Por Maria Belen Cura

Les quiero contar un secreto, quisiera que por favor mis palabras queden guardadas, nunca pensé en decirle esto a nadie jamás, pero llego el momento…

Al hacerlo no diré mi nombre, no diré mi sexo, ni mi edad siquiera, no quisiera que me juzguen por lo que soy, o por quien soy.

No se si alguna vez alguien creyó que lo que ocurriría sería posible, no sé si mis conocidos estarían al tanto de todos estos pensamientos que ahogaban mi mente.

Esto ocurrió una tarde, donde, con amigos, nos juntamos a tomar un café, en el bar de siempre, esta vez la diferencia fue que, como llegue antes, pude sentarme al lado de un enorme ventanal que permitía ver la avenida completa. Una ventana que no dejó de impactarme la realidad que mostraba, como un enorme televisor de la verdad, donde podía observar flores, animales y personas de todas razas con nítidos colores.

Y mientras mis amigos, hablaban de trivialidades, compras de autos y matrimonios los cuales algunos habían fracasado y otros fueron mas prósperos, me di cuenta de que todas las personas a mi alrededor no se daban cuenta de la enorme y magnífica oportunidad que se brindaba la vida, con toda su plenitud, directo a nuestros ojos, completando con el uso de todos los demás sentidos, solo un vidrio me separaba de poder oler las flores, solo un vidrio me separaba de los sonidos, e inmediatamente me pregunté que era lo que pensaban las personas, fuera este lugar, sobre mí, sobre mis amigos, y me di cuenta que para ellos yo no estaba en un gran televisor, sino, más bien en una gran pecera.

Mis amigos notaron mi desconcierto, y hasta quisieron saber que era lo que me ocurría, pero estaba tan compenetrado en mis pensamientos, que al querer compartirles el gran pesar que en ese momento comenzó a ahogarme, el hecho que estaba viviendo en una gran pecera, no pudieron entender que aún no comprendíamos como podemos no disfrutar de lo magnifico que es la vida, de sus olores, de sus idiomas, de sus paisajes, que somos un todo en esta tierra que no nos dividimos, que solo disfrutamos de lo inmediato y en pequeñas dosis, pero no del todo de lo que formamos parte, pero al ver que ellos jamás entenderían, solo pude ponerme de pie y caminar hacia la puerta, y seguir caminando, durante las 20 cuadras que me separaban de mi casa, sorprendido por todos los detalles que perdí, durante tantos años de estudio, más tarde trabajo y hasta los años perdidos en un matrimonio que nunca me importó.

Esa noche no pude dormir, los pensamientos de querer ver más allá, querer disfrutar del todo, visitar lugares que nunca fue, y en mi ignorancia nunca visitaría. Fue así que, luego de pasar una semana construyendo lo que sería una nave, no tan perfecta como un avión, pero tan natural como un árbol y segura como mis ganas de conocer el mundo, y 2 días de investigaciones profundas de rutas de mapas trazando, tome vuelo y partí.

No quiero despedirme sin decirles el secreto que me hizo contarles todo esto, y es que, no duden que entren miles de risas y llantos encontramos mares de consuelos, y que la vida nos sorprende con miles de tonos de un mismo color, aprendemos que el mejor idioma son las miradas, pero también aprendemos que, cuando te parezca que todas las palabras fueron dichas Cuando pienses que todas las acciones fueron ejecutadas Cuando todas tus opciones las pusieron en duda, recuerden que el mundo es mucho más grande de lo que se ve simplemente desde la comodidad de una sola posición.