Opinión

La oposición que se conforma con migajas

En Catamarca, la democracia se ha convertido en un banquete desigual. Mientras el oficialismo se sirve los platos principales del poder, la oposición recoge las sobras con resignación. No hay disputa real, no hay estrategia, no hay vocación de transformación. Hay conformismo. Y el conformismo, en política, es complicidad.
Las elecciones legislativas de 2025 lo dejaron claro: el Frente Fuerza Patria se impuso con el 45,7% de los votos, sumando dos de las tres bancas nacionales en juego. La Alianza La Libertad Avanza, que se perfilaba como alternativa, apenas logró una banca con el 33,8%. El resto de los espacios opositores —Somos Provincias Unidas, Hacemos Renacer Catamarca, MID— quedaron relegados a porcentajes testimoniales, sin capacidad de incidencia.
La fragmentación opositora fue funcional al oficialismo. De los 82 cargos en juego (80 legislativos y 2 intendencias), solo 28 quedaron en manos de la oposición. La falta de una alianza consolidada, la competencia entre tribus menores, y la ausencia de un proyecto común convirtieron a la oposición en decorado. Se les permite hablar, pero no decidir. Se les concede visibilidad, pero no autonomía. Se les otorgan migajas, y las aceptan.

No alcanza con estar en escena: hay que dejar de ser actores de reparto. La oposición necesita reconstruirse como espacio con vocación real de poder, capaz de disputar el centro del tablero y no solo ocupar los márgenes. Eso implica dejar atrás la lógica del testimonio, del acomodo, del cálculo menor. Implica asumir riesgos, incomodar privilegios, y construir una narrativa que convoque mayorías. Porque sin vocación de poder, no hay transformación posible. Y sin transformación, la democracia se convierte en una escenografía vacía.

La sociedad ya lo percibe. La ciudadanía distingue entre quienes disputan poder y quienes simplemente ocupan un lugar en la grilla. El desinterés electoral, la baja motivación para votar, y el crecimiento de fuerzas que canalizan el hartazgo son síntomas de una oposición que no convoca, no incomoda, no transforma. Si no se construye un espacio con vocación real de poder, la oposición seguirá siendo un actor de reparto en una obra escrita por otros.

La ciudadanía merece más. Merece una oposición que incomode, que investigue, que proponga, que denuncie. Una oposición que no tema perder privilegios por decir verdades. Una oposición que no negocie su rol por un lugar en la foto. Porque cuando la oposición se conforma con migajas, el sistema entero se empobrece.
Catamarca necesita voces que no se callen, proyectos que no se vendan, y liderazgos que no se arrodillen. No alcanza con estar: hay que disputar. No basta con criticar: hay que construir. Y no sirve conformarse: hay que transformar.





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