Saltar menú de navegación Teclas de acceso rápido
{{dayName}} {{day}} de {{monthName}} de {{year}} - {{hour}}:{{minute}} hs.
Dólar (BNA): $850,00 / $890,00
Dólar Blue: $995,00 / $1.015,00
Dólar CCL: $ / $
Dólar MEP: $1.024,17 / $1.026,47
Peso Chileno: $91,04 / $91,14
Opinión

Columna destacada: Prometeo y Epimeteo

Hace muchos años, en mi adolescencia, fui al teatro a ver una obra que se llama “El tiempo y los Conway” (J.B. Priestley). La recuerdo bastante fidedignamente; tal vez haya sido la primera vez que iba al teatro para adultos y por eso la grabé en mi memoria. La idea básica era seguir la vida de una familia a lo largo del tiempo. La novedad –para mí- fue la intercalación, en el segundo de los tres actos, del derrotero final de la vida de esa familia. En el primero, ellos jóvenes; en el segundo, ellos adultos y cargados de conflictos entre sí; y en el tercero, nuevamente  jóvenes. Esto nos permitía, a los espectadores, adelantar –por lo visto en el segundo acto- el desenlace final de cada miembro de la familia. Interesante perspectiva de análisis que adelanta el futuro. Claro está que el futuro guarda relación con el presente y con el pasado. Nada de lo que vendrá es ajeno a nuestras decisiones pasadas y actuales. (No considero los imponderables que escapan a nuestras posibilidades y que, ciertamente, pueden condicionar nuestro futuro.  Atiendo a lo que depende de nuestra libertad). Con esto quiero decir que somos un continuo a lo largo de los años que vamos construyendo lentamente, a diario y hasta con las pequeñas acciones, los resultados finales de quienes somos. También es verdad que las acciones de adultos pueden modificar las decisiones precedentes; de lo contrario estaríamos sumergidos en un determinismo esclavizante.  Significa que es preciso un equilibrio entre una postura y la otra.

En el siglo XIX se acuñaron dos conceptos que expresan el desarrollo del individuo y de las especies: ontogénesis y filogénesis. Es algo así como la evolución del individuo, su desarrollo, su desenvolvimiento desde el principio hasta el final de su vida. Y la filogénesis importa al desarrollo de la especie a la que pertenece el individuo y su marco cultural, en el caso del hombre. Esto quiere decir que a las condiciones personales que me identifican deben añadirse las condiciones sociales, culturales, raciales, religiosas, etc. que enmarcan el desarrollo del  individuo inteligente. Podríamos resumir en “yo soy éste por mí y por mi circunstancia concreta”. Lo que lo liga a lo anterior: no vivo aislado del medio, pero tampoco estoy embretado definitivamente por ese medio a tal  punto que no tengo espacio de libertad.

Los hombres, todos, necesitamos saber de dónde venimos: quiénes son nuestros padres, nuestros abuelos y nuestros ancestros en general. Hasta un punto en la lista de los ascendientes es necesidad, luego curiosidad. Pero nuestros deseos de conocer a los que nos precedieron son connaturales a nuestra condición. (Como dato curioso: escuché una conferencia en la que se dijo que difícilmente en cualquier grupo humano o en cualquier encuentro circunstancial con alguien, no hubiera algún ancestro en común hasta diez generaciones previas. Esto es que cualquiera con cualquiera tiene un ancestro en común entre las diez generaciones precedentes). Otro tanto, aunque no por necesidad, sucede en saber cómo se formó mi cultura, cuál es el pasado de mi familia, de mi país, de mi ciudad, de mi club, de mi religión, etc. Mirar hacia el pasado es encontrarnos con nuestro presente, con lo que somos. Nos explicamos una buena cantidad de cosas de nosotros mismos.

Hay un mito, el de Prometeo, que nos presenta Hesíodo (s. VII a.C.) en las dos obras más importantes que tenemos de él: “Teogonía” y “Trabajos y Días”. Básicamente nos narra su intervención, la de Prometeo, por su sabiduría,  en un juicio acerca de las partes que correspondían a los dioses y a los hombres en un sacrificio. Es el inicio de la separación entre dioses y hombres y no habían comenzado aún los sacrificios, por lo que no había legislación sobre el asunto. Prometeo engaña a Zeus y les da la mejor parte a los hombres. Zeus les devuelve, molesto y ofuscado,  la creación de Pandora: la mujer y sus males encerrados en un ánfora.  Prometeo tenía un hermano: Epimeteo. Le había prevenido a éste para que no aceptar ningún obsequio proveniente de Zeus por temor a venganzas del dios. Epimeteo aceptó un regalo y con el regalo vinieron los males a los hombres que vivían en armonía entre sí y con la naturaleza. Epimeteo etimológicamente significa “que piensa después, que ve retrospectivamente” y Prometeo es el que ve hacia adelante. Quién piensa por adelantado.

Prometeo veía los riesgos por la venganza posible de Zeus y, por ese motivo, advirtió a Epimeteo, que veía después  de los acontecimientos. Estos dos personajes míticos sirven como identificaciones para el equilibrio entre el que conoce con claridad lo que lo trajo hasta el hoy,  y también quien es capaz de adelantarse al futuro para que no lo sorprenda desprevenido. De eso se trata la experiencia.  Palabra que etimológicamente significa  “ intentar, probar, con las cosas”.

Estos elementos que propongo tienen como intención conducirnos a diversos análisis tanto en el plano personal como en el colectivo; en la ontogénesis como en la filogénesis. En el derrotero de cada uno está implicado un examen que excede mis posibilidades y mis pretensiones; en el plano colectivo me interpelan permanentemente los avatares que acompañan nuestra vida como nación. Qué desaciertos nos han llevado a vivir en un encono constante. Nos peleamos aún con la historia. Discutimos a figuras de nuestro pasado que han construido lo mejor de nuestro país. No somos capaces de ponernos de acuerdo ni en cuestiones resueltas desde hace décadas por la mayoría de los países, como el gasto público o la inflación. Enredados entre los desvareos de Epimeteo nos incapacitamos para proyectar lo primario: un presupuesto razonable, creíble y real. Y lo más insultante para una inteligencia normal es escuchar que en las campañas son todos Prometeos con lucidez detallada de las respuestas a los problemas que aquejan al país. Cuando asumen el poder se convierten en Epimeteos que no dejan de lamentar la herencia recibida. Se supone que si se proponen para un puesto saben con qué se encontrarán y cómo solucionar los problemas que recibieron.

¡Qué pobreza de dirigentes!

 

(*) Licenciado en Teología (UCA) - Licenciado en Letras (UBA)

 

 

el hombre la mujer opinión pobreza de dirigentes Zeus

Comentarios

Te puede interesar

Teclas de acceso