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Opinión

Causar estupefacción es una táctica

En una metralla de sinsentidos, de exabruptos y de frases que ponen a prueba las fronteras del aguante los argentinos, se escucharon ayer una pléyade de declaraciones que han dejado estupefactos a más de uno.

Quizás sea, justamente, esa capacidad que tienen ciertos dichos del kirchnerismo de producir en quienes los escuchan esa sensación de no poder creer lo que se oye (con la consecuente paralización momentánea de la respuesta) lo que los lleva a decirlos, porque saben que, al menos por un momento, van a dejar a sus interlocutores callados, no por falta de respuestas sino porque es tanto lo que podría decírseles que los torrentes de palabras se agolpan en la boca y se neutralizan entre sí.

Comencemos por el jefe de gabinete, Santiago Cafiero, quien, refiriéndose al cumpleaños de Elisa Carrió dijo con la ácida ironía que los caracteriza: “estamos esperando sus disculpas”.

Es tan burdo el intento oficialista por equiparar lo que no se puede equiparar que, de nuevo, uno tiende a creer que lo hacen a propósito para exasperar más los ánimos y para apostar a aquella estupefacción inicial que deja a los opositores sin palabras.

¿Cómo este impresentable, que no tiene idea de dónde tiene la mano derecha, se atreve a poner en un pie de igualdad una celebración de un ciudadano privado, al aire libre, en pleno verano, que jamás fue ocultada, que fue pública, que contaba con las autorizaciones provinciales y municipales correspondientes y que tuvo lugar en un tiempo en donde las disposiciones legales eran muy diferentes de las que regían cuando se llevó a cabo el cumpleaños de la primera acompañante, con, justamente, ese despropósito llevado adelante en la quinta presidencial, en un espacio cerrado, por el presidente de la nación y su pareja, que fue ocultado a la población y que se llevó a cabo en el pico del confinamiento al que ese mismo presidente, con los modales de un guapo de barrio, había condenado al resto  del país?

Es tan grosero el intento por poner en un pie de igualdad lo que no tiene nada que ver que causa repugnancia, otro de los factores que generalmente influyen en no poder responder con inmediatez.  Es tan repulsivo el propósito de intentar decir “nosotros seremos delincuentes, pero ustedes también lo son”, que uno se queda sin palabras. Pero es la táctica del kirchnerismo: la táctica guerrillera del “derribe y la toma” por la que se paraliza (por los medios que sean, siendo la estupefacción uno de los preferidos) al adversario, para hacerlo caer y avanzar.

También habló la ministra Frederic quien opinó sobre el tema de los carpinchos en Nordelta. Dijo esta funcionaria: “La naturaleza le devuelve a las personas el daño que le hacen. Todos sabemos el daño ambiental que producen estos emprendimientos inmobiliarios”.

Solo saber que no dejan pasar la más mínima oportunidad para seguir echando baldazos al fuego del odio es que puede entenderse que alguien que debería estar ocupándose de meter presos a los delincuentes se ocupe de los carpinchos de Nordelta.

Es que, en efecto, toda ocasión es buena para seguir inflamando el resentimiento de clases, para seguir insuflando los recipientes de la envidia y para seguir señalando a una determinada clase social como la culpable de todo lo que ocurre en la Argentinas, desde la pobreza hasta el ataque a la naturaleza, que termina con oleadas de vengativos carpinchos que toman la decisión de atacar a tan despiadado sector social.

El tema es que, después, uno tiene que escuchar a la comandante de El Calafate -con esa cara de la que emanan tantos sentimientos de bondad y armonía- hablar del odio que “los que son de Cambiemos o ‘macristas’” tienen por el peronismo o el kirchnerismo y vuelve a quedar estupefacto, una vez más sin palabras.

¿Así que sólo se pueden defender valores si uno es peronista o kirchnerista, pero si uno no lo es, es porque odia al peronismo o al kirchnerismo? ¿Y si yo dijera todo lo contrario? ¿Si yo dijera, por ejemplo, que solo se puede tener valores si uno defiende la Constitución y que tanto el peronismo como su etapa superior, el kirchnerismo, suponen un esquema de odio hacia esos valores fundacionales de la Argentina? ¿Qué diría la comandante?

Por lo demás, y en lo que se refiere a los “desarrollos inmobiliarios”, ¿qué sugiere Frederic? ¿Qué el país quede congelado en las técnicas inmobiliarias de 1800? ¿Su modelo es que los argentinos vivan en chozas (eso sí, todas iguales) como las que afloran en las villas miseria cuya cantidad ellos multiplicaron por 300? ¿Sugiere ese diseño de vida?

Luego apareció uno de los abogados que interviene en la defensa de Yanina Domínguez, implicada en el delito cometido en Quinta de Olivos. Mauricio D’Alessandro -de él se trata- dijo que su principal argumento de defensa es que el DNU que mandó a confinar al país era inconstitucional porque no era la herramienta jurídica adecuada para restringir los derechos de circulación y de reunión. Estupefacción al palo.

O sea, a ver si entendemos, el abogado de la amiga presidencial dice que su defensa se basa en que el decreto presidencial era inconstitucional. No me extrañaría que, más tarde, los abogados del propio presidente expusieran el mismo argumento.

De nuevo el torrente de palabras que se agolpan en la boca y que atentan contra el deseo de responder rápido.

Primero: que un DNU no era la herramienta jurídica adecuada para desconocer semejantes derechos de los individuos lo dijimos desde el primer día en estas columnas cuando explicamos que el presidente sólo podía tomar constitucionalmente las medidas que estaba tomando si se declaraba previamente el Estado de Sitio del artículo 23 de la Constitución. Verlos ahora a ellos querer valerse de ese argumento para excusar su responsabilidad es ridículo y vuelve a dejar estupefactos a muchos.

Segundo, no obstante, estos reparos, el presidente y todo el gobierno siguió aplicando el DNU al resto del país y en función de su vigencia procesó a varios ciudadanos que tuvieron distintas consecuencias jurídicas por haber violado esa legislación.

Tercero, que el entorno del propio presidente alegue la torpeza de éste para buscar su inocencia es tan burdo que da vergüenza de solo escucharlo.

Y, finalmente, apareció, infaltable, el propio Fernández diciendo textualmente “como está probado que no hubo contagios durante el brindis, no hay configuración de la figura penal”.

La pregunta que surge es si el presidente ha completado algún curso que lo especialice en el arte de entregarnos todos los días argumentos que nos indican que es un burro, especialmente en las áreas legales.

El delito que él y los demás participantes del “brindis” cometieron no ha sido “contagiar” sino violar disposiciones dictadas (encima por él mismo) para evitar la propagación de una epidemia (artículo 205 del Código Penal). Esa conducta se verificó por el solo hecho de circular y reunirse cuando la circulación y las reuniones estaban prohibidas; no importa el eventual contagio.

Cuesta recordar un gobierno (salvo varios pasajes del kirchnerismo anterior, claro está) que todos los días entregue frases que parecen estar destinadas a tomarle el pelo a la sociedad que los mantiene. El abanico de declaraciones de ayer resulta francamente desopilante. Pero la naturalización por algunos y la estupefacción de los más indignados se convierten, finalmente, en aliados del grupo de facinerosos que se sientan en los sillones del Estado.

 

Carlos Mira

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