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Opinión

Polarizar con Macri puede ser un tiro por la culata

La estrategia electoral del oficialismo es transparente: usar a Macri como espantajo para tratar de evitar la fuga del voto independiente o, al menos, que no vaya a engrosar a la oposición. Como Fernández no tiene qué mostrar como logros parciales de su gestión, la apelación a reavivar el pasado para espantar a la sociedad - ya bastante espantada por la pandemia y la crisis económica- es una fórmula ya usada, pero habrá que ver si ahora también es efectiva. La elección de Macri como enemigo porque tiene un índice de rechazo muy alto es una decisión reveladora de los escasos recursos dialécticos que tiene el Frente de Todos en su caja de herramientas electorales, por un lado; y de una buena dosis de resentimiento hasta personal, por el otro. Son los ingredientes de un clásico cocktail político de la Argentina.

Cualquiera sea el motor de esta política, desarrollarla puede constituir otro tiro por la culata, de los muchos que sufrió en las elecciones de medio término.

El ex presidente no está ganando la discusión interna en el PRO. Más aún, pareciera que está cediendo en cuotas el liderazgo del espacio a Rodríguez Larreta, cuyo crecimiento se ha dado, entre otros factores, por los errores que el oficialismo cometió al atacar al jefe de Gobierno porteño.

Larreta ha logrado imponer sus candidatos en la Ciudad, con Vidal como estandarte, puede unificar la personería del PRO en la Provincia con Santilli (más Jorge Macri) y consolidado su alianza con Martín Lousteau. Sabe que entre los múltiples problemas que debe enfrentar está sortear el peligro de un triunfo de Facundo Manes en Buenos Aires, cuya precandidatura presidencial por la UCR parece asegurada, lo que mellaría sus aspiraciones para el 2023. En estos planes, Macri no juega un papel central, aunque lidere la franja más dura del PRO y sostenga la eventual postulación de Patricia Bullrich para disputarle a Larreta la candidatura presidencial. Así, otorgarle la centralidad de la campaña negativa y de las acciones encadenadas con ese objetivo -Correo, Bolivia, deuda- revelan una necesidad extrema de confrontar.

Macri es para el Frente de Todos lo que representó Cristina para el gobierno de Macri (así le fue con esa táctica). Una de las justificaciones que se pueden escuchar respecto de la polarización es que es un recurso que pueden dar réditos electorales, aunque ahonde la división en la sociedad.

El discurso de Fernández tiene esta impronta, pero, además, está acuciado por las presiones internas que en este tiempo se han acrecentado. Máximo Kirchner acaba de marcarle las diferencias en dos temas que el Presidente se ha involucrado: el decreto para poder comprar Pfizer y la negociación con el FMI. Aquí el jefe del bloque parece cobrarse un desaire: pagó el costo de no permitir el debate en Diputados para tener que tragarse horas después un DNU.

El Presidente ha respondido que la única salida es la vacunación, y la vacunación rápida y que se note. Con Sputnik, AstraZeneca, Sinopharm, Pfizer, Moderna o lo que venga. Una sociedad agobiada, como lo es la argentina, precisa de un horizonte. Fernández ofrece lo único que tiene a mano: vacunar, después de muchos meses de idas y vueltas. Aun así, la cuesta a remontar es empinada, con socios en la coalición que hacen una efectiva oposición interna.

Fernández debe decidir quién reemplazará a Santiago Cafiero, que suena como cabeza de la lista bonaerense. Dos candidatos para la Jefatura de Gabinete en ese caso: Agustín Rossi o Claudio Moroni. Un kirchnerista histórico o un hombre de Sergio Massa. 

Ricardo Kirschbaum

Argentina Elecciones de medio término frente de todos Mauricio Macri

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