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Opinión

El dilema argentino: el carro y los caballos

La Argentina es un carro que carga a 45 millones de personas. Para tirar de él hay 5 millones de trabajadores privados formales (de los cuales el 30 por ciento no gana para cubrir la canasta básica), 4,5 millones de trabajadores informales y 3 millones de trabajadores públicos. Poco caballo para mucho carro.

Esta es una de las razones –no la única- por las que nuestro país está clavado en el barro o avanza tan lento. Durante 2020 el PBI cayó casi 10 por ciento. Todos los países sufrieron bajas con la pandemia, pero la Argentina mucho más que el promedio.

Todos los países redujeron su tráfico aéreo, pero nosotros a dos aviones por día, todos los países redujeron sus clases presenciales, pero la Argentina más de un año, todos los países restringieron la circulación interna, pero la Argentina tuvo violaciones a los DDHH a cargo de gobernadores autoritarios, muchos países tuvieron funcionarios vacunados que se saltearon la fila, pero en la Argentina le costó el puesto a un ministro.

La Argentina, la hipérbole de todo 

La moraleja es que el gobierno vive justificándose al decir que “todos los países...”, pero lo cierto es que la versión autóctona siempre es mucho más grave y, reiteramos, en un carro pesado con pocos caballos y clavado en el barro. Se calcula que la Argentina podría crecer entre el 5 y el 6 por ciento este año y en el gabinete nacional se ilusionan con la recuperación de la economía.

Y aquí llegamos a la gran pregunta: ¿va a alcanzar el “rebote” para reducir los nuevos niveles de pobreza de más del 40 por ciento? Si Cristina dejó el gobierno en 2015 luego de 12 años de kirchnerismo y “matriz diversificada con inclusión social” con un 28 por ciento de pobreza que jamás fue posible bajar, ¿Cómo va a hacerlo ahora que la situación es muchísimo peor? ¡Y con las mismas herramientas de siempre! Dicho de otro modo: si en tiempos mejores el plan K para la economía mostró agotamiento, ¿por qué funcionaría hoy, cuando todo está mucho más roto?

Pero altos ministros a cargo de la economía sostienen que no hacen falta grandes reformas. ¿No tiene demasiados impuestos nuestro país? El gobierno contesta que no. Que tiene en promedio lo mismo que otros países, “algunos más altos, pero otros más bajos”. Si fuera así, ¿por qué la economía informal es del 50 por ciento? ¿Por qué tanto en negro? ¿Acaso los empleadores argentinos tienen un gen trasgresor que otros terrícolas no? ¿Por qué si el régimen laboral es perfecto, en nuestro país se genera tan poco empleo privado?

Respuesta oficial: “lo que tracciona el empleo es la demanda, no una reforma laboral. Si vuelve el consumo, vuelve el empleo”. Vamos de vuelta: aún en los mejores tiempos del kirchnerismo la economía informal era altísima, dejando desprotegidos a millones de trabajadores. Pero todo lo que se parezca a “reforma laboral” es un tabú para gran parte del peronismo porque remite al “neoliberalismo de los 90”, un eslogan perezoso que cierra la discusión.

¿Los impuestos son una traba para que el carro avance?

Aquí, los funcionarios se defienden con este argumento: “Macri ya probó con bajar los impuestos, ¿y qué inversión vino?”. Es claro que ninguna medida aislada sirve y menos si es aplicada por poco tiempo.

El gobierno anterior había creado las SAS, Sociedades por Acciones Simplificadas. Eran una forma de crear en 24 horas una empresa e inscribirla legalmente. Pero ahora en el Congreso el oficialismo quiere suspenderlas. Dice que se usaron para lavar activos. Cepos, candados y controles para todos y todas: si se fugó dinero vía las SAS, ¿qué es mejor? ¿Identificar a los evasores o eliminar todo el régimen de las SAS?

Otro ejemplo: si algunos hicieron negocios fraudulentos con la exportación de carne y subfacturaron, ¿debería ubicarse a los que lo hicieron o es mejor cerrar toda la exportación de carne? El kirchnerismo legisla y decide por la excepción, no por la regla. En vez de perseguir y castigar al transgresor, se inventan leyes y resoluciones que ralentizan todo.

No hay cifra ni dato que cambie la mirada del espacio político que gobierna.

Con el argumento de que “ya se probó y no funcionó”, la Argentina sigue sin reformas estructurales que empujen un carro que se hunde. La Universidad Católica lo explica así: “De cuatro chicos que se sientan a una mesa, solo uno come todos los días”.

Sin embargo, no hay cifra ni dato que cambie la mirada del espacio político que gobierna: la evidencia no perfora la creencia. Creen que con mayor asistencia social y vacunación que permita retomar la actividad, el carro se pone en marcha. En el mejor de los casos, la asistencia evitará un estallido social y se volverá a retomar, lentamente, algo de la actividad económica. Pero no va a alcanzar. La misma receta kirchnerista de siempre augura gradualismo. Macri lo aprendió con dolor: lo que se necesita es shock.

Diego Sehinkman

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