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Opinión

Desafortunadas declaraciones del Obispo y el Gobernador sobre la pandemia

Los ciudadanos de a pie cansados de sufrir una pandemia interminable, pesimamente administrada y con muchas muertes que podrían haberse evitado, tenemos que padecer, además del virus que sigue siendo desconocido, la otra pandemia, la de los desubicados políticos, gobernantes y hasta del mismísimo Obispo Diocesano, de modo tal que la suma de factores confluyen a que la gente cada vez tenga una peor calidad de vida, desde lo material y alimentada por filípicas que nadie esta dispuesto a escuchar y menos, a interpretar.

En los primeros días de julio se despachó el Obispo Urbanc con una ensalada difícil de descifrar  que como no podía ser de otra manera tuvo una repercusión nacional inusitada, dijo entre otros conceptos: "Es tiempo de reflexión y demos gracias a Dios por esta pandemia, el mundo la necesita, hay una economía que no sirve, esa patria financiera destruye al hombre, la plata no está para juntarla en los bancos y hacer negocio, el dinero está para ponerlo al servicio del pueblo de Dios".

Que difícil dar gracias por las desgracias. Dar gracia por tener políticos irresponsables que interpusieron la ideología antes que la salud pública, cuando en vez de comprar una vacunas, se lanzaron a una aventura de comprar "otras" más caras y en muchos casos inexistentes. Volviendo a los dichos del Obispo, nunca se había escuchado que un alto dignatario eclesial agradeciera a Dios por el mal recibido. Nadie sabe lo que quiso decir, la realidad es que fue hiriente. Es realmente insólito y no es que sacamos la frase de contexto, definitivamente no, porque el Obispo lo dijo, y nos pareció una falta total de caridad. Debería pedir perdón por sus lamentables y confusas declaraciones.

Y sobre llovido, mojado. Como si las declaraciones del Obispo no hubieses sido suficientes, ahora fue el turno del Gobernador Raúl Jalil, que lejos de tranquilizar a la población, la exacerba, todo lo cual resulta lamentable, porque por su función y contexto de situación es la persona indicada para llevar tranquilidad al pueblo y no crisparlo como le gusta hacerlo.

Para que el prelado no se disguste, a continuación transcribimos un texto extraído de una reflexión de la Casa de la Misericordia, abarcadora de los dichos y posturas de ambos, que dice: "Una de las actitudes que más pueden perturbar la vida comunitaria y el crecimiento del discípulo en su conformación a Cristo y el adecuado cumplimiento de la Divina Voluntad es la impulsividad; que se manifiesta como prisa, como imprudencia y puede llevar a la sobre preocupación, fatiga, estrés e incluso desilusión". Y otra conclusiva que nos pareció apropiada: "El imprudente piensa que las cosas dependen de él. Así, las personas, las cosas, hasta el tiempo, se vuelven obstáculos o sus adversarios, o también se hace dependiente de aquello mismo que saca como excusa", "El imprudente no sólo se angustia a sí mismo, sino que cansa o perturba a otros, tiende a juzgar o responsabilizar a otros de la no consecución de sus logros".

Razón más que suficiente para traer a colación la máxima relacionada con las virtudes cardinales, al recordar que "la prudencia es la madre de todas las virtudes". En una situación como la que vive la sociedad argentina, sumida en una profunda crisis existencial y sanitaria, llena de incertidumbre, la mejor receta es el silencio, incluso por respeto a quienes murieron esperando respuestas de los dirigentes, que nunca llegaron.

Las reflexiones transcriptas sirven para que el obispo y el Gobernador sean más prudentes a la hora de expresar sus pareceres. Las recientes declaraciones de Raúl Jalil casi en la misma línea que el obispo Urbanc, nos parecieron de un desatino colosal, cuando expresó "Creo que ya estamos saliendo de esto, ha sido una muy buena experiencia para todos" . Al gobernador pareciera ser que nada le importa, que ha perdido el rumbo de su vida y que se encuentra hundido en una ciénaga de la que le será difícil salir. Entiéndase que ciénaga aquí es sinónimo de ridículo. Se puede regresar de muchos lugares pero del ridículo nadie ha regresado. Es un barro muy pegajoso.

 

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