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Columnistas

El gobierno vive en su propia tiniebla

A pocas horas de haber ocurrido una nueva corrida cambiaria que nos puso nuevamente contra una pared, hemos quedado sujetos al resultado inevitable de las apuestas inciertas de sus funcionarios y ha estallado un nuevo fogonazo que aturde los oídos, provocando gritos destemplados de quienes “no funcionan” (como dice su idolatrada Cristina).

¿Qué decir al respecto? Quizá repetir una vez más que la posibilidad final de nuestra condenación fue segura desde el mismo instante en que muchos creyeron que las paparruchas de “ventajita” Massa nos llevarían a un escenario promisorio, regido por su voluntad inexorable de contradecir la realidad, la experiencia histórica y la existencia de las fuerzas del mercado.

La seducción de Cristina no alcanzó y de la de Alberto Fernández mejor ni hablar.

¿Qué tripulantes “distinguidos” están al mando: ¿Máximo? ¿Kicillof? ¿Katopodis? ¿Pesce? ¿Insfrán? ¿Parrilli? ¿Zannini? No lo sabemos. Cada uno inmerso en su propia tiniebla aportó una cuota a la inconsistencia de un supuesto “ideario” político sin pies ni cabeza.

¿Cuál es la pregunta que nos aturde hoy? ¿La de la salvación? ¿O la de una inexorable condenación? ¿Qué es lo que hay que dudar sobre la realidad de un universo incoherente que hemos construido entre todos –aceptémoslo con humildad-, y aplasta nuestros sentidos?

Hay algo que es evidente y se ha probado: la creatividad del kirchnerismo estuvo siempre traspasada por la destrucción del sentido común y plena de atajos y analogías que parecen extraídas de una cámara séptica nauseabunda.

No obstante, caímos una vez más en la ridícula ligereza de la falsa piedad con que seguimos entregando el futuro a quienes desde el principio sabíamos que nos iban a condenar al fracaso, con la “ayuda” (¿) invalorable de La Cámpora, el Instituto Patria y los cenáculos de gente vulgar vociferando como rematadores de hacienda en un mercado.

Porque las soluciones que puedan encajar en su esquema del mundo, a contramano de las experiencias habidas, NO HAN SERVIDO PARA NADA, a pesar de habernos dicho que volvían mejores y que tendríamos que acordar colectivamente una selección –siempre arbitraria y nubosa-, de “cosas a tomar en serio”.

¿Qué cosas? No lo sabemos. Todo es según el parecer de cada uno. Y así hemos avanzado, chocando unos contra otros, tratando de arribar a una “salvación” cuya condenación era inexorable desde el principio.

El dólar, los cepos, los discursos “magistrales” de Cristina, las apariciones lúgubres de Máximo, que aparece cada tanto para recitarnos supuestas verdades que destruyen cualquier lógica del pensamiento académico y nos devuelven a una jungla de lianas entrelazadas, son los ítems recurrentes de una Argentina devaluada en lo conceptual, merced a la espantosa inconsistencia y frivolidad con que seguimos especulando a que un milagro –o un ser milagroso-, nos salve.

Queda claro hoy que no era a “ellos” -que dicen saber lo que no saben-, a quienes esperábamos, y solo nos queda formular un voto de renuncia de cara al futuro para no caer otra vez en la misma creencia absurda.

A buen entendedor, pocas palabras.

Carlos Berro Madero

Corrida cambiaria el dólar Sergio Massa opinión

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