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Opinión

Todos trabajan para Milei

También tenemos abundancia de círculos viciosos. Si gana A, se siente con derecho a todo, y si gana B, se traba todo. ¿Qué es lo que conviene entonces? Conviene el sorteo del sueldo de un diputado que junta un millón de inscriptos. Cuánta más pelea improductiva haya entre las dos coaliciones, más inscriptos que recogerá Milei. No solo por el dinero (que no viene nada mal en época de malaria), sino por la acumulación de fastidio.

Toda la política se está reduciendo a “hacerle pagar el costo a… el otro”. Eso es todo. Casi nadie arriesga nada. Todo es un juego de quién pierde menos en el lucha del barro. Cada uno buscará la mejor excusa para no quedar mal parado: ellos no quieren dialogar, ellos no tienen un proyecto, ellos no quieren aceptar su responsabilidad, ellos… ellos… ellos… etc.

Cuando predomina el “modo barro”, las palomas de ambos lados se quedan sin argumentos, entonces predominan los halcones. Pero los halcones ¿juegan a serlo por razones estratégicas o porque es más cómodo? El juego del blanco – negro exige menos esfuerzo intelectual, en general.

Como los halcones –por definición- no tienen mayormente interés en acordar nada, entonces les resulta fácil acusar a las palomas de débiles, tibios, timoratos. Suelen agarrarse de frases bíblicas («Conozco tus obras: no eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Por eso, porque eres tibio te vomitare de mi boca. Libro de Apocalipsis 3:15-17). Lógico, ¿a quién le gusta que le digan tibio, pecho frío, etc.? Resultado, las palomas retroceden y avanzan los halcones. Así nunca se logra la paz, pero ¿a quién le importa, si el negocio es la guerra?

Los halcones de ambos bandos además están teniendo una gran coincidencia en sus discusiones con las respectivas palomas: el problema de la Argentina es de velocidad. Alberto y Macri no han sido hasta acá lo suficientemente veloces en sus cambios como para llevar a la Argentina al Edén. En el caso de Macri es una autocrítica: si lo hubieran dejado hacer como él quería, no hubiésemos terminado donde terminamos.

Lo cierto es que no tuvimos diálogo por la negociación con el FMI, y en el corto plazo es difícil que lo tengamos. ¿Por qué? Porque cada parte cree que el otro “lo va a boludear” y “si no vamos a ganar nada, ¿para qué vamos a ir? Dejá que se caiga y listo”. Demás está decir que en estos cálculos está exenta la variable opinión pública.

¿Cuál es la reacción natural de la mayoría social? “se la pasan peleando entre ellos y nosotros siempre pagamos los platos rotos”. La enorme mayoría de las razones esgrimidas por parte de los actores frente a los votantes pasan de largo, en casi todas las circunstancias. La política dirá: “pero no podíamos hacerles el juego! ¡Íbamos a quedar como unos pelotudos!” (no importa el emisor). Mi ingenua pregunta de consultor es: ¿pelotudos ante quién? Mi respuesta no se hace esperar: frente a sus pares que piensan como ellos todo el tiempo. Ergo, la política se encapsula es su propia lógica y se termina pareciendo a una “casta” (entre comillas para que nadie crea que estoy suscribiendo una afirmación, sino aludiendo a una sensación que se va instalando). La cuestión es: de tanto miedo en quedar como pelotudos ¿en qué quedaron? La respuesta es obvia.

“Che! ¡Cuántos votos que sacó Milei!”. Lógico. Cuando los sensatos no arriesgan queda un espacio vacío que lo llenan los más osados. Eso es Milei hoy: la osadía frente al vacío. El libertario le ha puesto un título a su relato y una lógica propositiva disruptiva de indudable atractivo en tiempos de crisis profunda.

¿Y los demás en qué anda? Tratando de no quedar como pelotudos…

Carlos Fara

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