Saltar menú de navegación Teclas de acceso rápido
{{dayName}} {{day}} de {{monthName}} de {{year}} - {{hour}}:{{minute}} hs.
Dólar (BNA): $850,00 / $890,00
Dólar Blue: $995,00 / $1.015,00
Dólar CCL: $ / $
Dólar MEP: $1.024,17 / $1.026,47
Peso Chileno: $91,04 / $91,14
Opinión

De Pitágoras a Fernández, pasando por Borges

Columna destacada

Para quienes hemos nacido bajo la impronta cultural del judeo-cristianismo, la progresión de la historia va desde un punto cero del inicio hasta un punto ignoto del arribo, de su destino final. Occidente concibe el tiempo en desenvolvimiento lineal; la historia es un desplegarse constante que avanza sobre un futuro que construye sobre una materia prima a la que Heidegger llamó la nada. Qué hay delante de nosotros: nada. Qué es el mañana: nada, aún. Construimos el tiempo en nuestro desplazamiento existencial. Si el tiempo es lineal, si se avanza recto hacia el futuro, entonces debemos concebir el despliegue como progreso. Marchamos en una dirección sobre la que construimos sentido que justifique nuestro mundo, nuestro medio, que justifique la ciencia como descubrimiento; declaramos el progreso como avance. Nos definimos como expectantes. Dispuestos a la sorpresa de lo nuevo. Pero no siempre fue así.

Necesitados de encontrar una causa a nuestro origen, los seres humanos, las diferentes culturas, la han buscado en algún paraíso en el que vivieron en armonía, bienestar y comunión con los dioses. Pero algo rompe el equilibrio e introduce la asimetría que disuelve la comunión. En la tradición bíblica el hombre quiso desafiar a Dios, quiso ser como Dios; el resultado fue la expulsión del paraíso. La cultura griega nos narra por medio de Hesíodo en Teogonía, la condena de los hombres por parte de Zeus al ser engañado por Prometeo en el origen de los sacrificios. Los hombres pierden la Mikone –como llaman al paraíso-, la comunión en la vida, en el lenguaje y en el amor con los dioses; y son expulsados de él. Prometeo les alcanza el fuego (la inteligencia, que tanto explotarán como figura de independencia de Dios desde el renacimiento hasta el positivismo del XIX) robado de la forja de Hefesto. El hombre, entonces, sale a la noche de la vida, al desafío del conocer. Al recordar.

Un personaje cercano para todos nosotros debido a sus famosos teoremas y demás descubrimientos matemáticos, Pitágoras (siglo VI-V a.C.), desarrolló la teoría del devenir como ciclos; lo que sucede, ya sucedió; solo hemos olvidado. El olvido es componente esencial en el proceso del conocimiento. Conocer es recordar. Con fundamentación matemática y basado en la periodicidad de las fracciones, ensayó la propuesta del movimiento cíclico. El cosmos, es decir: el orden, es cíclico. Solo es nuevo debido al olvido, pero lo presente fue antes y será después. El mundo se explica desde las funciones matemáticas por los números racionales. Nada diferente nos relata el libro de Eclesiastés cuando comienza. “Lo que fue, eso será; lo que se hizo, eso se hará. Nada nuevo hay bajo el sol”. Pero un discípulo de su escuela, Hipaso de Metaponto (alguna tradición dice que fue Pitágoras quien posteriormente lo mató ante el descubrimiento que lo expuso), halló una innovadora respuesta que puso en crisis las teorías cíclicas de Pitágoras: desarrolló la raíz cuadrada de dos; no es periódica, es un número irracional. La explicación de la condición cíclica de la historia por la vía de la matemática no pudo sostenerse. Algo similar sucedió hace algunos años con la teoría del fin del universo explicada a la luz de los agujeros negros. La alta densidad de su masa, la atracción de la luz (por eso agujeros negros) que concentran toda la materia y se aglutinan en torno al núcleo, se ofrecía como realización preanunciatoria del destino último del universo. Todo volvería al punto original y originante del Bing Bang, en sentido contrario: no de expansión, sino de concentración. Pero se descubrió que del agujero negro escapaban emanaciones de gases que torcían el destino del agujero negro como puerto último del universo. Si algo escapaba, retornaba al ciclo y comenzaba nuevamente algún proceso.

