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Cultura

Al que le quepa el sayo que se lo ponga El Hablador

“Entre esa porción de individuos que rolan en la parte corrompida y mas degradada de la sociedad, ninguno tan infame como El Hablador, ó sea el que quita la fama de sus semejantes. Esta fama que en el concepto de todos, es mas apreciable que la misma vida.

Casi todos los actos inmorales forman a este mónstruo de la especie humana, como todas las virtudes formarían á un grande santo. El Hablador es pérfido, ambicioso, injusto, embustero, bajo, insocial, hipócrita. Y con estas y otras cualidades tan indignas, reunidas á la vez en un solo sujeto, ¿ habrá bestia más feroz y deforme, y que pueda causar mayores males en la sociedad, que tiene la desgracia de admitirlo en su seno?

Pero no se resienta si le llamamos monstruo, cuando ilustres y divinas plumas le han denominado arpón de víboras, y lo han comparado a los dientes del león, en razón al mal olor que exhala de su boca, con cuyo aliento inmundo á todos infecciona

Envuelta el alma del Hablador en el asqueroso manto de la perfidia, su exterior está en oposicion directa con sus intenciones depravadas. Con semblante humilde, con ojos tiernos, con la sonrisa en los labios, con palabras afectuosas y serviles estiende á todos una mano, al parecer, franca y amiga; pero ocultamente lleva la cuchilla del asesino, y acecha a su víctima en el sueño o en los lugares donde no pueda ni defenderse, ni ver la mano que lo hirió. A su lengua semejante a una espada de dos filos, la maneja con una destreza maravillosa; así es que, con un solo golpe le quita la vida del honor, y le hace desaparecer del rol social á donde había llegado en fuerza de sus trabajos y empeños.

Impelido por la fuerza de una ambición, inconcebible en su intensidad, cae en el abismo de la desesperación y sufre horribles dolores, cuando alguno se le sobrepone en estimación o méritos. No omite medios ni le arredran obstáculos para calmar las angustias de su corazón haciéndolo descender de una escala igual o superior á la suya. : Para esto se adelanta a adivinarle todos sus pensamientos. Interpreta mal todas sus acciones. Indaga por sus padres y abuelos, por sí en su genealogía hay alguna nota con que difamarle. Consulta a todos sus enemigos, tomando de ellos informes de vita et mortibus. Salta de gozo, si oye imputarle algún defecto, y llora a moco tendido sise le honra con alguna distinción : en ele primer caso aumenta su vituperio, y en el segundo desmiente sus buenas cualidades. No hay escondrijo que no examine, palabra que no cele, noticia que no apunte para esparcirla después, por sí, ó por sus cómplices, en las calles y en las plazas.

Tiene una propensión luciferina para proceder con la mayor injusticia en todo lo concerniente á su émulo. Para hablar de él, nunca se toma el trabajo de averiguar la verdad de los hechos. Cree como dogma religioso todo lo que oye, no importa que su autor sea un drope. A las acciones indiferentes las publica transformadas en horrorosos crímenes, a la buenas les atribuye pérfidas intenciones, á las malas las agrava, á las inocentes les imprime el carácter de maliciosas; y por muy moral que sea el individuo, en la balanza del hablador será hallado como facineroso y corrompido.

Por consiguiente; no hay una persona, mas propia que el hablador, para darnos una idea completa de lo que eran los Fariseos en el principio de nuestra era. Aquel representa y dibuja á éstos en su interior con mas perfeccion que un espejo el exterior de una figura que e tiene por delante. Si uno ayuna, si hace penitencia, si cubre sus lomos con pieles, llamará hipócrita aunque sea al miso San Juan Bautista. Si dulce, amable, franco, si asiste a las mesas y convites de los pecadores para ganar primero sus simpatías y después sus almas, al mismo Jesucristo lo llamará violento, borracho, &

En el desasociego de su empeño indigno, el Hablador no siempre encontrará pábulo verdadero para alimentar el fuego satánico que le devora; y empleará el fraude, la mentira, la calumnia, tanto para saciar el apetito de su lengua infame cuanto para no aumentar el asco de una conversación inmoral, con el fastidio de ser también repetida. Si una vez dijo que era borracho, otras es preciso que diga que es amancebado, ladrón, tirano, jugador, impío,&.

El Hablador es el ser mas vil y bajo entre los seres viles y, bajos de la especie humana. No hay un solo individuo que no conozca el estado de mas o menos abyección en que se halla colocado; pero el Hablador no tiene ojos para ver toda la inmundicia del lodo en que se revuelca, ni el enfado que causa en una sociedad medianamente ilustrada y moral, ni las desconfianzas que inspira y una conducta propensa á murmurar de todo. No conoce tampoco toda la extensión de su degradación cuando á su adversario en su presencia, lo incensa le tributa ovaciones como el mas infeliz de los esclavos, al mismo tiempo que imagina medios para desacreditarlo.

El Hablador, al paso que incivil é insocial, es también la peste de toda la sociedad. Carcome las famas, daña la reputación, mancilla el honor, desacredita a los fuertes, aflige a los débiles; y no es posible ennumerar los disgustos, las discordias, las desconfianzas las intranquilidades que causa, las lágrimas que hace verter, los empleos y estados que dá por tierra, quizá la sangre inocente que hace derramar, á las víctimas que ha sacrificado.

Sabe muy bien el Hablador, que para ser creído, es necesario aparecer virtuoso. Usa un ropaje que representa un personaje celestial, y es un demonio encarnado; es la fingida Santa Fátima de las mil y una noche: recolecta las ficciones de todos los hipócritas en general y cual ermitaño antiguo carga alas insignias de un verdadero penitente. Pero no le creáis: el hablador tiene la piel de oveja, pero es de lobo su corazón. Ostenta ser religioso, y es un ser impío, un atéo que ni en Dios, ni en el diablo cree. Las palabras de virtud y santidad no se le caen de los labios, pero es un ser corrompido e inmoral.

¿Queréis saber cuál es el Hablador? No haya regla sin escepción; pero ese individuo, que al entrar en una casa dice: Deo gratias; que cuando nombra al demonio añade: que Dios nos libre de él, que habla siempre de victorias en las tentaciones, que nunca mira en la cara a las mujeres, les leb….., que carga un famoso rosario, que se hinca delante del santo mas grande cuando está en la iglesia, que besa la tierra, se da golpes en el pecho, que suspira de un modo que todos lo oigan, ése es hipócrita, ése es Hablador, porque son cualidades inseparables, y como indivisas.

Pedimos por conclusión de este artículo á todas las personas interesadas en juzgar á sus semejantes, que nunca pronuncien su fallo antes de haber oído al acusado ó reo; esto es conforme á la recta razón y arreglado a todo derecho. De lo contrario, serán tenidas en el concepto del buen sentido por unos injustos y niños. Que no saben apreciar dignamente las cosas”.

FUENTE: (*)

COLECCCIÓN DE ARTÍCULOS LITERARIOS Y CRÍTICOS DEL P. ESQUIÚ

EL PADRE ESQUIÚ, APUNTES BIOGRÁFICOS

ALBERTO ORTÍZ

1883

Al recorrer las páginas de escritos de Fray Mamerto Esquiú, me di con éste artículo seguramente publicado por entonces, en El AMBATO.

Lo encontré tan oportuno, tan vigente para nuestros días y nuestras circunstancias, que creí válido darlo a conocer en mi sitio. De todos modos, vale aquello de:

AL QUE LE QUEPA EL SAYO, QUE SE LO PONGA.

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