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El folklore de Catamarca

Un recorrido breve por la historia de nuestro folklore. Cómo nació, quién lo definió y qué es lo que significa.

De acuerdo al libro El Folklore de Catamarca, de Claudio Bertonatti, la palabra “folklore” vio la luz por vez primera en una carta publicada el 22 de agosto de 1846 en el periódico londinense “Athenaeum”. La nota la firmó Ambrosio Merton, seudónimo del arqueólogo y escritor William John Thoms (1803-1885), a quien hoy se considera el “padre” de este término y universal con el que englobamos una multiplicidad de géneros del acervo popular. Antes de popularizarse esta palabra, los fenómenos que le atañen se agrupaban junto con las antigüedades, los recuerdos y la literatura tradicional.

Folklore es una palabra conformada por dos términos sajones antiguos: “folk” (pueblo) y “lore” (saber), literalmente, entonces podemos traducirlo como el saber popular. También es correcta la adaptación gráfica “folclore”, ya que ambas formas están aceptadas por la Real Academia Española. La ciencia que estudia el folklore surge de una necesidad tan antigua como las inquietudes de las personas por conocer su pasado y conservar los conocimientos y bienes con que se relacionan. La folklorología, entonces, estudia las expresiones populares de la sociedad que sobreviven a lo largo del tiempo, sean orales o escritas, pero casi siempre anónimas.

 

La tradición nacional debe ser estudiada en la Argentina por deber, porque debemos crear una fuente emocional común que nos una en el recuerdo. Juan Alfonso Carrizo (1895-1957), folklorólogo catamarqueño.

 

Más de un siglo de estudios folklóricos

A mediados del siglo XIX la folklorología ya era una ciencia constituida y a fines de ese siglo (1890) comenzó a desarrollarse en la Argentina con el impulso y entusiasmo personal de un puñado de sabios: Samuel Lafone Quevedo (1835-1920), Juan Bautista Ambrosetti (1865-1917), Adán Quiroga (1863-1904) y Roberto Lehman-Nitsche (1872-1938), por ejemplo. Estos estudiosos fueron los precursores, que perteneciendo a otras disciplinas las aplicaron para investigar estos temas. Por eso solaparon su trabajo folklorológico con sus hallazgos arqueológicos y etnográficos, dado que los comprendieron como partes del desarrollo de la cultura y de la construcción de un Estado moderno. Lo hicieron con un espíritu romántico que veía en las sociedades “folk” las reservas de lo “auténticamente nacional”. Así, en un principio indagaron sobre las “supervivencias” culturales que quedaban

vivas entre los ancianos o en grupos pequeños y aislados. Lo hicieron particularmente en el norte argentino, donde gran parte de las tradiciones permanecían vivas. Ellos vieron allí y aquí, en Catamarca, un rico yacimiento para extraer las pepitas de oro del verdadero espíritu de lo argentino o de la argentinidad.

A lo largo del siglo XX los protagonistas de estos estudios fueron Juan Alfonso Carrizo, Augusto Raúl Cortazar (primo del escritor Julio Cortázar), Félix Coluccio, Isabel Aretz, Andrés Chazarreta, Orestes Di Lullo, Luis Franco, José Imbelloni, Olga Latour de Botas, Enrique Palavecino, Rubén Perez Bugallo, Juan Oscar Ponferrada, Alberto Rodríguez, Carlos Vega, Berta Elena Vidal de Battini y Carlos Villafuerte, entre otros. Los tres últimos, junto con Adán Quiroga, son los más prolíficos que ha dado Catamarca.

Si querés saber más sobre la historia y tradición que nos regala el folklore norteño podés leer más acá.

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