Claro que nosotros no podemos pensar nuestra vida sino como proceso lineal. El judaísmo a la espera del mesías y el cristianismo en la persona de Jesús, hacen un trazado lineal de manera tal que la construcción de la historia es absoluta, en cuanto que lo que pasó no vuelve y lo que está en el futuro no es recuerdo sino novedad. Pero como ejercicio intelectual es pensable. De hecho, Borges en “Everness” (El otro, el mismo, 1964) nos habla que el olvido es propio de la condición humana. En Golem (El otro, el mismo, 1958) nos refiere elementos platónicos (el nombre contiene el objeto que refiere), de la valoración numérica de la Torá (que por combinaciones numéricas podía replicar la potestad divina de la creación) y el terror del pecado por pretender ser como Dios. En Historia de la eternidad (1939) cita el poema Rima descriptiva, de Unamuno, y se plantea el tiempo como un caminar hacia su fuente, hacia el origen:

...nocturno el río de las horas fluye

desde su manantial, que es el mañana

eterno, y en sus negras aguas huye

aquella mi ilusión harto temprana.

Si el hombre recuerda, recupera. El olvido es parte del ciclo que disimula el saber, que lo esconde, pero estuvo y estará. El conocer no es progresar, es recordar lo vivido. Es un constante remontar la fuente, como la condena de Sísifo a cargar una y otra vez con la misma piedra. Si el desarrollo es lineal, el hombre progresa, el futuro es la novedad que lo espera; la conversión del caos (lo desconocido) en cosmos (el orden producido por el conocer) es resultado del sometimiento por el descubrir.

El próximo 12 de octubre se cumplirá cien años de la asunción de Marcelo T. de Alvear a la presidencia de la Nación. Administró el período de mayor prosperidad que conoció la Argentina en toda su historia. He dicho que no puedo concebir el conocer como recordar, sino que el conocer es descubrir lo nuevo; estoy alcanzado por el influjo de la concepción judeo-cristiana del tiempo como desenvolvimiento lineal hacia el progreso. Ahora, qué bien nos haría recordar lo que este mismo país que se disuelve en la nada, conoció el esplendor por la correcta administración, la honorabilidad y honradez de sus gobernantes. Alvear fue el último presidente elegido por el pueblo, hasta Macri, que había terminado el gobierno en el tiempo señalado (Agustín P. Justo 1932-1938, fue arreglo de intereses civico-militares). Cuánto debemos recordar; cuánto debemos recuperar de esa memoria oxidada por gobiernos de baja calidad moral e ineficiencia explícita.

En 1928 la economía tenía el sexto ingreso per cápita del mundo y el 75% del PIB de Latinoamérica, hoy tenemos casi 40% de pobreza. Los ingresos por la inmigración saturaban los puertos del país en búsqueda de un futuro promisorio. Hoy despedimos a sus nietos por falta de porvenir. El signo político que gobernó el país casi todo lo que va del siglo, es el responsable del lamentable presente que angustia al ciudadano común. Se conducen con prepotencia brutal; ¿sería posible un Pablo Moyano, a quien llaman el salvaje, en un país con instituciones funcionando? Sin embargo, su ley es la amenaza: “lo del gremio de neumáticos será un poroto al lado de lo que somos capaces de hacer”, dijo el viernes. Con impunidad, una patota del gremio de Moyano ingresó en la empresa de logística Milo y golpeó brutalmente al dueño y empleados que allí estaban.

La toma de los colegios en la ciudad por el kirchnerismo huele a compensación por los desastres en cualquier área que administra el gobierno nacional; “provoquemos hablar de otra cosa, de algo que involucre a la oposición”, pareciera la consigna. La violencia en Bariloche resuena amplificada ante la indiferencia del ministro de seguridad Aníbal Fernández. El narcotráfico baleó la sede de los tribunales federales en Rosario.

Insisto en que no puedo abstraerme de la concepción lineal de la historia; que el futuro es desafío a construir, que el pasado es irrecuperable; ahora, no despreció la capacidad del recuerdo. Y como nos acercamos al final del ciclo del peor gobierno, el más inútil, improvisado e ineficiente desde el 83, que la memoria nos permita recordar adónde nos ha llevado el populismo disolvente de un presidente deshilachado y una vicepresidente cuestionada por su desenvolvimiento en la administración de lo que es de todos.

 

 

(*) El autor de la columna es Licenciado en Teología (UCA) y Licenciado en Letras (UBA)

 

Alberto Fernández Argentina Jorge Luis Borges Matemáticas Pitagoras teorías ciclicas

Comentarios

Te puede interesar

Teclas de acceso