Saltar menú de navegación Teclas de acceso rápido
{{dayName}} {{day}} de {{monthName}} de {{year}} - {{hour}}:{{minute}} hs.
Dólar (BNA): $850,00 / $890,00
Dólar Blue: $995,00 / $1.015,00
Dólar CCL: $ / $
Dólar MEP: $1.024,17 / $1.026,47
Peso Chileno: $91,04 / $91,14
Opinión

La inutilidad de la belleza

Columna destacada

La estremecedora lectura del libro “Si esto es un hombre”, del turinés Primo Levi, nos acerca una experiencia tridimensional (por la intensidad), en primera persona, del episodio más trágico que vivió el siglo pasado. Su paso por Monowice –campo de concentración- lo marcaron de manera indeleble a él que lo vivió, y a cualquiera que leyó el testimonio que nos narra. El texto, con el que me encontré hace algunos años, me impactó de modo que me desafió emocionalmente por lo crudo del relato y la sensibilidad de su escritura. Toda experiencia emocional encuentra límites en la literatura para transmitir la densidad del dolor. Si logra emocionar a quien lo lee significa que el fondo es potente y la forma lograda. Esto es: hay algo para decir y está bien hecho.

La tragedia del nazismo fue una muestra cabal de la capacidad humana de la degradación; pero no de las víctimas, sino de la producción de dolor y muerte que un ser humano provoca a otro con el argumento de la superioridad de una raza.

Hay otra experiencia similar, en tanto experiencia, pero con una sistematización científica que dio nacimiento a la escuela de la logoterapia. En lugar de trabajar el inconsciente, como trabaja el freudismo, lo hace sobre el consciente. Viktor Frankl escribió, luego de pasar por Dachau y Auschwitz, un libro que sintetiza, en clave de divulgación, sus conclusiones a partir de su experiencia en los campos: “El hombre en busca de sentido”. Lo leí a principios de los noventa cuando se hizo muy popular. Él veía -nos cuenta en el libro- que los prisioneros que cambiaban alimentos por cualquier otra cosa, como cigarrillos, poco después morían. Infirió que habían perdido motivos para seguir luchando por la sobrevivencia. Cuando dejaban de tener una motivación de cualquier tipo, la que fuera, se entregaban a la muerte. Desaparecía de su vida todo objeto que la justificara.

La tesis de Frankl dispara una reflexión que sintetizo así: a lo primero que el hombre renuncia es a la belleza, a lo gratuito, al espíritu; luego renuncia al sustento material, a la higiene, al cuidado y, finalmente, al alimento. Consciente o inconscientemente renunció a la lucha, se entregó. La muerte comenzó a ganarlo. Es aquel que se niega lo básico de su naturaleza: sobrevivir. Los animales luchan por sobrevivir hasta último momento; pienso en un pez, cómo lucha, se encabrita fuera del agua, porque está en su naturaleza luchar, sobrevivir, volver a su mundo.

Nuccio Ordine, otro italiano, pero calabrés, crítico literario, desarrolló una tesis que dio a conocer en un libro que se llama “La utilidad de lo inútil” (sería bueno desarrollarlo, pero ni da el espacio ni lo tengo aún sintetizado); allí trabaja la importancia de lo “inútil”, de lo que no goza del rango de lo comerciable, pero que se convierte en el motivo final de la existencia. Pensemos en el amor por los hijos.

En esta línea se inscribe la belleza. La belleza como tal no sirve, no goza del status de instrumento; sin embargo, la belleza es un componente fundamental de la vida de cualquier persona. La belleza no sirve para nada; y cuanto menos sirve una cosa más perfecta es. No cabe el argumento de que con la belleza se obtienen beneficios, porque lo que en el caso de que se utilice como instrumento para un fin, se degrada, se desnaturaliza. Cuando se ornamenta una casa, se la embellece, se lo hace porque devuelve alegría, acogimiento, bienestar al alma. En esta línea, cuanto más perfecto es el fin más inútil resulta. Dios es, entonces, lo más inútil de todo lo conocible porque Dios no sirve para otra cosa, es el fin de fines. A mayor inutilidad mayor rango de fin. Pero volvamos a la belleza. En el proceso degradante del hombre lo primero que resigna es la belleza; la de su habitat, los cuidados de su persona, las formas sociales. No importa que se tenga poco; la actitud hacia la belleza del propio espacio y de uno mismo, definen el grado de la salud anímica y sicológica de una persona. Luego comienza el proceso de deterioro físico; a eso llamo descuido de la alimentación. El proceso de abandono en la salud es un síntoma de abandono en la lucha, de cambiar el pan por cigarrillos, como veía Frankl. Se enfermó la voluntad, que muere antes que la persona, y es su causa.

