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Opinión

Una vergüenza para la Argentina

Son tantas las consideraciones que surgen de estos escasos tres renglones que uno no sale de su asombro, si es que queda espacio para el asombro aun en la Argentina.

Vayamos por el mismo orden que le dio tuit esta impresentable.

En primer lugar, Vallejos apela cizañeramente a una comparación entre lo público y lo privado como si en algún lugar de su pequeño ser creyera que puede salir ganando de tal enfrentamiento. En efecto, en un retorcimiento inentendible para sustentar su supuesto punto, apela lo que gana el “CEO” de una empresa. Aquí ya existe la intención de enviar un mensaje subliminal de chauvinismo barato a la sociedad apelando a una expresión inglesa -Chief Executive Officer- para describir lo que en la Argentina puede corresponder, por ejemplo, al dueño de un taller familiar que su abuelo abrió hace 60 años y que tiene hoy 15 empleados. Porque en los términos de la legislación comercial argentina esa persona es un “CEO”, en la alambicada y venenosa comparación que expone Vallejos.

En segundo lugar, Vallejos debería entender que, como buen parásito que es (porque no produce un solo gramo de riqueza nacional, al contrario, toda su existencia es un lastre para la nación), ella puede darse el lujo de tener el ingreso asegurado que muchos “CEOs” no tienen, porque aún hay en la Argentina gente que se levanta cada mañana para agregar valor productivo a la riqueza nacional pese a que cada vez más sanguijuelas como ella les chupan la sangre.

Vallejos pertenece a una raza que impide el trabajo en la Argentina; que lo torna cada vez menos competitivo, más caro y cada vez más sujeto a más impuestos confiscatorios que se legislan para mantener a la casta a la que pertenece la diputada.

Si esa gente no existiera, si empacara sus petates y se largara de la Argentina, Vallejos y toda la caterva de malandras como ella deberían salir a trabajar, algo que nunca hicieron.

Si Vallejos tuviera que ganarse la vida lidiando con el cúmulo de complicaciones que el conjunto de inservibles al que ella pertenece inventa todos los días, se moriría de hambre porque es, literalmente, una inútil.

La actividad creativa de un CEO es lo que les da de comer a Vallejos y a los de su raza. Lejos de ser el “afán de lucro privado” su única preocupación, sus desvelos corren por el lado de pagar las quincenas, pagar los impuestos, lidiar con la inflación que generan las disposiciones que los “Vallejos” de este mundo decretan, superar las inseguridades de vivir en la Argentina, tanto físicas como jurídicas.

Aun así, pese a todo, sigue habiendo personas que -se crea o no- pretenden trabajar en el país. Y frente a eso los argentinos de bien deben escuchar a esta impresentable caradura quejarse de que un “representante de la voluntad popular” gana menos que ellos. ¿Pero de dónde salió este esperpento? ¿Quién se cree que es? ¿Cuándo el sector público generó un peso de riqueza?

La “voluntad popular” no es un salvoconducto para chuparle la sangre a la gente que trabaja. Representar al pueblo debería empezar por la modestia que se supone debe tener todo servidor público, que debería agradecer los privilegios que la sociedad les paga.

La “voluntad popular” es un engaño. Es más, diría que la voluntad popular entendida ésta como aquello por lo que la quieren hacer pasar (la expresión real de todo el pueblo) es un artificio delincuencial para amparar a garrapatas como Vallejos que han encontrado un perro trabajador del cual vivir, sin hacer una mierda. O peor aún: poniéndole trabas al pobre perro que debe deslomarse para mantenerlos.

La que da verdaderamente vergüenza aquí es esta innombrable que se declara disconforme con lo que gana y que reclama más. ¿Sabe qué, Vallejos? Usted no sirve para nada. O en realidad sí: sirve para hundir a la Argentina. El país podría vivir sin los “Vallejos de la vida” (es más, claramente viviría enormemente mejor de lo que vive) pero no podría vivir sin los miles de CEOs que todas las mañanas se levantan con la idea de fabricar un mejor producto o brindar un mejor servicio.

La verdad es que dan ganas de que toda esa gente se levante un día y deje de trabajar. Vamos a ver de qué se pinta el culo usted, Vallejos, cuando toda la base productiva real del país -que es el sector privado (el único que le agrega riqueza nueva al mundo)- le dé la espalda y la deje sola, a ver de qué es capaz.

Seguramente usted y todos los de su raza se hundirían en la miseria. Jamás han tenido una idea productiva, jamás una ocurrencia por la cual el mundo fuera mejor después de ponerla en práctica. Cada cosa que usa, desde su ropa interior hasta el teléfono con el que tuitea; desde las redes sociales por las que divulga su veneno hasta la comida con la que se alimenta; desde el automóvil en el que se desplaza hasta la música con la que se distrae, es posible gracias a los CEOs que las producen y que, de paso, que también le pagan su sueldo.

Usted no tiene vergüenza, Vallejos. Usted es una ofensa para la Argentina. Que haya “voluntades populares” que la hayan puesto dónde está en parte explican por qué el país ha caído en un desfiladero de decadencia al que lo condenaron las ideas que usted representa.

Carlos Mira

https://thepostarg.com/editoriales/una-verguenza-para-la-argentina/#.YMOHj6hKg2w

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