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Opinión

Yo conozco a Demo Kober

Hace unos años, nos juntamos con unos amigos como era habitual, a cenar, con una particularidad, ese día habíamos invitado a un nuevo miembro, al que pondríamos bajo la lupa para saber si reunía las condiciones para que los incorporásemos a nuestro grupo, que dicho sea de paso, era cerrado. La pasamos genial y el hombrecito nos pareció un personaje interesante, extrovertido y gracioso.

Además exhibió una simpatía desbordante, al contar sus historias de vida, conocedor de la calle y a primera vista y por sus dichos, parecía ser un hábil comerciante y empresario. También se lo notaba un ganador en el rubro femenino, aunque ya cargaba sobre sus espaldas dos fracasos matrimoniales y otros tantos romances frustrados.

Pero ahora todo se presentaba distinto. Resulta que había comenzado una relación con una de las integrantes del sector femenino, una de las más queridas, y en la rama masculina, celosos custodios de las amigas, solíamos hacer una especie de examen de urbanismo y educación de los precandidatos. En términos concretos, siempre sondeábamos a los nuevos, y a él mucho más, porque era el pretendiente de nuestra amiga y no sería la excepción.

Fue tan divertida la cena, que ni bien pudimos, organizamos la siguiente y por supuesto con la presencia asegurada del nuevo integrante, que había venido a poner condimentos extras a las ya entretenidas tertulias que solíamos tener. Un entrador nato.

Fue así, que dos semanas después organizamos un asado  en la casa de uno de los muchachos. Todos concurrimos con la idea de repetir las risas y cuentos de la primera reunión…, pero esta vez las cosas resultaron diferentes. Mientras degustábamos las mollejas, los chorizos y morcillas, y enseguida, el asado de tira y colita de cuadril, la velada transcurría en forma normal, sin sobresaltos, saboreando como era nuestra costumbre, unos buenos malbec del Valle de Uco. Era una cena más tranquila que la primera y a esas alturas nadie se podía imaginar qué sucedería en la sobremesa.

Llegado ese momento, nuestro nuevo integrante comenzó a hacer los relatos de su experiencia en la Guerra de Malvinas como Infante de Marina. Fue un momento de silencio y profundo respeto. Sin embargo, su narrativa presentaba algunas particularidades.

Hizo el resumen histórico del inicio de las actividades militares, por todos conocida, como por ejemplo, ser la Marina de Guerra la primera en desembarcar en el archipiélago, pero él, a diferencia de los otros infantes o fuerzas regulares, manifestó su pertenencia a un comando de elite o de inteligencia, por fuera de la fuerza. No nos quedó claro si era un servicio infiltrado o un voluntario enganchado, pero sí que esa parte de su historia personal resultó atípica y de difícil comprobación, pero ese no era nuestro espíritu, sino escuchar e imaginar sus vivencias en el Atlántico Sur.

En cualquiera de los dos casos, y por mi parte y creo que a todos les pasó lo mismo, no le dimos mayor importancia y trascendencia a esa circunstancia, sino a los relatos de desembarco, primeros combates, defensas de puestos de comando, historias heroicas, rendición, traslado de heridos y el consabido regreso sin gloria a casa.

Poco menos que terminamos la cena todos muy tristes. Y al rato, con sabor amargo en la boca, nos retiramos a nuestros hogares. De manera tal que la segunda velada no fue todo lo alegre que esperábamos y a partir de ahí, nos dimos cuenta que en el grupo teníamos, no sólo un nuevo integrante, sino un héroe, un ex combatiente de Malvinas, con todo lo que ello implicaba.

Así, pasaron los años, dos o tres, y un día, nuestro héroe y ahora amigo, anunciaba su boda con nuestra amiga del grupo femenino. La noticia nos tomó por sorpresa, porque era la primera en el grupo de solas y solos que una pareja consolidaba la relación amorosa en la formalidad del casamiento por civil.

Todos nos pusimos muy contentos, hubo despedidas de soltero, grandes festejos, una descomunal fiesta, a la que fuimos  todos invitados. Resultó ser un casamiento a lo grande,  con gente grande por supuesto y formalidades legales en la misma fiesta. Si uno cerraba los ojos y escuchaba el ruido que generaba de la fiesta, la música, el vals, y al abrir los ojos observaba un lugar de ensueño, las mesas decoradas, los grandes manjares y las buenas bebidas, jamás hubiera pensado que los esponsales eran cincuentones. La frutilla del postre, nuestro ex combatiente, nuestro infante marina y la dama, partieron raudos como tortolitos a un lugar paradisiaco de luna de miel.

Resultó ser que en la fiesta, me encontré con uno de los hijos del primer matrimonio del flamante esposo y nos pusimos a hablar de su papá. Por cierto las cosas no estaban del todo bien entre ellos. Eso lo percibí de inmediato. Fue entonces que le sugerí que tenía que ser más compasivo con su padre, ya que era un ex combatiente de Malvinas, un héroe. El joven frenó en seco la conversación, me miró fijo y me dijo “¿Eso te contó?”, sí, le respondí y largó una estruendosa carcajada y dijo ¡qué delirio! Ahí comprendí que nuestro nuevo miembro, ahora marido de la novia, era Demo Kober, el todólogo, pero ya era demasiado tarde...

 

 

*Si alguien se siente ofendido por la historia, es importante aclarar que se trata de un ensayo, de personajes ficticios y que cualquier parecido con la realidad es una mera coincidencia*

 

 

Demo Kober el todólogo fabuladores Personalidades

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