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Opinión

Cuando el tiempo se detiene

Pero ¿Qué nos pasa? ¿Por qué somos tan indolentes, apáticos, desinteresados por nuestras cosas ciudadanas y provincianas?

Vivimos quejándonos que, desde el ámbito nacional se nos posterga, y es cierto, pero ello no ocurriría si no fuésemos como nos mostramos nosotros mismos, los catamarqueños.

El asunto que hoy pongo a consideración de ustedes es la permanente quietud por infinito tiempo de los relojes públicos de nuestra ciudad.

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Ciertamente puedo incurrir en alguna inexactitud pero no obedece sino a que mis salidas, como la de muchos, están absolutamente coartadas y es posible que alguno de los ejemplos que coloco se haya corregido.

Primero veamos algunos ejemplos: el reloj de la Catedral, el que se encuentra en la plaza 25 de Mayo, el de la primera cuadra peatonal Rivadavia ( al 700), el de Banco de la Nación de esa esquina, el de la plazoleta frente a la escuela Fray Mamerto Esquiú, etc.

He tratado este tema varias veces por este medio y por los medios escritos pero parece que no hace mella. Tan inútil esta protesta como la que me lleva varios escritos sobre la ausencia de las cruces de las Torres de la Catedral.

Un poco de historia en el Día del Historiador.

Cuando íbamos al colegio secundario, en mi caso el Colegio Nacional, el reloj de la Catedral cumplía con una función incomparable. La hora de toda la ciudad y en todos los aspectos era dictada por las campanas del “público”, los bancos, el comercio, las escuelas y colegios, los actos todo era regido por los tañidos de dichas campanas, una campanada marcaba el cuarto de hora, dos la media, tres la menos cuarto y cuatro la hora, precedida de cuatro campanadas con distinto tono y luego la hora correspondiente.

Además de indicar los horarios exactos de ingreso y salida de la jornada  de estudio y marcar la duración de hora clase, el público era vital para determinar la duración del tiempo de pruebas escritas, como el tiempo que odiamos ser llamados “ al frente”. He aquí la explicación:

Como el reloj de marras estaba ubicado en la torre de la derecha, es decir la que da al norte, tenía como factor determinante de su curso si había o no viento y si éste era del norte o del sur. Si se daba el primer caso, las agujas que ya habían pasado de la media hora, retrasaban unos minutos en llegar a “las doce, por ende dar la hora, si ocurría que el viento era del sur los minutos se adelantaban y como podrán deducir ustedes, estábamos al tanto de esta situación puede de ello dependía si éramos llamados o no a decir la lección o a finalizar o no una prueba escrita. En caso de ser día calmo, la hora era la hora.

La hora de radio Catamarca con sus “pip” desde el Servicio Meteorológico Nacional, no tenía ninguna incidencia frente a la indiscutible veracidad de la hora del público.

Hoy es absolutamente inexistente, como tantos otros relojes de la ciudad.

Lo que sucede es, que como todos nos regimos por la hora que nos marca el celular todo otro marcador del tiempo no tiene ninguna importancia.

Y si en todo caso pusiésemos unos cuantos relojes de sol?.

No son tantos los días nublados que tenemos y podríamos estar al tanto de la hora  como lo hicieron en algún tiempo los Egipcios, los Mayas, Aztecas, Incas, los enigmáticos “Relojes de Stonehenge” o los de origen mesopotámico quienes no sólo marcaban los segundos y minutos, cosa que mejor lo expliquen los conocedores del tema, sino que marcaban el tiempo con exactitud Suiza como lo hacían con las estaciones y sinfín de sucesos astronómicos.

Otro reloj que también está detenido en el tiempo es el del Convento de San Francisco que es la imagen que ilustra esta nota, lo curioso es que marca las tres de la tarde, hora que nuestro Fray Mamerto Esquiú pasó a la inmortalidad  casualmente a la misma hora que lo hicieron el propio Jesús de Nazaret y nuestro padre de la patria José de San Martín.

 ¿Podremos poner nuestros relojes en hora?

Sería un buen mensaje para parroquianos y visitantes.

Aporte técnico: Yanina Santillán

Foto: Alberto Lindor Ocampo.

Catamarca cuando el tiempo se detiene nuestro relojes que nos pasa

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