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Opinión

En Casa Rosada no saben que dirá Alberto Fernández en la Cumbre de las Américas

El contexto internacional se ha puesto muy complicado luego de la pandemia y con el conflicto de Rusia con Ucrania. Surge un mundo polarizado donde sólo hay dos ejes: los países que se alinean con Estados Unidos y la OTAN y aquellos que adhieren al ala oriental que lidera China, aprovechando el mal momento de Moscú por el conflicto bélico. Concretamente, no hay margen para una tercera posición. Ese es el problema que enfrenta el presidente Alberto Fernández en su política exterior. No quiere definir dónde se para, por eso las inminentes deliberaciones de la Cumbre de las Américas son un test para el jefe de Estado ante la mirada atenta de la administración Biden.

No es la primera vez que Alberto intenta jugar a dos puntas y quedar bien con todos. Para arreglar con el Fondo Monetario Internacional se mostró cerca de la agenda de Washington recibiendo a importantes funcionarios estadounidenses y al mismo tiempo viajo a Moscú donde le prometió a Vladimir Putin que la Argentina podría ser la puerta de entrada de Rusia a América Latina y luego a China como un desafío a los Estados Unidos.

“No se puede jugar todo el tiempo a subestimar a las grandes potencias diciéndole a cada gobernante lo que quiera escuchar por más que sea contradictorio, hay que estar de un lado o del otro”, comenta una fuente del Ministerio de Relaciones Internacionales que no disimula su disconformidad con los manejos del jefe de Estado. Evidentemente ya lo descubrieron. El papel de Zelig, en homenaje a ese gran film de Woody Allen donde el protagonista se mimetizaba tanto con sus interlocutores que hasta tomaba un parecido físico de cada uno, ya no sirve más.

Antes de definir que finalmente iba a concurrir a la Cumbre de las Américas el presidente protagonizó una comedia de enredos con idas y vueltas. Amagó con no participar de la reunión en Los Angeles en solidaridad con los países excluidos, Cuba, Venezuela y Nicaragua, alternativa que planteó la Celca y el Grupo de Puebla, organismo al que pertenece el presidente y maneja su amigo y asesor el chileno Marco Enrique Ominami. Pero para frenar sus amagues de rebeldía el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, aceptó conceder una reunión bilateral con Alberto el 25 de julio. Luego de ese anunció el encuentro quedó congelado hasta que el jefe de Estado argentino anunció oficialmente que pensaba viajar a Los Angeles.

En fuentes diplomáticas consideran que la decisión de Biden de la bilateral fue un triunfo interno del grupo de funcionarios dialoguistas que lidera Juan González, subsecretario del Consejo de Seguridad, y Jake Sullivan, asesor de Seguridad Nacional. Le ganaron al ala dura del Departamento de Estado y de varias agencias de seguridad que recomiendan poner al Gobierno argentino en el freezer. Estos hombres confianza del ocupante de la Casa Blanca mucho hicieron para que el FMI y el Departamento del Tesoro no pusieron trabas al acuerdo con la Argentina.

En el oficialismo local ocurre algo parecido. Como en todos lados, hay “halcones” y “palomas”. Quienes festejaron la confirmación de la bilateral con Biden fueron el embajador argentino en Washington, Jorge Argüello, y el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz, que lideran el ala occidental del Gobierno de Fernández contra las posturas más radicalizadas del Instituto Patria con sus compromisos con Rusia. China y Cuba. Oscar Parrilli es uno de los mentores de una alianza estratégica lejos de Washington.

Este tire y afloje sólo termina metiéndole presión a Fernández quien a esta altura no ha mostrado cuál será su estrategia en Los Ángeles y mucho menos cómo será el contenido de su discurso. Y si faltara algo el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, quien siempre ha sido muy crítico con Alberto, hace pocas horas sostuvo que el presidente argentino “será la voz de Venezuela en la Cumbre de las Américas”, un obvio intento de condicionarlo. Claro que la confirmación de la bilateral con Biden cuando Fernández dejó de dudar y aceptó viajar a Los Ángeles también fue un intento de meterle más presión.

“Alberto ya no tiene margen para ir a mitad de camino. Juega con Biden o con lo que le exige Maduro y el Instituto Patria”, sostienen voceros diplomáticos. El problema es que el presidente no quiere ser tan contundente contra Washington porque le daría elementos a los “halcones” del Departamento de Estado para que otra vez le pongan en el freezer con la bilateral con el jefe de la Casa Blanca. Todo parece indicar que esta vez ya no tiene espacio para maniobrar y quedar bien con todos.

De todas formas, los interrogantes seguirán después de Los Angeles pase lo que pase, incluso aunque salga airoso de la Cumbre que comienza el viernes. De aquí a fin de año tiene más compromisos internacionales donde deberá fijar su postura, además del encuentro con Biden. El 24 de junio es la cumbre virtual de los BRICS, el nucleamiento de las cinco economías emergentes que empezó a reunirse en 2009 y que este año sesionará por videoconferencia con China como anfitrión, luego de que el presidente Xi Jinping cursará una invitación especial al país.

Luego estará la reunión del Grupo de los 7, que reúne a las principales potencias económicas occidentales -Alemania, Francia, Italia, Gran Bretaña, Canadá y Estados Unidos- más Japón. Y por último la cumbre del Grupo de los 20. Entre el 30 de noviembre y el 1 de diciembre, jefes de Estado y de Gobierno de 19 países más la Unión Europea se darán cita en Buenos Aires. Demasiadas citas para alguien que no quiere definirse en su política exterior.

 

Alberto “Beto” Valdez

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