Ciertamente las sociedades no se suicidan, como escuché decir varias veces, pero sí se entregan. Asistimos a un proceso social de desaliento, desánimo. ¿Cómo lo vemos? En primer término, con los indicadores de aprobación de la gestión en el plano político, judicial, sindical, económico y otros más. Frecuentemente escucho decir a gente común, como la mayoría de nosotros, que faltan dos años, un año y medio, que comenzó el tiempo de descuento. Algo así como que ya no se puede esperar mucho más de los que tenemos al frente del Estado, de las organizaciones sociales, etc. Que falta un año y medio para ver si alguien puede poner orden, coherencia, racionalidad entre tanto descalabro. ¿Qué sentían los nazis ante tanto sufrimiento del que eran responsables?, indiferencia; estaban anestesiados. El dolor, las carencias, la muerte de los prisioneros eran neutras; nada los conmovía.

Dos episodios de esta semana que sugieren la indiferencia hacia la gente común. El gobernador de La Rioja modificó la ley que regulaba la jubilación de ciertos funcionarios políticos, como él, y de funcionarios judiciales, haciéndola compatible con otros ingresos provenientes de otra función al terminar sus responsabilidades actuales. Lo que pasa en La Rioja es una muestra de la indiferencia ante tantas urgencias sociales. Es hacer de lo público un servicio para sí mismo, no un servicio a la comunidad, como debería suponerse en quienes tienen “vocación política”. El segundo episodio es el millón seiscientos mil pesos que ofreció pagar, y aceptaron, el presidente Fernández, por la fiesta en Olivos. Lo curioso es que sucedió en la misma semana en que no hubo acuerdo de conciliación entre –otra vez- el presidente Fernández con Patricia Bullrich; en esta ocasión por cien millones de pesos que demanda Fernández a Bullrich por la declaración de esta última acerca de una retribución por la vacuna Pfizer. Lo inaudito es que el delito que cometió Fernández, en el que mintió hipócritamente, vale cien veces menos que la ofensa por la que reclama una compensación. Su delito requiere una compensación mucho, muchísimo, menor a su buen nombre y honor mancillado.

¿Qué significaría atender a la belleza en nuestro país? Que la gente pueda proyectarse, vivir con cierta previsión, la normal, la que cualquiera necesita para planificar su vida; desde un inversor que pretende saber que lo que se dice hoy se sostendrá mañana, una familia corriente que vive de un sueldo que se encoge constantemente, hasta un comerciante que no sabe si podrá reponer, y a qué precio, lo que vende hoy. Pero estamos urgido por lo inmediato; en la figura de la escala marcada antes estamos en el escalón siguiente: el del alimento; estamos cuidado el alimento para subsistir a la espera del calendario que, más lentamente que nunca, avance, aunque displicentemente, a diciembre del próximo año, y poder vivir con un poco de esperanza que las cosas mejorarán. Ni siquiera se pretenderá vivir mejor; creo que, aunque con restricciones, porque cualquiera que suceda al frente del gobierno la tendrá muy difícil, tener esperanza, recuperar la esperanza de vivir mejor, eso, solo eso, nos permitirá recuperar la atención a la belleza.

 

(*) El autor de la columna es Licenciado en Teología (UCA y Licencia en Letras (UBA)

el sentido de la vida la belleza la tragedia del nazismo opinión Víctor Frankl

Comentarios

Te puede interesar

Teclas de acceso