En la época colonial se designaba el lugar donde se colocaría el cuerpo mucho antes de la muerte de la persona; los ricos lo hacían en el templo y sé cobraba según el sitio donde sería ubicado: en laterales, cerca del altar, hasta en las paredes y a los pobres se los sepultaban fuera del templo.

El primer cementerio de la ciudad se ubicaba en terrenos adyacentes a la actual Catedral Basílica, hacía el Norte, República y Sarmiento, dónde se encuentra Casa de Gobierno. (año 1.695)

A este sé lo llamaba "El hueco de las almas" y funcionó durante 118 años.

El segundo sé traslada, por orden de El Cabildo a la Iglesia, al barrio Los Ejidos, en una manzana limitada por la Av. Alem, 25 de Mayo, Chacabuco y Mota Botello. (año 1.813)

En el año 1.818 un tercero vuelve a instalarse en el lado sur de la Catedral cuando el clero presiona para que así suceda. Este ocupaba el actual Pasaje del Peregrino.

Había dos más para la "aristocracia catamarqueña”, uno en los dominios de la Orden Franciscana (hoy plazoleta frente a San Francisco, en Esquiú y Rivadavia) y otro en el Colegio de las Educadas, ex Huerto, en Maipú y San Martín.

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El cuarto, y más importante, fue ubicado en Choya, creado por Reglamento de Policía, en el gobierno de Octaviano Navarro, que era para dar fin a los entierros en el casco urbano.

Ocurría que los cuerpos que eran enterrados a poca profundidad, sin ataúdes, envueltos en una sábana y vestidos con un hábito de alguna orden religiosa, sí era hombre y las mujeres con los colores blanco y celeste cómo los de las vestiduras de la Virgen del Valle, a los más carentes sé los envolvía en lonas de arpillera.

Durante la noche, los perros desenterraban los cuerpos y los desmembraban para comerlos.

Al amanecer, brazos, piernas, cabezas estaban esparcidas por la plaza principal y alrededores.

El cementerio de Choya siempre existió, pertenecía a la comunidad aborigen de los choyanos, que durante años sepultaron a sus pares y era un lugar sagrado.

Este fue el primer cementerio público de la ciudad.

El único mausoleo que hasta hace poco se mantenía en pie indica, según informes, que perteneció al propio gobernador Navarro.

Estudios realizados determinaron que en el predio sé inhumaron alrededor de 5.041 personas, la mayoría de ellos de la ciudad, vecinos de Choya, Ojo de Agua y La Chacarita. Sus ocupaciones o profesiones eran diversas: sirvientas, lecheros, relojeros, sastres, hileras, mayordomo, etc.

El cementerio fue rodeado por la ciudad, y a pesar de pedir durante años que sea valorado, el lugar histórico fue arrasado por topadoras por orden del Obispado de Catamarca (año 1.990); este nunca autorizó al municipio capitalino su recuperación.

Allí, entre otras cosas, fueron encontrados fragmentos cerámicos pre hispanos pertenecientes al Estilo de la Cultura Aguada lo que probó que habitaban grupos humanos con al menos una anterioridad de 1.700 años.

Hoy hay una nueva construcción sobre esto.

El quinto y actual, obra de Caravatti, existe desde el año 1.884.

De todos los cementerios anteriores, no sé exhumaron los cadáveres, siguen allí.