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Opinión

La verdad como construcción

Cuando Pilato le preguntó a Jesús qué es la verdad, en el evangelio de Juan, no hubo respuesta; inmediatamente Pilato sale al encuentro de los judíos allí concentrados. Muchas veces pensé acerca de la respuesta que Jesús no dio. Ciertamente lo hace en otros pasajes aunque no en modo respuesta, que suele definir claramente el concepto. Por supuesto que desconozco las razones; que los que escribieron el evangelio luego no vieron necesario llenar ese vacío. El punto es que la verdad ha sido, y sigue siendo, un concepto inasible, huidizo. La historia del hombre, del lenguaje, de las religiones y del pensamiento filosófico, busca acercarse a una idea que la encierre, la abarque. La historia de la filosofía es la historia de las diferentes maneras de describir ese concepto, de entender el mundo. Aún el desarrollo de la ciencia es el avance por la conquista de la verdad. Toda persona sana sicológicamente necesita vivir en la verdad. Esto no quiere decir que viva conforme a ella, en lo cotidiano al menos. Pero aunque no dé conformidad a la verdad en su diario vivir, necesita saber en su interior, en su silencio profundo, que lo que sostiene como verdad, si no lo es, que miente. Que sostiene una idea por conveniencia, temor, inseguridad, o lo que fuera, pero que la verdad está en otro lado. No creo que las diferentes corrientes filosóficas que abordan la explicación de la realidad y se excluyen recíprocamente, sientan que mienten. Cada escuela cree interpretar correctamente la realidad.

Presentaré tres  opiniones diferentes y me serviré de ellas para hacer una lectura, personal, que quiero compartir.

La primera es una posición que sostiene Nietzsche y que sintéticamente dice: no existe verdad objetiva. Toda descripción de la verdad es una opinión y la verdad resulta de la opinión más convincente. La primera reacción, la espontanea, produce un cierto desconcierto porque no poner alguna referencia objetiva de lo que llamamos verdad nos expone a la inestabilidad producto de la ausencia de toda estructura. Imagínense en una sociedad democrática en la que no habría que respetar minorías porque la verdad está del lado de las mayorías, porque han sido más convincentes en las propuestas. Qué difícil sería distinguir la convicción  de la conveniencia. Hay total corrimiento de lo objetivo como resguardo de lo correcto y entraríamos en la vorágine de la opinión. Puede sonarnos como extremos de conductas humanas de difícil concreción; sin embargo en la historia no muy lejana el hombre, y no un hombre  solo, sino pueblos enteros, han comprado una posición como verdad y han actuado en consecuencia. Pensemos en la teoría nazi que encumbraba la superioridad de la raza aria y los resultados demenciales.

Nietzsche no es el primero que sostiene que la subjetividad del hombre ordena, en ese sentido crea, la realidad objetiva. Pero los resultados destructivos que desencadenó este principio en la vida cotidiana de la sociedad europea, sobre todo, tuvo resultados que tantos años después no terminan de cerrar. Dejemos a Nietzsche.

Pessoa, fue un poeta portugués del siglo XX.  Personalmente tengo una profunda devoción de este oscuro empleado de correos. En el “Libro del Desasosiego” nos dice, con una poesía notable, lo siguiente: la literatura existe porque con la vida no alcanza. Qué lectura podemos hacer de esto. Qué lectura hago yo y les propongo. En todo caso Pessoa es dueño de su enunciado pero no de lo que provoca en los lectores. Me asumo como uno más que lee su obra y la comenta.

Ya tenemos dos puntas, una afuera, la insuficiente vida que nos propone, y la literatura como producción artística, como producción del hombre. Hay algo afuera: la vida;  y algo adentro del hombre: su descripción. Interpreto como posible la lectura de que la vida por sí sola está inacabada, es movimiento, es devenir; si no hay una inteligencia que la interpreta, y en ese sentido la completa, a la vida le falta algo. Para hacer una interpretación de la realidad, para dar cuenta de esta incompletud de la vida sin la literatura, Pessoa creó diferentes personajes, llamados los heterónimos, por los que iba dando cuenta de la realidad, de la vida. Cada uno era poseedor de una concepción diferente de la vida, cada uno completaba la visión de los otros, aunque no buscara relaciones entre ellos, nosotros podemos entender que él mismo sentiría la limitación de describir la vida desde un solo punto de vista. Es como si dijera la verdad está inacabada sin el hombre que la complete.

El tercero es Borges. De diferentes maneras y en varios lugares dice que la realidad es simple, compleja es la literaturalización que hacemos de ella. Hay un paso más y un enfoque diferente a los anteriores. Aquí pone la verdad como un hecho simple, dado, existiendo al margen de las lecturas que hagamos de ella. La realidad tiene una posición prescindente de quien la interprete. Las cosas son así, de un solo modo; son las limitaciones de la literatura y la interpretación que conlleva, la que hace disímil su exposición. Los hecho humanos, cualquiera sea, fueron de un solo modo, en ese sentido fueron simples; cuando el hombre quiere dar cuenta de ellos se complejizan. Pensemos en un delito cometido. Quien es juzgado como responsable puede hacer una narración con cierto enfoque que lo favorezca; quien se ha visto perjudicado hará una narración diferente. Pero el delito fue de un solo modo. Tarea de quien debe administrar justicia será discernir de manera que se llegue a la simplicidad del hecho. Borges era muy crítico de quien creía poder encerrar en el discurso la realidad. Este `principio` borgeano que se puede rastrear en muchos lugares de su obra echan luz sobre los límites del lenguaje para definir la verdad de un hecho.

Como corolario y a título de aterrizaje de tanta teoría, pienso en cuántos de los hechos delictivos que escuchamos a diario y que son de incumbencia social porque nos afectan a todos, serán esclarecidos. Nos costará describir la verdad, nos costará encerrarla en la pobreza del lenguaje, pero qué necesidad existencial tenemos de vivir conforme a ella. Qué necesidad del fortalecimiento de las instituciones para que la simplicidad de los hechos arrojen luz sobre las limitaciones del lenguaje. Que la verdad no sea una cuestión de opinión que, finalmente, si no tiene sustento objetivo, correrá el riesgo de ser desvirtuada y permanecerá disfrazada para estar siempre del lado de la opinión más convincente, o sencillamente más poderosa.

 

(*) Licencia en Teología (UCA) - Licenciado en Letras (UBA)

patriciodn@yahoo.com.ar

 

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