos se trata como ellos nos tratan a nosotros” y compensa falta de armas con coraje y espíritu patriótico. Nos muestra así al caudillo que no quería derramar sangre de hermanos y solicitaba combatir en las afueras de las ciudades, el que asumió la bandera de Alberdi denunciando el despojo de Buenos aires al quedarse con los recursos de la Aduana y gestar una semicolonia que son todavía dos países conviviendo el lujo porteño y los privilegios del litoral con las necesidades insatisfechas tanto en el sur como en el noroeste.
Pero Robledo no se queda en la reivindicación del caudillo, sino que cuando aparecen en la escena sus cuadros revolucionarios, sus segundos hombres como Santos Guayama, Estanislao Medina y tantos otros, indaga sobre ellos, sobre sus vidas, sus luchas y nos los muestra a esos a los que Mitre, Levene y Halperin Donghi, precisamente han dejado fuera de nuestra historia, sólo recordados en la tradición oral de los pueblos del interior.
En su relato, Robledo se detiene en recrear el paisaje y el orden social en el que se producen los acontecimientos. Y no solo menciona al lugarteniente de Varela sino que se detiene en ellos e indaga en sus vidas, en su heroísmo.
Allí desfilan esos hombres que la escuela ha eliminado de su seno, que ha ignorado premeditadamente. Así se suceden los que sufrieron censura y anonimato por los historiadores mitristas tan cuidadosos y exigentes en sus citas, y también los rosistas sometidos al puerto y la pampa húmeda dejado en el olvido.
Introduce entonces en este relato de la Unión Americana a los desconocidos: Carlos Juan Rodríguez, Aurelio Salazar, Estanislao Medina, Emilio Castro Boedo. Francisco Álvarez, Carlos Ángel, Feliciano Ayala, Juan de Dios Videla, Pedro Viñas, Manuel Arias, Carlos Álvarez, Severo Chumbita. Y da su lugar merecido a Dolores Díaz “La tigra”, todos ellos luchando contra “los negreros traidores de la Patria”.
Esta historia magnífica de la Patria vieja, gracias a Robledo, me sacó del desaliento y me renovó las esperanzas en la Argentina igualitaria, en la Patria Grande libre y unida. Por eso, desde esta ciudad mitrista le mando un fuerte agradecimiento a Víctor Robledo. Seguramente que los importantes matutinos no le darán comentarios en sus trescientas bocas de difusión de mentiras, pero usted debe saber que la militancia popular agradece profundamente su aporte, que el pueblo latinoamericano ya lo tiene ahora a Felipe Varela y a sus hombres, como a los grandes de la Patria.
Gracias, Robledo y un fuerte abrazo. Norberto Galasso. Adjunto Link de inscripción y ubicación de la Escuela N°171- Aula N°10. Los esperamos.
Gracias por difundir la invitación a toda Catamarca.
https://docs.google.com/.../1FAIpQLSckRBeqeyT.../viewform...
Link de inscripción y ubicación de la Escuela N°171-Aula N°10:
https://www.facebook.com/1207527755/videos/pcb.10232755337044931/211596918474817
Fuente: muro de Facebook de la profesora en Historia Mónica Olivera
Comentarios