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Opinión

¿Realmente buscan una solución a la inflación?

Es la sensación que uno tiene al enterarse de que el jefe de gabinete, Santiago Cafiero, le ordenó a la AFIP mandar a sus inspectores a controlar los precios en los comercios.

“Se están definiendo medidas para bajar la inflación”, dijeron en Casa Rosada, pese a que con esos controles instalados desde el 6 de marzo del año pasado y con tarifas pisadas desde 2019, la inflación fue el año pasado superior a 36%.

“La principal es que, por instrucción de Santiago Cafiero, el Jefe de Gabinete, los inspectores de la AFIP salgan a controlar el cumplimiento de Precios Máximos”, dijeron en Casa Rosada. “También se va a controlar la aplicación de la Ley de abastecimiento y se analiza un aumento de sanciones”, indicaron.

Uno no sabe si sentir lástima, desazón, bronca… Porque, que en el año 2021, un conjunto de inoperantes siga entregando la suerte de los precios a su control militar, es realmente inconcebible.

La pregunta que deberían hacerse es ¿qué país con baja inflación logró ese objetivo en base a un programa de control de los precios? Al revés, ¿qué país que estableció un control policial de los precios tuvo éxito en la tarea de conseguir una tasa inflacionaria normal y estable? La respuesta, en ambas preguntas es: ninguno.

Por lo tanto, la lógica conclusión del análisis es que estamos frente a un grupo de negados que desconoce la evidencia empírica y científica (¡gobierno de científicos!) que el mundo acumuló en casi 4 milenios, desde que el emperador Diocleciano tuvo la peregrina idea de imponerlos por primera vez.

No es una novedad que el Gobierno tome este tipo de decisiones en las horas cercanas a la difusión de un dato vinculado a las góndolas que le preocupa. A sólo días de la publicación del índice de precios de enero, que también fue alto (4%), el Gobierno instó a los movimientos sociales -muchos instalados dentro del Ministerio de Desarrollo Social y que funcionan como verdaderas milicias populares de choque- a que controlaran precios en supermercados.

El país no llegará a nada por este camino. Parece innecesario decirlo, pero gastar las energías nacionales en semejante pelotudez es lo que motiva el desgano, la decepción, la pérdida de la fe y la desilusión.

La única alternativa racional que uno tiene a mano para concluir es que el gobierno no persigue el loable objetivo de controlar la inflación sino la dañina meta de fundir la actividad comercial e industrial privada.

Como dijo alguna vez Ayn Rand hablando de los socialistas. “Ellos no quieren ser dueños de tu fortuna, quieren que la pierdas; no quieren tener éxito, quieren que fracases; no quieren vivir, quieren que te mueras; no desean nada, odian la existencia…”.

El año pasado, cuando el problema, además de los precios, era el abastecimiento y la entrega en cuotas de productos por parte de la industria en los supermercados, la Secretaría de Comercio Interior amplió la ley de abastecimiento para incluir a los intendentes en los controles de los congelamientos. Esa ley, dictada por el peronismo y usada por Guillermo Moreno durante su gestión, fue ampliada además por Matías Kulfas y Paula Español para poder controlar locales de menos metros cuadrados.

Control, control y más control. Es lo único que saben; lo único que entienden. El formato militar de sus mentes no concibe una sociedad abierta y autocompensada. No: ellos entienden la vida como una consecuencia del principio de mando y obediencia; “yo mando, tu obedeces”.

La miseria es la única resultante de una concepción así. En la Argentina y en cualquier lugar del mundo que pretenda semejante ambición.

Mientras el país no recupere la moneda (cuyo envilecimiento es la única causa de la inflación, porque no es que los productos valgan más, sino que la moneda que los compra vale menos, con lo que se necesitan más unidades monetarias para comprar lo mismo) la inflación continuará, por más que la policía o el ejército fusile a los comerciantes en la puerta de sus locales.

La propia Argentina durante casi 100 años de 1853 a 1946 tuvo una de las monedas más fuertes del mundo y con ello la inflación era un fenómeno desconocido. Volvió a ocurrir durante el relativamente breve interregno de la Convertibilidad en el que la sociedad pudo ahorrar, comprar a crédito a largo plazo y los precios se mantuvieron completamente estables sin ningún policía persiguiendo gente por la calle.

Mientras tanto, más de la mitad de los habitantes en la provincia de Buenos Aires, donde tiene su base electoral el cristinismo, está bajo la pobreza y la multiplicación de villas de indigencia es un fenómeno prácticamente cotidiano.

Frente al peso de esa evidencia, el empecinamiento enfermizo con la aplicación de un remedio equivocado nos lleva casi naturalmente a presumir la búsqueda de otros fines, entre los que claramente se delinean los que, con su habitual inteligencia, describe Ayn Rand.

Carlos Mira

Economía Gobierno Nacional inflación opinión Politica Economica

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